El siguiente es mi artículo publicado el miércoles 20 de Noviembre en Diario 16:
Como dos gotas de agua
Como montesinismo se identificó a la cleptocracia que se
enseñoreó en el Perú en la década de los noventa. La cleptocracia se define
como el sistema que busca la corrupción de las instituciones, el peculado
abierto, la manipulación de la sociedad a través de los medios, el clientelismo
político, la ruptura del orden democrático (aunque cuida de su apariencia) y el
privilegio de determinados intereses económicos.
A tenor de algunos comentaristas pareciera que el
montesinismo es malo si sirvió a
Fujimori y bueno si es que aparece en el gobierno de Humala. No es así. Es nefasto para la democracia per
se y por lo tanto hay que identificarlo y denunciarlo.
El montesinismo necesita para su desarrollo a gobernantes
débiles y manipulables, a entornos ambiciosos e inmaduros, a ministros
dispuestos a sacrificar todo por un fajín y a un congreso sumiso que deponga
valores a cambio de favores. Para que el montesinismo se enseñoree se requiere
que el mandatario se deshaga de sus colegas de la primera hora, que vuelva a su
partido una figurita de colección, que
destruya a sus enemigos vía la calumnia o la extorsión y que manipule los servicios
de inteligencia en pro de sus torcidos intereses.
El presidente Humala sabía desde un primer instante de los
nexos de su entorno más cercano con Vladimiro Montesinos. Se le dijo con
claridad que su asesor más cercano, Adrián Villafuerte, era hombre de confianza
del general montesinista César Saucedo. No hizo caso, siguió con él a su lado,
a pesar de las denuncias de manipulación de los ascensos y de la forma como
militares de las tres armas desfilaban para reunirse con él en Palacio de
Gobierno.
Es en ese sentido que el presidente Ollanta Humala es el gran
responsable de la crisis que en estos días remece a su gobierno y daña al
régimen democrático.
Por otro lado cuando uno analiza la forma como se desenvuelve
este gobierno encuentra un paralelo con lo sucedido en la década de los
noventa. Desde el ninguneo al partido
oficialista, cuya bancada parlamentaria antes manejaban por bíper y hoy por blackberry,
hasta ministros frívolos que aceptan ser
pantalla de los que realmente manejan el sector. Todo parece indicar que lo que habido como
consecuencia del destape de la periodista Cecilia Valenzuela es un aborto de
una operación de inteligencia encubierta destinada a anular a adversarios en
pro de la reelección indefinida conyugal. Claro que esto no lo quieren ver las,
digamos buenas personas, utilizando un
término de Fernando Rospigliosi. Ni
siquiera lo ven las dirigencias partidarias, esas cuyos cálculos personales y
oportunidades de aprovechamiento del poder son primero que el cuidado del
régimen democrático, tampoco los “analistas” y politólogos siempre dispuestos a
quedar bien con el poder de turno. Igual
fue en los noventa. Hoy, al igual que ayer, es un puñado de periodistas, al
margen de sus medios, y de políticos, al margen de sus partidos, los que en
conjunto con un pequeño sector de la sociedad civil se percatan que Ollanta
Humala no está diciendo la verdad y algo grave está ocultando.
Hay más de un indicio que nos indica que lo que sucede es un calco del montesinismo que buscaba la
reelección indefinida de Alberto Fujimori. Hoy es más burdo, es cierto, pero
está allí a través de sus mismos operadores. No espero absolutamente nada del
actual Congreso, en el cual no se va a investigar nada. La pequeñez política
blindará cualquier cosa en el intercambio de favores. Este, nuevamente, es un
momento para los verdaderos demócratas, aquellos que no tuvieron temor en
enfrentarse a un poderoso Vladimiro Montesinos que hoy a través de sus
segundones vuelve a aparecer generando
un clima inaceptable de deterioro de la democracia.
Juan Sheput
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