Una vez más ha habido cambios en la
Presidencia del Consejo Directivo del Centro Nacional de Planeamiento
Estratégico – CEPLAN. Es el tercer cambio en lo que va de este gobierno. En
esta oportunidad ha sido designado Carlos Anderson Ramírez, reemplazando a Mariano
Paz Soldán Franco quien estaba en el cargo desde marzo del año pasado. Si nos
atenemos a lo escuchado y leído al señor Anderson, pues habría que tener
esperanzas en que el rumbo del CEPLAN puede cambiar.
A diferencia de países vecinos como Colombia,
Chile y Brasil –y en menor escala Ecuador- en el Perú no existe una cultura de
largo plazo que se haya planteado, para orientar su futuro, la construcción de
escenarios a futuro. Ello ha generado que seamos presos de la coyuntura, sin
definiciones claras respecto a nuestro horizonte. La pregunta ¿a dónde queremos
ir? sólo se menciona circunstancialmente en situaciones electorales o en
eventos anuales como la CADE pero luego es letra muerta: la presión del corto
plazo así lo exige.
El otro problema existente es el
economicista. Todo debate de futuros en el Perú pasa por un criterio económico
que, como es obvio, prioriza el modelo que favorezca las ganancias
cortoplacistas. Para ello cuenta con un sistema muy bien diseñado, que ha
demostrado su eficacia, que funciona. En efecto, tienen think tanks,
columnistas de opinión, políticos y politólogos a la orden y medios de
comunicación. Es así que cuando surge un planteamiento que saque de su zona de
confort a los intereses económicos de inmediato surgen voces amenazantes que
señalan que “el modelo está bien” y que simplemente no puede cambiar.
Por eso se debe escapar de esta lógica
economicista. Un debate de futuros es un tema complejo que tiene diversas
aristas como la medioambiental, social, tecnológica, política y –cómo no- la
económica. Es necesario plantearlo, bajo la metodología que brinda la
prospectiva estratégica, para que el Perú defina cuál es el escenario por el
que quiere apostar y así alinear esfuerzos en pro de construir nuestro futuro.
Porque de eso se trata: de administrar el
futuro. De construir las condiciones para que el futuro sea nuestro porque lo
moldeamos de acuerdo a nuestros intereses y que no sea como es hoy en que
caemos en un futuro, a veces no deseado, simplemente porque no hicimos nada
para diseñarlo según nuestros propios intereses.
Hace 20 años Chile, en ejercicio prospectivo,
diseñó un futuro en que se constituía como potencia mundial alimentaria. Desde
allí viene haciendo lo necesario para cumplir con lo definido. Igualmente, hace
15 años, Colombia se vio como país símbolo de la biodiversidad. En concordancia
se ha preocupado de formar un contingente de biólogos, físicos y químicos en pos
de ese objetivo. Brasil, en silencio, se
planteó un futuro con gran valor tecnológico. Hoy es sede de universidades de
élite mundial y su producción de patentes está muy por encima de todos los
países latinoamericanos.
Nosotros en Perú ¿qué queremos ser? ¿Se
quiere definir a la gastronomía como uno de los motores del futuro? Pues eso
nos debería llevar a debates sobre si convienen
o no los transgénicos, por ejemplo, o si es necesario promover la
agricultura orgánica y no dar pie a cultivos industriales. Definido el
escenario del futuro se alinean todos los esfuerzos en pro de conseguirlo.
Esperamos que la gestión del señor Carlos
Anderson esté a la altura de un país que, como el Perú, tiene fundamentos para
ser un país distinto, para bien, de cara a la celebración de su bicentenario.
Publicado
en Diario 16 el 27 de marzo del 2013
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