jueves, 14 de mayo de 2020

Doctores en Pesimismo


La izquierda perdió las elecciones del 2016. Sin embargo, a la luz de lo que venimos observando, es la que viene gobernando. Tienen congresistas en el parlamento que se reparten en varias bancadas, han copado con titulares a varios ministerios y predominan en sus actos y resoluciones en organismos como el Tribunal Constitucional, la Fiscalía de la Nación, la ONPE y el Jurado Nacional de Elecciones. Goza de apoyo mediático, de oenegés y también de activistas, muy bien remunerados, en las redes sociales. Para todos los efectos la izquierda es gobierno.
De cómo llegaron a gobernar nos ocuparemos en otro momento. Lo que importa ahora es señalar una situación que viene pasando desapercibida, la que indica que cuando la izquierda llega al poder así, de manera indirecta, lo hace destruyendo el tejido institucional del país, para así generar las condiciones para no marcharse. Ya hay señales de ello.
Hace unos años Enrique Krauze señalaba en la extraordinaria revista Letras Libres, la forma como se comportaba Hugo Chávez en Venezuela. El artículo se llamaba “El poder y el delirio” y en él indicaba que, para poder consolidarse en el poder, Hugo Chávez empezó por la confiscación de la palabra pública, es decir, por acallar en todos los medios de comunicación a los opositores y, por otra parte, instaurar un discurso de odio que polarizó el país. A los críticos los llamó “voceros del pesimismo”, algo muy similar a los “doctores en pesimismo” que acabamos de escuchar por aquí. De esa manera evitaba críticas a su manejo incompetente y corrupto del gobierno, mientras se consolidaba en el fervor popular al inaugurar una política de dádivas y prebendas que volvió dependiente del gobierno al pueblo venezolano.
La crisis desatada por la pandemia del coronavirus es el pretexto perfecto para profundizar en este deseo de querer perpetuarse en el poder. De hecho, ya está siendo utilizado por otros gobernantes autoritarios para pretextar su permanencia un mayor tiempo en el gobierno. El mes pasado, el Washington Post editorializaba que las democracias en el mundo se debilitarán si es que postergan elecciones y alertaba sobre aquellos gobiernos que, so pretexto de la pandemia, postergaban procesos electorales o manifestaban sus deseos de hacerlo. El Washington Post instaba a que se siguiera el ejemplo de Corea del Sur y se hiciera el mayor esfuerzo para no alterar los calendarios electorales.
En el Perú se juntan los deseos de algunos parlamentarios (no podemos asegurar que sean mayoría) con los del gobierno para justificar una postergación de elecciones el próximo año, así como las preguntas que inducen una respuesta favorable a la postergación que hacen algunos periodistas afines al gobierno. Si a estos hechos le agregamos la vocación histórica del populismo de izquierda de hacerse de los gobiernos por la “vía democrática” y luego destruir el orden constitucional perpetuándose, pues nuestra obligación como demócratas es estar alertas.
En ese sentido conviene recordar un par de viejos aforismos: primero, las democracias son mortales, y segundo, no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Juan Sheput

Este artículo se ha publicado en El Montonero del 14 de mayo del 2020

No hay comentarios: