viernes, 14 de junio de 2013

Minería, medio ambiente y modernidad

El siguiente es un interesante análisis del profesor Anthony Bebbington aparecido en el portal de la Universidad de los Andes de Colombia. Como se sabe, Uniandes es una de las mejores universidades del Mundo y promueve debates de este tipo, con lo cual el sesgo prominero que se niega a ver otras opciones es relativizado. Los invito a leer esta interesante reflexión.

 

La minería, ¿qué tan moderna?

Anthony Bebbington
Director de la Escuela de Geografía
Clark University
¿Qué quiere decir ser una sociedad moderna? Con frecuencia la gran minería se presenta como un símbolo de la modernidad. Se habla de “la minería moderna,” una minería de “tecnología de punta,” que ”no contamina”, y que trae el desarrollo a comunidades “primitivas” que no tienen otra opción. Son muchos los códigos y las palabras clave que se movilizan, a veces inconscientemente, para ir creando esta imagen de la minería. De hecho, con frecuencia la gran minería se presenta como sinónimo del desarrollo – la locomotora vuelve a ser el destino.
Ahora bien, no cabe la menor duda de que la minería a gran escala se basa en la aplicación de tecnologías impresionantes. Son tecnologías que van desde el uso de técnicas digitales para ir “leyendo” y revelando el subsuelo hasta las volquetas enormes que andan por los tajos abiertos o los mineroductos que cruzan cientos de kilómetros y transportan un lodo mineralizado entre mina y puerto de embarque.  La minería a gran escala constituye un verdadero triunfo de la dominación de la naturaleza por parte de (ciertos) seres humanos.
Pero queda una inquietud. ¿Qué tan moderno es todo esto? ¿Una sociedad se define como moderna por las tecnologías y los modelos de negocios que sus empresas utilizan? Pero más que esto, persiste mucho de lo viejo en esta forma de extracción de recursos naturales. Siguen existiendo las enormes asimetrías de poder que siempre han caracterizado las relaciones entre grupos étnicos, entre elites y campesinos, entre empresas internacionales y autoridades locales. Persiste una vieja dinámica en la cual “el centro” sabe que sabe lo mejor para las periferias; en cierto sentido persiste la relación de tutelaje entre elites sabias y sujetos primitivos quienes realmente no entienden y son desinformados por partes interesadas. Y finalmente persiste esta dominación de la naturaleza que tanto ha caracterizado los últimos dos siglos y cuyo balance no es tan evidentemente positivo.
El nuevo avance de la gran minería en América Latina ha generado un profundo debate en la sociedad – hasta con violencia - porque se ha chocado con otros procesos que constituyen otras nociones de la modernidad. Primero ha sido el proceso de profundización de derechos. Aún falta mucho camino para recorrer, pero es evidente que muchos más latinoamericanos reconocen que son sujetos de derechos que hace unas décadas. Además, se sienten sujetos activos hasta los lugares alejados de los centros de poder, fruto de años de trabajo de hormiga por parte de funcionarios públicos, actores de la sociedad civil, la Iglesia y otros – y fruto también de las cada vez más ubicuas experiencias de la migración.
En segundo lugar está el proceso de educación rural formal, no-formal y (ahora) digitalmente auto-dictado. Este proceso ha ido creando ciudadanos con nuevas destrezas y conscientes de ser portadores de derechos. Tercero ha sido el proceso de toma de conciencia por parte de pueblos indígenas y afrodescendientes de la legitimidad y el poder de sus identidades – y de que estas identidades les hacen no solo sujetos de derechos sino también de proyectos culturales de gran arraigo histórico, que implican responsabilidades éticas tanto con generaciones pasadas como generaciones futuras. Cuarto ha sido la territorialización de estas identidades – la noción de que son identidades que tienen raíces (a veces pre-coloniales, a veces post-coloniales) en ciertos espacios geográficos. De allí nace el proceso de (re)construcción de territorios que ha caracterizado muchos países de la región.  
Y quinto tenemos la cada vez más importante toma de conciencia ambiental – el reconocimiento de que los recursos naturales son vulnerables y que no pueden aguantar indefinidamente cualquier presión humana. Este reconocimiento se difunde por la experiencia (¿cuantas veces Ud. ha escuchado a un agricultor diciendo “el clima ya no es como antes”?) y por la cada vez mayor disponibilidad de información de que algo grave está pasando con el mundo que todos habitamos. Tan es así que, bajo condiciones de cambio climático, el Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales de El Salvador percibe tanta vulnerabilidad ambiental a nivel nacional que ha enviado a la Asamblea Legislativa una propuesta de ley para una suspensión indefinida de la minería.
Todos estos son procesos de la modernidad también: la profundización y la internalización psicológica de derechos y de ciudadanía; el reconocimiento de diversas identidades y de la posibilidad de ser moderno en diversas maneras; y el reconocimiento de que vivimos con riesgos, que detrás de cada certeza hay otra incertidumbre, que la tecnología ha producido mucho más dominación que entendimiento y sabiduría.
Los debates sobre la minería se vuelven tan feroces, quizás, porque contraponen estos diferentes imaginarios sobre cómo ser moderno. Contraponen una visión de certeza (“con esta tecnología podemos”) con otra de incertidumbre (“¿por qué deberíamos confiar dado la experiencia hasta la fecha?”). Contraponen distintas maneras (todas modernas) de ocupar el espacio y de justificar esta forma de ocupación.
El debate sobre la gran minería pone en tela de juicio el tipo de modernidad que la sociedad quiere. ¿Una modernidad que construye desde los derechos, la diversidad y una democracia profundizada, u otra modernidad que construye desde las asimetrías de poder y las capacidades tecnológicas también asimétricas? Una modernidad autoritaria que centraliza, o una modernidad incluyente que descentraliza. Puede ser que habrá un rol para la gran minería en cualquier de estas opciones. Lo que sería diferente es cómo se define este rol, quiénes participan en esta definición, los criterios que se usan y cuán rápido sea el proceso. Visto así, la gran minería presenta un gran desafío para la gobernanza de los recursos naturales. ¿Sobre qué dimensiones de la modernidad y qué valores se construirán las instituciones a través de las cuales las sociedades latinoamericanas regularán la extracción de minerales?

Señales particulares

Anthony Bebbington es director de la Escuela de Geografía  y Milton P. y Alice C/ Higgins. Profesor de Ambiente y Sociedad en Clark University, Estados Unidos, y profesor de la Universidad de Manchester, Reino Unido. Es miembro de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos y ha sido profesor becado del Consejo de Investigaciones Económicas y Sociales del Reino Unido. Entre 2011 y 2012 presidió un panel de expertos nombrado por los ministros de Economía y de Medio Ambiente de El Salvador para monitorear la preparación de una Evaluación Estratégica Ambiental del Sector Minero. Bebbington participó como conferencista invitado al seminario internacional Minería en Latinoamérica: retos y oportunidades, realizado en la Universidad de los Andes, los días 23 y 24 de mayo de 2013.

1 comentario:

Sebastian dijo...

Es necesario pensar estos temas desde diversas perspectivas para entender su hondura, aqui les dejo un buen compilado de articulos sobre mineria: http://con-ciencia-solidaria.blogspot.com.ar/