Hace más de un año leí de punta a punta “Conversaciones históricas
sobre mi vida con John F. Kennedy”, libro
que contiene la transcripción casi fidedigna de siete conversaciones que
tuvo la célebre Jacqueline con el
escritor Arthur M. Schlesinger Jr. tan solo a cuatro meses de haber quedado
viuda. El libro es un documento
histórico que aporta una serie de datos sobre la forma como se desenvolvía el
asesinado presidente, el papel de sus asesores, el rol que jugó su hermano
Robert, hombre fuerte de la presidencia y la disputa por el poder real con John
Edgard Hoover, el temible jefe del FBI. La grabación de la conversación fue
hecha bajo la condición de hacerse
pública 50 años después de realizarse, es decir deberían haberse hecho públicas
recién en el año 2014. Sin embargo su hija Caroline decidió hacerlo antes para
conmemorar los 50 años de la presidencia de su padre John, razón por la cual el
libro salió a la luz en el 2011.
Estoy convencido que Jacqueline Kennedy ha jugado un papel muy importante en
el recuerdo que se tiene de su primer esposo. Actuando de manera realista y consciente
que John no iba a tener la oportunidad de defender su administración en
conferencias, entrevistas, artículos de opinión o giras, se dedicó por completo
a construir la estructura que transmitiera al mundo su legado. Es así que
participó de agotadoras reuniones para planificar su tumba en el Cementerio Nacional de Arlington, asegurarse que el Centro John F. Kennedy para
las Artes Escénicas, la Biblioteca Presidencial y el Instituto de Política,
tuvieran todo lo que planearon juntos y que sirviera de centro de documentación
y cultura sobre todo para los jóvenes interesados en la política.
Pero la devoción por el recuerdo de su esposo, a decir de su hija,
no se limitó a acciones después de su muerte. Contribuyó a ello, de manera
admirable, también en vida de él. Se dice que Washington no sería lo bella que
es hoy si no fuera por su férrea oposición a que a inicios de los 60 se
demolieran las viejas casonas republicanas. Daba sus ideas sobre cómo deberían
ser los parques y aprovechaba las cenas que organizaba con intelectuales
–cuestión que fascinaba a ella y a John ambos amantes de la buena conversación-
para solicitarles aportes para las bibliotecas de su país. En su mesa o sala
nunca se perdía el tiempo y sólo eran invitados intelectuales o políticos con
los cuáles se pudiera conversar. Su sólida formación europea la hizo adicta a
las artes y a la historia y su dominio de varios idiomas amplió el horizonte de
trabajo de John.
Como dice Arthur M. Schlesinger
Jr. todos sabían del gigantesco papel que ella jugaba en lo diplomático y
político durante la presidencia de John,
pero Jackie siempre se encargaba no sólo de pasar desapercibida en las grandes
decisiones sino que buscaba que todo sea atribuido a su esposo.
Hay otras grabaciones de Jackie
en diversos proyectos de historia oral, trabajados no sólo con Arthur
Schlesinger. Hay una entrevista,
considerada como muy valiosa, cuyas notas ella se encargó personalmente de
sellar notarial y jurídicamente por cien años, hasta el año 2067. Es concedida
a William Manchester, autor del libro La Muerte de un presidente. Sobre el
particular ella dijo hasta el último día de su vida que, ante Manchester, dijo
más de lo que hubiera querido. En estos días en que se ha vuelto a especular
sobre el porqué del asesinato de JFK estoy seguro que esas notas servirían de
mucho para aclarar el misterio.
Juan
Sheput
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