Rostros de la derrota
Fingiendo la sonrisa para dar la
sensación que “aquí no pasa nada” el presidente de la república, enterado que
el gabinete que preside Ana Jara había obtenido de manera ajustada el voto de confianza,
se limitó a pedir que se pase la página. “Aquí seguimos trabajando” señalaba
con el rostro desencajado, ante los
medios de comunicación, tal vez con la esperanza que cierto sector de la
población se enganchara con su prédica.
En el parlamento la situación no
era distinta. En lo que vendría a ser la perfecta imagen de la derrota, la
bancada oficialista luego de la votación permaneció congelada en sus curules.
No había nada que celebrar. El que se ganara la votación no significaba que
hubiera habido un triunfo. No se habían obtenido votos adicionales. Todo lo
contrario. No sólo la oposición se mostró más sólida y radical sino que la
misma presidenta del congreso tuvo que hacer uso de su voto dirimente,
situación inusual en los últimos años, en que ningún presidente del Congreso
tuvo que pasar por trance semejante.
Por eso llama la atención la
conmovedora ingenuidad del presidente Ollanta Humala pidiendo que se pase la
página. La crisis económica, el decaimiento de la lucha contra la corrupción,
su gabinete cuestionado (sólo un par de ministros son la excepción), los amigotes protegidos de
las exigencias del Poder Judicial, la
persecución política contra quienes creen son enemigos políticos, todo eso le
está pasando la factura a este gobierno. La incompetencia, manifestada en un
piloto automático en el manejo económico que ha trasladado al Perú de país
líder en crecimiento a ocupar un quinto lugar en los rankings de performance
económica, exigen cambios en el equipo ministerial.
Que el gobierno carece de
operadores políticos es un hecho. Los que creen serlo no tienen lo fundamental
en el predicamento político: respetabilidad
y credibilidad. La oposición sabe que ellos no tienen posibilidad de
sostener ningún acuerdo pues estos se imponen y nacen muchas veces de los caprichos
que se cocinan en Palacio de Gobierno.
El presidente ignora también que
lo recientemente sucedido es una infracción constitucional. Desde el rechazo en
la primera votación, donde los votos en abstención habían sido mayoría, el gabinete había caído en crisis. No será
sorprendente que en el 2016, cuando se inaugure un nuevo gobierno, la acusación
por infracción constitucional se manifieste y con razón: se puede debilitar a
las instituciones por ignorancia, pero no se puede jugar con ellas por
politiquería. Esto último se sanciona y por lo visto en los últimos días ya se
está en deuda.
Juan Sheput
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