Sobre la permanente incapacidad moral
Como se sabe una de las causales
de vacancia es la “permanente incapacidad moral” en la que puede incurrir el presidente
de la República. Los defensores de Pedro Castillo y aquellos a quienes conviene
el estado actual de la situación argumentan que esa frase es difícil de aplicar
pues no tipifica, no es certera y se “presta a cualquier cosa”. No es así.
Veamos por qué.
Lo permanente es lo que
permanece. La incapacidad se define desde la falta de entendimiento o inteligencia
hasta la falta de preparación o capacidad para entender o hacer algo. La moral,
en su cuarta acepción, tiene que ver con aquello que afecta al fuero interno o
al respeto humano y no al orden jurídico. Por lo tanto la “permanente
incapacidad moral” es la frase que el constituyente redactó para explicarnos
que alguien que permanece en un comportamiento incorrecto que, sin pertenecer a
la falta jurídica, afecta por su falta de preparación y respeto a los ciudadanos, puede ser separado
del poder porque no es digno de representar al país o jefaturar su Estado.
Por lo que vemos en estos nueve
meses, Pedro Castillo refleja perfectamente lo que el espíritu constituyente
quiso sancionar con la separación del poder, de una manera terminal,
definitiva. Desde antes de asumir la presidencia, ya desde el momento de ser
autoridad electa, Pedro Castillo empezó a mentir. Mintió con el perfil de sus
designados a ministros, mintió con los visitantes a la casa de Sarratea en el
distrito de Breña, mintió cuando negó a sus conocidos o el conocimiento de los
tratos de sus sobrinos, mintió en su relación con Karelím López o Bruno
Pacheco, mintió con su tesis de grado de magister.
Como era de esperarse su defensa
legal entra en el terreno de lo jurídico señalando que los delitos cometidos
por Pedro Castillo han prescrito. Lo importante aquí, porque es el núcleo
político, es que no niegan la acusación. Y eso pone en peligro la continuidad
del jefe de gobierno porque los hechos señalados y otros, tipifican,
demuestran, señalan, un comportamiento incorrecto, mentiroso, inmoral que
afectan la correcta marcha del país pues rebajan la autoridad del jefe de
Estado, le quitan legitimidad y capacidad de influencia y liderazgo. La falta
de autoridad moral impide un correcto manejo del país pues destruye la
credibilidad y la confianza.
Al Congreso de la República le
corresponde corregir esta situación. No es una cuestión de votos sino del papel
que le tocó jugar en este contexto que es histórico por lo grotesco: un
presidente que reúne todos los elementos para ser vacado de inmediato y un
Congreso que se niega a hacerlo por pequeñísimos intereses. Estamos a tiempo
para que las penosas líneas que se vienen escribiendo sobre la historia del
Perú de estos días sean corregidas.
Juan Sheput
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