En pocos días la cuarentena, instrumento
clave con que se iba a aplicar un “martillazo” a la curva de infectados,
ingresará en otra etapa. Pilar Mazetti, con el rigor y claridad científica que
la caracteriza, acaba de señalar que el martillo no ha funcionado. No traslada
la culpa a la población. Pilar jamás lo haría. Más bien, sin perder el tiempo,
procede a analizar el escenario a fin de diseñar, con su equipo, un conjunto de
acciones que nos lleve a minimizar los efectos del COVID19. Ella lidera un equipo
de médicos que viene trabajando activamente en lograr ese propósito. Esperemos
que lo logre.
Acotemos: esta es la lucha que se
da en el aspecto técnico. En este campo hay curvas y estudios para todos los
gustos. Los análisis son hechos con buena fe y, siendo distintos o
complementarios entre sí, revelan una voluntad científica de querer colaborar.
Esta competitividad técnica la vemos en todos aquellos lugares en donde el
virus ataca sin piedad a la población. Y en todos ellos vemos que lo técnico no
es suficiente. Países que vieron nacer a genios que iniciaron las primeras
revoluciones industriales, crearon las bases de las primeras vacunas, llevaron
al hombre a la Luna o generaron las condiciones para el Renacimiento y más
tarde la formación de imperios, hoy están siendo sacudidos fuertemente por la
pandemia. Sufren desconcertados ante los números de muertos y contagiados
diariamente, mientras otros países han logrado superar con creces la ola mortal
del coronavirus. Tiene que haber una razón para esto. El liderazgo es
fundamental, pero no es lo único. Allí viene la fortaleza institucional, pero
sobre todo la razón política.
Pensemos en Estados Unidos,
Inglaterra, Italia, Francia y España. En todos estos países hay al frente jefes
de Estado que conviven con burocracias soberbias, partidos anquilosados o,
gracias al populismo, han llevado a sus sistemas políticos a un nivel de
polarización que se ha trasladado a la sociedad. La intolerancia, el debate
limitado a las redes sociales, los insultos generalizados impiden cualquier
tipo de consenso y llamado a la unidad. Inglaterra y España, tienen jefes de gobierno consecuencia de dimisiones
y por lo tanto tienen a una oposición ávida de saldar cuentas. Gobiernan estos
países políticos ávidos de cámaras, sin perfil bajo, pendientes de su
popularidad y que abundan en comunicaciones, tanto, que hasta se contradicen
ellos mismos. Son rehenes del cortoplacismo y de la reacción antes que la
previsión.
Pero hay otro grupo. Países
exitosos en el enfrentamiento con el virus. Allí están Alemania, Japón, Corea
del Sur, Dinamarca, Nueva Zelanda o Taiwán en donde sus jefes de Estado son
políticos con experiencia que apostaron por el realismo, el respeto a las
instituciones, la búsqueda del consenso y el perfil bajo. Manejan un criterio
estratégico y no táctico permitiendo que los resultados sean su mejor política
comunicacional. Tienen a la sociedad de su parte, que hasta los premia
electoralmente, como acaba de suceder en Corea del Sur donde no hubo necesidad
de suspender las elecciones y gozan del apoyo de la oposición o de las
facciones partidarias. En ese sentido recuerdo las palabras del ministro
presidente de Baviera, Markus Söder, refiriéndose a la Canciller Angela Merkel,
su acérrima adversaria: “Es la voz internacional de la razón”. Huelgan
comentarios.
Y por aquí… ¿Cómo nos va acá por
el Perú? ¿En qué grupo creen que estamos? La polarización de la sociedad y de
la política, alimentada principalmente por sectores oficialistas o allegados,
sigue incansable. No hay un liderazgo que promueva un espacio de concertación. Por
eso no nos debe llamar la atención los resultados, en la lucha contra el
coronavirus, que venimos obteniendo.
Juan Sheput
No hay comentarios:
Publicar un comentario