Cuando la confianza no es legitimidad
Todo parece indicar que el gobierno
del presidente Ollanta Humala ha conseguido los votos para que de esa manera
hoy pueda conseguir la llamada investidura de su gabinete en el Congreso de la
república. Habría bastado con unas cuantas llamadas a algunos congresistas para
así lograr la mayoría simple que exige la Constitución. Sin embargo allí no
acaba el problema. El manejo de la crisis ha sacado a la luz una serie de
debilidades de este gobierno.
En primer lugar la falta de
coordinación entre la bancada y el poder Ejecutivo. Mientras congresistas
representativos como Josué Gutiérrez anunciaban en los medios que los ministros
habían puesto su cargo a disposición, fuentes del mismo gobierno llamaban a los
medios para desmentir al parlamentario. Nadie se va, sería el mensaje, al menos
hasta lograr el voto de confianza.
En segundo lugar, incoherencia.
El mismo ministro Mayorga se encarga de indicar que él no ha renunciado y que
por tanto se quedará en el gabinete. Olvida convenientemente que es Ana Jara la
que, según la Constitución, propone al presidente sobre la conformación del
gabinete. En un mundo, llamémoslo institucionalizado, sería la señora Ana Jara
quien haría anuncios de esta índole y no cada ministro según su libre albedrío.
En tercer lugar incapacidad para
medir las consecuencias de sus actos, propio de personas inmaduras o
irreflexivas. Los congresistas oficialistas desafían a la oposición para que
censuren a los ministros que se queden en sus cargos. Ignoran que eso
paralizaría a los ministerios y prolongaría la crisis y si la censura es para
la cartera de energía y minas afectaría
las inversiones.
En cuarto lugar desesperación.
Que la esposa del presidente anuncie que su bancada apoyará la suspensión del
aporte de los independientes es un buen gesto. Pero un buen gesto que demuestra
ansiedad, pues con el mismo le quita piso al más entusiasta defensor de esta
medida: el ministro Castilla. No hay nada que hacer, estamos en tiempos
electorales.
En quinto lugar ceguera. Un
gabinete en el que, a pesar de la vocación mediática de algunos de sus ministros
“políticos”, no convencen a nadie, por
una sencilla razón, no tienen peso político. Sus acciones son entendidas por la
población como sobreactuadas, por tanto no generan el efecto deseado. El
gobierno debería tomar nota de esto.
La presidenta del consejo de ministros debería
analizar esta situación y no cometer el
error de sus antecesores de dejar para un par de meses después el cambio de
ministros. Un gabinete que no ha sido conformado por ella misma, obtendrá la legalidad del voto de confianza
pero no la legitimidad de la confianza de la población. Se requiere de cambios
urgentes, a la brevedad.
Juan Sheput
Artículo publicado en Diario Uno
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