La crisis europea sigue generando polémica y es un incentivo importante para el despertar intelectual. Al menos eso se desprende de este breve resumen de un ensayo que, sobre la crisis europea, escribió Geert Mak respondiendo al desafío que lanzó el semanario alemán DieZeit al preguntarse por qué los intelectuales alemanes se encerraban en su silencio.
El artículo que presento a continuación es muy didáctico. Desde sus primeras líneas señala algo que para mí es muy importante: la prevalencia de la política por sobre la lógica del dinero. Lo mismo sucede en el Perú donde solemos tener ministros de Hacienda y no de Finanzas. La lógica que se impone siempre es la del flujo de caja y así no llegaremos muy lejos.
La reconquista de Europa según Geert Mak
9 enero 2012
Rotterdam
En realidad no formaba parte de sus proyectos inmediatos, pero Geert Mak escribe ahora un libro sobre Estados Unidos, ya que Europa ha pasado un poco a un segundo plano. Pero cuando el semanario alemán DieZeit se preguntó por qué los intelectuales europeos se encerraban en su silencio, escribió De hond van Tišma. Wat als Europa klapt? [El perro de Tišma. ¿Y si explotara Europa?]
El perro de Tišma es un libro breve y oscuro. Junto a Norman Davies, historiador especializado en Europa, Geert Mak llegó a la conclusión que la cumbre de los dirigentes europeos de diciembre terminó con su última esperanza. "Me temo que esto se acabó".
Es la historia del demasiado poco y del demasiado tarde. Poco dinero para el fondo de rescate, pocas posibilidades de sanciones, poca visión y en definitiva, poca dirección europea. "La Alemania de Merkel", escribe Geert Mak, "ha desaprovechado una ocasión histórica de convertirse en la auténtica dirigente de Europa. Por miedo a un espectro, el de la inflación, Alemania empuja a Europa a la recesión". "Es un error", afirma Geert Mak. "Lo que habría que hacer es hacer funcionar la plancha de billetes. Y no apretar los tornillos al Sur hasta el punto de asfixiarle".
En su opinión, es necesario reconquistar Europa, que debe dejar de obedecer a la lógica del dinero. Pero ¿cómo hacerlo? En 1989, el Occidente libre prevaleció sobre el comunismo. Y autorizó un terrible derrape hacia un capitalismo de casino.
Al hacer negocios se asumen riesgos. Puede que los esfuerzos se vean recompensados, pero también puede salir mal. Todos los comerciantes lo saben. Pero el librecambio se ve perturbado por los bancos, que prácticamente han iniciado una revolución antidemocrática. Se han adueñado del poder. Todo el mundo sale muy mal parado de esta crisis, excepto los que son responsables de ella. Los bancos no corren ningún riesgo y el sector público corre con los gastos.
Hace poco, asistí a una reunión en la que un gran economista chino y un responsable africano de un banco central reprendían a un grupo de especialistas europeos del sector financiero. Un giro histórico interesante. El africano decía: sus bancos están repletos de personas enormemente competentes, pero han cometido todos los errores posibles e imaginables. Esto sólo puede explicarse porque en sus decisiones han intervenido otros factores. En África, llamamos a estos otros factores corrupción. En la sala se hizo el silencio. Se refería a las primas y tenía toda la razón.
Europa era una tentativa de elevar la democracia por encima de las fronteras nacionales. ¿La democracia es incapaz de hacer frente a un mercado mundial desenfrenado?
Es un aspecto que me entristece profundamente. A pesar de todos sus fallos, a pesar de todas sus heridas y sus golpes, la Unión Europea es una experiencia fantástica en este sentido. Por ello debemos defenderla con uñas y dientes. En este siglo XX feroz, la UE debería ser el modelo que sirva para mantener en pie los valores democráticos. Si esto desaparece, vendrán otros a ocupar el vacío que deja Europa. Los estadounidenses, los chinos, los brasileños, los rusos.
La UE es un producto característico de la fe en la viabilidad de una vida comunitaria. ¿Al final acabarán teniendo razón los populistas? ¿Acaso no funciona?
No. Sólo tienen razón en un punto: en Europa se extiende un sentimiento de malestar como si se tratara de una niebla. En Países Bajos, este sentimiento es muy fuerte. Otros países ronronean de satisfacción. Los populistas traducen este malestar. Comprendo las críticas dirigidas a Europa, pero replegarse sobre uno mismo es creer en la magia. Un mito nacional es increíblemente seductor. A veces, llego a pensar por la noche, cuando estoy en la cama qué ocurriría si fuera de derecha durante un cuarto de hora. ¡Sería estupendo!
Este malestar es palpable en su libro. Siente que su alma es europea y aporta la visión de un historiador. Pero al final se rinde y acaba admitiendo que esto no funciona.
Quizás sea triste, pero no me ha sorprendido. En el último capítulo de mi libro In Europa [En Europa. Un viaje a través del siglo XX, Ed. Destino, 2006], ya escribía que el barco se encontraba muy desequilibrado con 27 capitales en el puente de mando. Advertí que esto plantearía graves problemas en caso de tormenta. Y ahora, la tormenta está causando estragos.
Su libro acaba con una nota sombría. ¿Qué espera del 2012?
Este año, la cuestión es saber a qué se parecerá Europa. ¿Seguirá siendo un sistema comunitario bajo la dirección de una poderosa Comisión Europa o se convertirá en un sistema intergubernamental descentralizado, como desean los alemanes? En este sentido, Países Bajos puede desempeñar la función de intermediario. No somos tan dogmáticos como los alemanes. Por lo tanto, asumamos plenamente esta función, aunque sólo sea por interés personal. Porque somos, y seguiremos siendo, un país que abierto hacia el mundo.
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