La fábrica de fujimoristas
Debe ser dramático para la
izquierda peruana pretender competir, desde su 1% en la intención de voto, con el 35% sólido del fujimorismo. Y a tal
punto es dramático que sólo atinan a insultar, descalificar o revivir fantasmas
del pasado cuando de atacar al fujimorismo se trata. Algunos analistas dicen
que dicha indignación es un signo de desesperación ante la jugada táctica de
Keiko Fujimori de abrazar algunos postulados del progresismo. Otros, de manera
más cruda, indican que la izquierda necesita del antifujimorismo para poder
sobrevivir. De una forma o la otra la izquierda no entiende que la mejor forma
de confrontar es desde el terreno de la propuesta inteligente, que se
contrapone, que se muestra como alternativa. O no saben plantearlas o no tienen
realmente cuadros políticos que le permitan construir una opción activa,
desafiante e inteligente.
Desde hace 15 años defiendo la
hipótesis que en el Perú no ha habido una transición democrática. Me
enorgullece, en ese sentido, compartir el mismo pensamiento de Don Valentín
Paniagua, quien, como recordará también una persona muy cercana a él, mi
querido amigo Alberto Velarde exsecretario general de Acción Popular, pensaba
no sólo lo mismo sino que era un exceso llamar como gobierno de transición a lo
que había sido simplemente una transferencia democrática. El Perú requiere de
una efectiva transición, que acabe de una vez por todas con ese anclaje en el
pasado que nos impide construir un país que mire hacia adelante.
El discurso en la Universidad de
Harvard me generó una confusión inicial. Pensé que con ello Keiko Fujimori iba
a perder su núcleo duro. Pero no ha sido así. Más bien ha abierto las puertas para
el ingreso de adherentes hasta ahora ajenos con lo cual podría ampliar su base
de votantes. Los amigos de la izquierda no entienden que eso es hacer política.
Y que a la política no se le cuestiona con reminiscencias del pasado sino
poniendo un partido político al frente, con propuestas y sobre todo con cuadros
sólidos, no con improvisados que creen que se hace política con vino, aceitunas
y queso o desde un café servido en un vaso de tecnopor en algún lugar con acceso a internet.
Con su actitud penosamente poco
política la izquierda peruana se ha convertido en una fábrica de fujimoristas.
Una porción mayoritaria del país ya no mira hacia atrás, a un gobierno que
puede haber cometido errores pero que tiene a su máximo líder en la cárcel.
Esta porción del país diferencia lo sucedido hace quince años con la propuesta
que hoy encarna Keiko Fujimori y le da el beneficio de la duda, de allí su 35%.
No se debe escatimar el reconocer que
Keiko está actuando con madurez y
oficio político. Que el resto no sepa plantear un giro o una propuesta alterna no
es culpa del fujimorismo.
Si quieren ingresar al terreno
del debate hay que hacerlo con ideas alternativas o giros novedosos.
Demostrando la debilidad de una propuesta o lo poco aplicable que es una idea.
O simplemente desnudando la demagogia de algún proyecto. Con el carácter y
temple necesario. Eso es política. Lo otro, la indignación insultativa por
Facebook es infantil. Siguen haciendo lo mismo, no esperen por tanto diferentes
resultados. Y eso es lamentable pues sigo creyendo también que nuestro país
requiere, de manera urgente, de una
izquierda de nivel.
Juan Sheput
Artículo Publicado en la revista Velaverde (verlo aquí)
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