A propósito de la inversión china
En el mundo hay países
cortoplacistas y países con visión de largo plazo. Los primeros tienen tácticas
y son reactivos y los segundos estrategias y son proactivos. Ser reactivo es
reaccionar a los acontecimientos en tanto ser proactivo es generar las
condiciones para que se den determinados acontecimientos. Los países
cortoplacistas por lo general no tienen élites, viven tan pendientes del
momento que no se dan el tiempo para construirlas. En contrario los países
visionarios tienen élites sólidas y sobre todo instituciones, lo que les
permite consolidar sus políticas de largo aliento en el tiempo.
En las célebres negociaciones
entre China y Estados Unidos durante la administración Nixon, en una de las
pocas oportunidades que tuvo Henry Kissinger de conversar con Mao, este le dijo
(cito de memoria): “…es conveniente negociar con nosotros. Cuando llegue a un
acuerdo con China este será válido por muchos siglos”.
En ese contexto es fácil deducir
que, en los procesos de negociaciones, los países con visión de largo plazo
tienen gran ventaja sobre los que viven atados a la coyuntura. Los primeros,
una vez más, generan las condiciones para seducir a los segundos con lo que,
por lo general, caen una y otra vez. Vivir pegados al momento hace que cada
instante sea una circunstancia y, por lo tanto, esta clase de países ni
siquiera es capaz de aprender de sus propios errores.
Los líderes chinos están en una
gira por América Latina y tanto países como ciudadanos están cayendo
embelesados ante la oportunidad de recibir gran cantidad de fondos de los visitantes
asiáticos. Leo en las redes sociales como personas con preparación, saludan
esta visita china expectantes de las inversiones que se traducirán en trenes y
diversa infraestructura. Ni siquiera se preguntan si la infraestructura es la
que necesitamos o si generará externalidades negativas en nuestro territorio.
Bienvenido el dinero, de dónde sea, así la obra no sea de interés para nosotros
sino para la potencia extranjera.
The Economist en un excelente
artículo publicado hace dos semanas ha
señalado de los peligros de la inversión china en América Latina. El mensaje que se concluye del artículo es
que, en pocas palabras, para lo único
que ha servido hasta ahora la inversión china en América Latina es para
reforzar nuestra especialización en “materias primas” y recomienda a los
gobernantes de esta parte del mundo que sean menos dóciles con su nuevo y gran
socio. Claro que, y esta es mi posición, esto se hace un poco, digamos
difícil. Se sabe de la otra gran inversión asiática, esta vez en seducción
política, traducida en viajes, turismo en la milenaria China, lo cual se repite
muchas veces a gusto del asombrado paseante.
China tiene una clarísima
estrategia de captación de materias primas a nivel mundial y la viene
efectuando con gran eficacia. En el camino algunas empresas están dejando una gran degradación
del medio ambiente según reconoce The Economist, pero eso parece no importarles
a muchos. Es penoso pero a la vez un lugar común en países como el nuestro. En
lugar de alabar a priori la construcción de un tren interoceánico que nosotros
no hemos planificado deberíamos hacer un pequeño esfuerzo para tener nuestro
propio plan de desarrollo, en otras palabras, ser un poco más dignos y poner en
práctica el concepto que encierra una palabra que aparece muy poco en los
eventos de nuestra historia: soberanía.
Juan Sheput
Artículo publicado en la revista Velaverde del 25 de mayo del 2015
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