Estoy de acuerdo y me congratula que los jóvenes participen activamente en las recientes marchas en contra de la ley laboral juvenil, pero de allí a sobrevalorarlos hay mucho. Por su propio bien y la consistencia de la participación de los jóvenes es necesario actuar con realismo y sin sobredimensionar su actuación. De ello trata mi artículo de esta semana en Velaverde:
Los “jotitas” de la Ley Pulpín
Me encuentro entre aquellos que
han disfrutado de la amplia convocatoria juvenil que ha logrado llenar calles y
plazas protestando contra una ley que los afectaba. No hay nada que revitalice
tanto a un país como la participación de la juventud. Ya hace unas semanas
señalaba que estas manifestaciones juveniles deberían canalizarse a través de
una participación política, más amplia y convocante, en la cual sinónimo de
juventud sea las ansias de tratar de construir un país mejor.
Sin embargo, a pesar de la
simpatía que me despierta la participación activa de la juventud y sus
mentores, no comparto la idea de que este es un hecho excepcional y mucho menos
trascendente. Si nos remontáramos al pasado sólo el siglo XX sería el proveedor
de jornadas más ricas e intensas, en términos históricos y de impacto, que lo
recientemente acontecido.
No hay que sobrevalorar ni
sobredimensionar las recientes protestas estudiantiles. Ellas, a pesar de los
esfuerzos organizadores, hasta ahora se muestran más como un fenómeno
entusiasta que profundo. Para su éxito han contado con factores favorables que
les han permitido consolidar una victoria indiscutible. Pero es por ello que se
debe ir a un análisis de fondo. En otras palabras si el gobierno de Ollanta
Humala hubiera impulsado la Ley del nuevo Régimen Laboral Juvenil a inicios de
su gobierno, tuviera al frente del Ministerio de Trabajo a un conocedor del
sector con capacidad política y el Congreso no estuviera en plena etapa
electoral, la juventud no la hubiera tenido tan fácil. Me atrevo a pensar que
lo más probable es que la ley no se habría derogado.
En este sentido quisiera que no
se confunda lo que deseo transmitir. No niego el valor de la reciente acción
juvenil que devino en una derogatoria de la ley llamada Pulpín. Pero sí creo
que aún queda mucho por hacer. La protesta gozó de condiciones favorables como
las mencionadas a lo cual habría que agregar que se tiene un conjunto
ministerial mediocre y sin credibilidad.
Es muy propio de nosotros
sobrevalorar las acciones que nos causan alegría. Nos creemos el cuento de
haberlo ganado todo habiendo recién empezado. Me permito apelar a una metáfora.
Recuerden a los “jotitas” del futbol, a
los cuáles endiosamos con los primeros partidos ganados. Si hubiéramos sido más
críticos esa generación de futbolistas habría tenido otro destino.
Lo mismo pienso de la política.
El movimiento juvenil no tiene líderes preclaros o que destaquen de manera
nítida. Ellos son necesarios para la conducción, tanto como las ideas. Los
voceros se reclaman lejanos a los partidos políticos, sin embargo por lo que se
ve, se nota que están siendo muy cercanos a los sindicatos. Deberían actuar con
mayor paciencia y entender que siendo la participación juvenil muy importante
para el desarrollo del país, es valioso que encuentren objetivos estratégicos,
organización y entiendan que la Política, en el mejor sentido de la palabra, es
fundamental.
Juan Sheput
No hay comentarios:
Publicar un comentario