En mi columna de hoy, publicada en Diario 16, planteo a partir de un ejemplo ficticio cómo Yanacocha equivoca su estrategia en el proyecto Conga.
Conga o el costo de la impericia política
“Hemos decidido suspender la
construcción del edificio hasta que se culminen los cimientos” es el comunicado
escueto que la empresa constructora
decide enviar a un grupo de vecinos que está en contra de la obra. Parecería una burla. Todos sabemos que sin
cimientos no hay edificio. Todo es parte de un mismo proyecto.
En el mismo sentido, a fines de
junio, horas después que el presidente Humala anunciara que Conga va, “pero
primero está el agua”, los funcionarios de Yanacocha Carlomagno Bazán, Luis
Argüelles y Marco Balcázar anunciaron que el proyecto minero Conga empezaba con
la construcción de los reservorios los cuales culminarían el 2014. Decir ahora que el proyecto está suspendido
hasta dicho año y que solo se limitan a la construcción de los reservorios es
una tomadura de pelo, que alienta el clima de violencia que lamentablemente
puede volver a revivir en Cajamarca.
El gran problema de Yanacocha,
por su trayectoria, es su credibilidad. En lugar de construir confianza en su
relación con las comunidades que se oponen al proyecto, los funcionarios de la
empresa plantean afirmaciones que se estrellan contra la posición antiminera.
“Conga está suspendido” dice la minera. “Retiren la maquinaria” responden los cajamarquinos. El gobierno brilla por su
gigantesca incompetencia política, déficit que se ha agudizado con el actual
gabinete del premier Juan Jiménez Mayor.
Es así que llegamos a una
situación en que ya nadie cree a nadie, a ningún interlocutor. Los sacerdotes
invocan a un diálogo en donde una de las partes no los reconoce como
intermediarios. Los empresarios mineros y promineros dicen que el proyecto se
ha suspendido cuando no es así. Los siguen a pie juntillas los miembros del
gobierno que no saben qué hacer. Sigue el entrampamiento, estamos peor que
nunca.
No creo que exista peruano que se
oponga a una sana inversión minera. Los recursos se necesitan pero sin
sacrificar a las comunidades circundantes a los proyectos mineros. El proyecto
Conga, de haberse manejado de otra manera, con mayor oficio político, bien
podría haber servido para que en el Perú se discutan las políticas públicas
para nuestro desarrollo, de cara a nuestros principales activos: la minería y
el medio ambiente. Pero no ha sido así, se ha optado por la política del
avestruz o la claudicación, según sea el caso.
En paralelo, por esta impericia
del gobierno, el Perú se ha quedado sin
la posibilidad de atender un estudio técnico que nos diga cual es el mejor
lugar para un aeropuerto alterno a Lima. Nuestra capital, de ocurrir un gran
terremoto, puede quedar aislada al
deteriorarse los aeropuertos de Pisco y el Callao. Pero ese escenario no le
parece importar a un gobierno que sólo tiene como bastón al piloto automático
de la economía. A la primera protesta
deja de lado el proyecto.
El gabinete Jiménez, en tan sólo
un mes, nos ha dicho con claridad que de ellos nada podemos esperar.
Juan Sheput
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