Extraño país el nuestro. Tenemos una vieja y ancestral pasión
por el autoengaño. Las evidencias no son aceptadas, un mundo ideal se impone
siempre a la realidad. Siempre encontramos un pretexto para maquillar el
conformismo o simple temor a enfrentar los hechos. Por eso cuando estos llegan
y se imponen, nuestra capacidad de reacción está maniatada.
Si un vehículo cae al abismo por ignorar una señal de
peligro, la culpa es del aviso y no del conductor. Igual nos conducimos en la
vida política. No sólo ignoramos la historia sino, lo que es peor, nos negamos
a aprender del error. Por ello repetimos
los pesares. Una y otra vez arrastramos la piedra hasta el borde, la
dejamos caer y luego la volvemos a elevar y soltar para seguir el ciclo de
manera interminable.
Es indiscutible el paralelo existente entre el gobierno del
presidente Humala y el de Alberto Fujimori. Ambos llegaron al poder de manera
democrática. Los dos se deshicieron de su entorno más cercano, político y
técnico. Ambos apostaron por miembros del círculo familiar para resolver los
temas especiales vinculados a las donaciones u otro factor crematístico. Uno y otro se rodeó de un pequeño comité para
elegir colaboradores. Ambos se entregaron de manera entusiasta a un sector del
poder económico traicionando sus promesas iniciales.
Fujimori encontró un Congreso con personalidades que tuvo que
cerrar. Humala se siente cómodo con un Congreso que se ha anulado solo pues ha
decidido no confrontar. La ausencia de
control político permite que el Perú se solace con un crecimiento económico con
pies de barro pues no es sostenible en el tiempo ya que la economía sufre de
alta vulnerabilidad.
Tanto Humala como Fujimori pueden desplegarse en viajes y
tours al extranjero ignorando los serios problemas nacionales. Las reformas
quedan de lado cuando el problema es mantener la popularidad. La lucha contra
la corrupción es un eslogan pues se tolera su notoria práctica. La democracia se hace más precaria pues se
adapta a los nuevos estilos de sumisión a los poderes fácticos.
Nuestro país tiene serios problemas que son ocultados bajo cortinas mediáticas del estilo
“eso es lo que le gusta la gente”. La
falta de educación y cultura ha igualado a todas las clases sociales en el
conformismo. Pretendemos ser desarrollados y nos comportamos como ilustres
ciudadanos del tercer mundo: cortoplacistas, gastadores y con clara devoción
por una cultura del espectáculo y escándalo.La economía no lo es todo. Y si no
lo cree pues mire qué tipo de ciudadanos está construyendo nuestro crecimiento
económico. La involución social es evidente
por no decir que padecemos una
sociedad decadente.
Tenemos a dos ministros que mienten, un premier que apuesta
por enfrentar a masas contra masas y un presidente que puede cambiar de opinión
a cada momento pues eso en el Perú no se llama desgobierno sino pragmatismo.
Si alguien cree que así seremos en el 2021 un país
desarrollado no tenga la menor duda que será aplaudido pues está ejerciendo la peruanísima costumbre
del autoengaño.
Juan Sheput.
Este artículo ha sido publicado hoy en Diario 16
1 comentario:
No voy adornar la píldora del populuro, solo que hay razón de entender esta problemática de valores políticos que cada crece como copa de nieve, alguna vez conversamos cuando se apoyo al Dr. Toledo y también criticamos porque también hubo corrupción entre gitanos no podemos adivinarnos la suerte; pero ya la historia esta repasada y ahora solo queda que los partidos con experiencia como lo es Perú Posible y los demás comiencen ha hacer de lo que han hecho lustros de años a preparar no solo su gente, sino a la población en pleno como deben hacer liderazgo, valores nacionales para el crecimiento y la sostenibilidad de una nación que quiere ser fuerte y poderosa, que permitirá levantan la autoestima nacional, banco de proyectos desde los distritos, provincias y regiones, identificación del porque de los numerosos conflictos sociales y cual debería ser su manejo y solución. tanto Fujimori como Ollanta son nacionalistas pero para afuera.Alexsandro
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