miércoles, 4 de diciembre de 2013

Entre la mentefactura y la manufactura


Con gran entusiasmo el presidente  de la República anuncia para los próximos días los ejes de lo que serán un ambicioso plan de industrialización. Contribuye así, con documento propio, a la gran cantidad de planes, estratégicos, del bicentenario, de competitividad, regionales, de desarrollo, que abundan en nuestro país. No nos debe llamar la atención. Somos así. Si de algo está empedrado el camino del subdesarrollo es de planes no vinculantes, que no estén alineados a una estrategia prospectiva soportada en una adecuada institucionalidad.
Este anuncio me recuerda una célebre reflexión de Henry Kissinger sobre China. Decía que si la potencia no había alcanzado la industrialización era fundamentalmente por la forma de pensar de la burocracia manchú, que despreciaba los mensajes de Occidente sobre el llamado a  formar una industria propia. Al subestimar  a las misiones europeas, los chinos no se percataban de los beneficios del capital privado, de la máquina de vapor, de la tecnología que se nutre de la experiencia y de la educación pública. Claro que este debate entre chinos y europeos se daba en el siglo XVIII  y por lo visto ya se está llevando a cabo aquí. Es entonces digno de felicitar pues asumo la buena intención presidencial.
Siendo así, que tenemos un plan de industrialización ad-portas deberíamos analizar si el mismo es sostenible en el tiempo. Un proceso de industrialización requiere de personas debidamente capacitadas. Contingentes de técnicos, ingenieros y científicos son necesarios para construirlo. Con los niveles educativos que tenemos (los resultados de la prueba PISA nos colocan en el último lugar entre 65 países evaluados) y con el penoso sistema universitario que desea conservar sus privilegios, es obvio que no puede haber industrialización sostenible a la vista.  En ese sentido el debate y la decisión política debería encauzarse por apoyar todo esfuerzo que tenga  como objetivo mejorar la educación. Esa es la gran prioridad. Siendo así de repente el presidente ya no hablaría de industrialización sino de investigación e innovación, de “mentefactura” en lugar de manufactura, de industrias culturales en lugar de plantas industriales, de servicios en lugar de producción, de intangibles en lugar de tangibles es decir de todo aquello que signifique ser parte de  la sociedad del conocimiento. Está demostrado que con una buena educación uno puede pasar de una economía primaria (basada en exportación de materias primas) a una terciaria (basada en servicios) o cuaternaria (cuya fortaleza es la información y la innovación) sin pasar por la economía secundaria (es decir la industrialización).
Pero para ello debería haber un plan estratégico prospectivo, es decir qué tipo de país queremos ser, en qué escenario nos queremos desenvolver,  en qué actividad debemos concentrar nuestros esfuerzos, tomando en cuenta las tendencias mundiales.  De todo ello, que hoy está en la incertidumbre, sea cual sea el camino que sigamos la educación  está siempre presente.  Y  según como la tratemos el camino nos llevará al desarrollo o a perder todo lo andado.
Antes de diseñar un plan, sería bueno que los señores del gobierno definan cuál es su prioridad.
Juan Sheput

Artículo publicado hoy en Diario 16



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