El día que inició su campaña, el presidente Alejandro Toledo anunció que ante cada ataque e insulto iba a responder con una propuesta. Una medida inteligente, sin duda, que coincide con lo que reclama la mayoría de peruanos: la necesidad de debatir con altura, temas de altura en el contexto de una campaña electoral
Nuestros adversarios parece que no reaccionaron con agrado ante dicha propuesta. Las campañas políticas peruanas tienen como característica fundamental lo que se conoce como la “guerra sucia” en la cual es experto más de un político local. Al tener como estrategia el señalamiento de una idea para el debate, los expertos en zancadillas e insultos se quedaban en el aire, no tenían de qué agarrarse.
Días después, en coincidencia con lo anunciado, Perú Posible lanzó su plan llamado “La revolución educativa”. En él se mencionaba la necesidad de aumentar a los maestros dentro de un esquema que premia la meritocracia. También se trataban otros puntos que, de manera complementaria, diseñaban un horizonte favorable para la educación en el Perú.
La sola mención del plan desató la histeria colectiva en las filas de la competencia. Reaccionaron con insultos, infamias, adjetivos y calificaciones desatinadas en bloque. No tengo la menor duda que el insulto constituye para estos señores una tabla de salvación que oculta su pavorosa falta de ideas.
Perú Posible tomó la decisión de no contestar, evitando descender al nivel de aquellos que devalúan la práctica política. Hasta allí muy bien. Sin embargo ¿Cuál debe ser la posición de Perú Posible cuando se destruyen los límites éticos con el único afán de ofender y dañar la imagen de un candidato? ¿Se debe responder con propuestas a lo que es una vulgar infamia, un acto de bajeza periodística con fines calculados? ¿Se debe poner la otra mejilla cuando se llega al nivel de la calumnia, la manipulación y la desinformación?
La revista Caretas, la semana pasada, presentó parte de una foto, en un ámbito social, que transmitía la sensación de que dos personas, distantes, eran amigos íntimos. Así se cumplía con el objetivo de deslizar la imagen de un Alejandro Toledo vinculado al narcotráfico. La reacción fue proporcional a la infamia: enérgica y contundente. No podía ser de otra manera. Perú Posible no tiene nada que ver con esa lacra.
El narcotráfico es más duro de combatir que el terrorismo. El terrorista se enfrenta al sistema, abiertamente. Uno sabe quién es el enemigo. El narcotraficante infiltra al Estado, la política, los empresarios, las fuerzas armadas y policiales, los medios de comunicación. No se sabe dónde está. Debemos estar alertas, qué duda cabe. Pero se le hace un gran favor manchando las honras de aquellas personas que podrían combatirlo.
Juan Sheput
Nuestros adversarios parece que no reaccionaron con agrado ante dicha propuesta. Las campañas políticas peruanas tienen como característica fundamental lo que se conoce como la “guerra sucia” en la cual es experto más de un político local. Al tener como estrategia el señalamiento de una idea para el debate, los expertos en zancadillas e insultos se quedaban en el aire, no tenían de qué agarrarse.
Días después, en coincidencia con lo anunciado, Perú Posible lanzó su plan llamado “La revolución educativa”. En él se mencionaba la necesidad de aumentar a los maestros dentro de un esquema que premia la meritocracia. También se trataban otros puntos que, de manera complementaria, diseñaban un horizonte favorable para la educación en el Perú.
La sola mención del plan desató la histeria colectiva en las filas de la competencia. Reaccionaron con insultos, infamias, adjetivos y calificaciones desatinadas en bloque. No tengo la menor duda que el insulto constituye para estos señores una tabla de salvación que oculta su pavorosa falta de ideas.
Perú Posible tomó la decisión de no contestar, evitando descender al nivel de aquellos que devalúan la práctica política. Hasta allí muy bien. Sin embargo ¿Cuál debe ser la posición de Perú Posible cuando se destruyen los límites éticos con el único afán de ofender y dañar la imagen de un candidato? ¿Se debe responder con propuestas a lo que es una vulgar infamia, un acto de bajeza periodística con fines calculados? ¿Se debe poner la otra mejilla cuando se llega al nivel de la calumnia, la manipulación y la desinformación?
La revista Caretas, la semana pasada, presentó parte de una foto, en un ámbito social, que transmitía la sensación de que dos personas, distantes, eran amigos íntimos. Así se cumplía con el objetivo de deslizar la imagen de un Alejandro Toledo vinculado al narcotráfico. La reacción fue proporcional a la infamia: enérgica y contundente. No podía ser de otra manera. Perú Posible no tiene nada que ver con esa lacra.
El narcotráfico es más duro de combatir que el terrorismo. El terrorista se enfrenta al sistema, abiertamente. Uno sabe quién es el enemigo. El narcotraficante infiltra al Estado, la política, los empresarios, las fuerzas armadas y policiales, los medios de comunicación. No se sabe dónde está. Debemos estar alertas, qué duda cabe. Pero se le hace un gran favor manchando las honras de aquellas personas que podrían combatirlo.
Juan Sheput
Artículo publicado el 9 de febrero del 2011 en Diario 16
2 comentarios:
Mientras no se sincere el problema de las drogas, no habrá resultado permanente alguno, no olvidemos que un asunto de oferta y demanda no se resuelve atacando sólo un lado del problema. En cuanto al problema de Alejandro Celestino, ese tema es su destino no compartible.
El único culpable de esto es Alejandro Toledo, está a punto de recibir un narcoestado y de pronto lanza un mensaje ininteligible en relación a las drogas, que podía ser interpretado de muchas formas. Peru Posible debería dar gracias porque a pesar de los desatinos verbales de su lider el pueblo los sigue favoreciendo con su preferencia. Pero cuidado, la benevolencia de los peruanos seguro que tiene un límite.
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