Democracia y Movadef
La ausencia de una oposición
consistente y, como dirían los británicos, con dientes, permite que el
gobierno, literalmente, haga lo que le venga en gana en asuntos que en cualquier democracia que se
respete habrían sido motivo de profundo cuestionamiento. Casos como la
acusación del expresidente García al presidente Humala por recibir dinero del
narcotráfico; otorgamiento de buena pro a únicos postores como en la Línea 2
del Tren Eléctrico; desconocimiento del detalle de los contratos que se firman
con Telefónica; el conflicto de
intereses de por lo menos tres ministros de Estado en un solo gabinete, el
actual; compra de armas sin transparencia o la forma como el actual servicio de
inteligencia gasta sus recursos en autos que terminan a nombre de los hijos de
sus funcionarios son parte del transcurrir cotidiano en el gobierno de Ollanta
Humala. Ninguno de estos casos ha sido tratado con la profundidad y gravedad
que lo merecen. Sólo el primer caso de los mencionados habría paralizado a
cualquier país que sea una democracia real por la gravedad que implica, pero en
el Perú de hoy la acusación a un
presidente en ejercicio no significa nada; para mitigar ello está la seguidilla
de noticias distractoras; la sobreactuación contra algunos casos que involucran
a ex-aliados del gobierno o, como ha
sido el patrón en los últimos años, para eliminar las amenazas de escándalo
siempre vale la pena revivir al terrorismo o, para ir a tono con los tiempos
modernos, al MOVADEF.
Desde el primer instante señalé
que la detención de abogados ancianos que caminaban rumbo a sus casas o que
hacían vida pública era un exceso que no se condice con la lucha contra el
terrorismo. Este último implica violencia extrema o, como dice Tamar Meisels en
El problema con el Terror, “es el uso de la violencia por parte de
autores no estatales para infligir la muerte de ciudadanos inocentes con el fin
de dar publicidad a una causa” cosa que ninguno de los detenidos había
cometido. Esto no quita nuestro total
rechazo a Sendero Luminoso pero cuando se recurre a acciones que atentan contra
la legitimidad de la lucha contra el terror pues nos igualamos a ellos y, lo
peor de todo, sembramos la semilla para que en el futuro recrudezca la
violencia.
En su libro La Maldad Política,
Alan Wolfe, cuando hace referencia a la lucha fallida contra el terrorismo, señala como uno de sus principales errores el
incurrir en métodos ilegales o ilegítimos, pero la peor torpeza radica, señala,
en negarse a negociar con ellos o
impedir que se introduzcan a la legalidad pues los líderes del terror adquieren
mayor relevancia e influencia sobre sus adeptos cuanto más aislados se
encuentran.
El gobierno del presidente Humala
demuestra pues, con creces, su gran impericia política. Por querer distraer o
ganar unos puntitos en las encuestas está comprometiendo el futuro del país en
materia de seguridad. El aislamiento sin justificación de los líderes del
MOVADEF solo contribuye a consolidar las posiciones que creen en el terror como
método de tomar el poder y que siendo
mínimas en la actualidad pueden ser mayoría como consecuencia de los actos
abusivos del gobierno, que en eso se iguala a los métodos que en su momento
usaba el fujimorismo, sin éxito obviamente.
No hay duda que los hechos de
terror utilizados en su momento contra el país nos hacen repudiar a los grupos
involucrados. Pero casualmente por ese hecho, por el uso del terror, las
naciones que han triunfado contra el terrorismo no han escatimado esfuerzos en
hacer todo lo que esté a su alcance para llegar a acuerdos políticos con
sujetos que con toda razón despreciaban. Pero para eso se requiere de sentido
de Estado y conocimiento y práctica de lo político. Y sabemos que de ello
carece, lamentablemente, el gobierno actual,
al cual sólo parece interesarle la próxima encuesta así esté de por medio el
futuro de la seguridad en el país.
Punto aparte merece la actuación
del Ministro del Interior Walter Albán, que por seguir con el fajín, claudica
de una trayectoria en defensa de la legalidad y los derechos humanos y se
presta de manera inverosímil a una farsa
que pocos pero muy destacados
periodistas como Gustavo Gorriti, Raúl Wiener o Fernando Rospigliosi vienen
denunciando con serenidad y valentía.
Juan Sheput
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