miércoles, 13 de mayo de 2020

¿Por qué fracasa el martillazo?


En pocos días la cuarentena, instrumento clave con que se iba a aplicar un “martillazo” a la curva de infectados, ingresará en otra etapa. Pilar Mazetti, con el rigor y claridad científica que la caracteriza, acaba de señalar que el martillo no ha funcionado. No traslada la culpa a la población. Pilar jamás lo haría. Más bien, sin perder el tiempo, procede a analizar el escenario a fin de diseñar, con su equipo, un conjunto de acciones que nos lleve a minimizar los efectos del COVID19. Ella lidera un equipo de médicos que viene trabajando activamente en lograr ese propósito. Esperemos que lo logre.
Acotemos: esta es la lucha que se da en el aspecto técnico. En este campo hay curvas y estudios para todos los gustos. Los análisis son hechos con buena fe y, siendo distintos o complementarios entre sí, revelan una voluntad científica de querer colaborar. Esta competitividad técnica la vemos en todos aquellos lugares en donde el virus ataca sin piedad a la población. Y en todos ellos vemos que lo técnico no es suficiente. Países que vieron nacer a genios que iniciaron las primeras revoluciones industriales, crearon las bases de las primeras vacunas, llevaron al hombre a la Luna o generaron las condiciones para el Renacimiento y más tarde la formación de imperios, hoy están siendo sacudidos fuertemente por la pandemia. Sufren desconcertados ante los números de muertos y contagiados diariamente, mientras otros países han logrado superar con creces la ola mortal del coronavirus. Tiene que haber una razón para esto. El liderazgo es fundamental, pero no es lo único. Allí viene la fortaleza institucional, pero sobre todo la razón política.
Pensemos en Estados Unidos, Inglaterra, Italia, Francia y España. En todos estos países hay al frente jefes de Estado que conviven con burocracias soberbias, partidos anquilosados o, gracias al populismo, han llevado a sus sistemas políticos a un nivel de polarización que se ha trasladado a la sociedad. La intolerancia, el debate limitado a las redes sociales, los insultos generalizados impiden cualquier tipo de consenso y llamado a la unidad. Inglaterra y España, tienen  jefes de gobierno consecuencia de dimisiones y por lo tanto tienen a una oposición ávida de saldar cuentas. Gobiernan estos países políticos ávidos de cámaras, sin perfil bajo, pendientes de su popularidad y que abundan en comunicaciones, tanto, que hasta se contradicen ellos mismos. Son rehenes del cortoplacismo y de la reacción antes que la previsión.
Pero hay otro grupo. Países exitosos en el enfrentamiento con el virus. Allí están Alemania, Japón, Corea del Sur, Dinamarca, Nueva Zelanda o Taiwán en donde sus jefes de Estado son políticos con experiencia que apostaron por el realismo, el respeto a las instituciones, la búsqueda del consenso y el perfil bajo. Manejan un criterio estratégico y no táctico permitiendo que los resultados sean su mejor política comunicacional. Tienen a la sociedad de su parte, que hasta los premia electoralmente, como acaba de suceder en Corea del Sur donde no hubo necesidad de suspender las elecciones y gozan del apoyo de la oposición o de las facciones partidarias. En ese sentido recuerdo las palabras del ministro presidente de Baviera, Markus Söder, refiriéndose a la Canciller Angela Merkel, su acérrima adversaria: “Es la voz internacional de la razón”. Huelgan comentarios.
Y por aquí… ¿Cómo nos va acá por el Perú? ¿En qué grupo creen que estamos? La polarización de la sociedad y de la política, alimentada principalmente por sectores oficialistas o allegados, sigue incansable. No hay un liderazgo que promueva un espacio de concertación. Por eso no nos debe llamar la atención los resultados, en la lucha contra el coronavirus, que venimos obteniendo.
Juan Sheput

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