Moisés Naím es uno de los intelectuales más influyentes del Mundo. Desde hace 10 años dirige la prestigiosa revista Foreign Affairs.
Moisés Naím ha escrito para El País un interesante artículo Idiotas contra Hipócritas, donde explica la forma como presidentes poco democráticos han reaccionado contra el golpe de Estado en Honduras.
A continuación el artículo que reproducimos íntegramente:
Idiotas contra Hipócritas
¿Será que no leen? ¿Que no ven CNN? ¿O es que vivir en Honduras es como vivir en Marte? ¿O es que son idiotas? ¿A quién se le ocurre que en un país pequeño y pobre los militares pueden sacar al presidente de su cama pistola en mano y expulsarlo del país sin que la comunidad internacional reaccione con furibunda indignación? Un país grande y con bombas atómicas podría darse ese lujo sin sufrir mayores consecuencias, ¿pero Honduras? Honduras no.
Las torpezas hondureñas son sólo superadas por la explosión de hipocresía que han desencadenado
El hecho es que las élites políticas y militares hondureñas dieron un golpe de Estado. Peor aún: no necesitaban hacerlo. Con aplicar las leyes les hubiese bastado, ya que el presidente Manuel Zelaya había incurrido en múltiples violaciones de la Constitución. La Corte Suprema, el Congreso y otras instituciones hondureñas así lo habían certificado. Más aún, tan sólo faltaban unos meses para las elecciones presidenciales. ¿Por qué se precipitaron? ¿Por qué utilizaron a los generales en vez de usar a los juristas?
Los golpistas aducen que se vieron obligados a actuar como lo hicieron ya que Zelaya, apoyado por Hugo Chávez, estaba dispuesto a usar trampas electorales para perpetuarse en el poder. Pero quizá el factor que más les estimuló a actuar fue que por las porosas fronteras hondureñas comenzaron a entrar agentes venezolanos y cubanos con maletas llenas de dólares y camionetas cargadas de armas. Los dólares y las armas, dicen, están destinados a organizar violentas milicias de Hondureños con Zelaya. Aun suponiendo que esto sea cierto, el golpe militar es inexcusable. Además, si el presidente Zelaya está incurso en todos los delitos de los cuales se le acusa, ¿por qué en vez de detenerlo para ser juzgado, lo sacaron del país?
Ni más ni menos que Raúl Castro —¡Raúl Castro!— pide sanciones mundiales contra un pequeño país cuyos líderes tomaron el poder por la fuerza. Hugo Chávez, cuya carrera política comenzó cuando lideró un sangriento golpe militar contra un Gobierno democrático, truena contra los golpistas hondureños y amenaza con una invasión. Los presidentes de ese bastión de democracia que se llama la Alternativa Bolivariana de las Américas (Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela) exigen indignados que se aplique inmediatamente la carta democrática de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Con la firma de este documento en 2001, las naciones americanas acordaron que sólo los países democráticos pueden formar parte de la OEA. Según los presidentes del ALBA es lógico, por tanto, expulsar inmediatamente a Honduras. Esta lógica no se les apareció por ningún lado cuando hace poco abanderaron la iniciativa de incluir a Cuba en la OEA. El hecho de que ése no fuese un país democrático les parecía un detalle banal.
Para estos presidentes, que antes despreciaban a la OEA, ahora este organismo es el más importante de la región, y tratan a su secretario general, el chileno José Miguel Insulza, como el máximo garante de las democracias latinoamericanas. Hace no mucho, el presidente Chávez insultaba casi a diario a Insulza. Lo llamaba “insulso” y, con la elegancia intelectual que le caracteriza, lo calificó en televisión con el nombre que en Venezuela se usa para describir el vello anal. Es por tanto reconfortante ver que Honduras ha hecho recapacitar a Chávez y que ahora trabaja mancomunadamente con Insulza para proteger la democracia. Al menos, les debemos esto a los militares hondureños.
Y no podía faltar el imperio yanqui. El presidente de Bolivia, Evo Morales, denunció que esta crisis se ha fraguado en Washington. E insistió en que la intervención extranjera en los asuntos internos de los países es inaceptable. El hecho de que Obama haya denunciado firmemente la situación en Honduras y que no reconozca a las nuevas autoridades son detalles irrelevantes para el estadista boliviano. También ignora el hecho de que intervenir en la política interna de otros países es una de las actividades diarias de su mentor y financiero, el presidente venezolano.
Pero no todo en esta situación es torpeza e hipocresía. La crisis de Honduras les manda a los militares del continente una fuerte señal: los golpes militares ya no son lo que eran. No lo hagan. Y a los políticos de la región también les manda un claro mensaje: Hugo Chávez es tóxico. Manuel Zelaya le debe mucho a Chávez. Pero su cercanía con el teniente coronel le terminó costando mucho más de lo que le aportó.
Las torpezas hondureñas son sólo superadas por la explosión de hipocresía que han desencadenado
El hecho es que las élites políticas y militares hondureñas dieron un golpe de Estado. Peor aún: no necesitaban hacerlo. Con aplicar las leyes les hubiese bastado, ya que el presidente Manuel Zelaya había incurrido en múltiples violaciones de la Constitución. La Corte Suprema, el Congreso y otras instituciones hondureñas así lo habían certificado. Más aún, tan sólo faltaban unos meses para las elecciones presidenciales. ¿Por qué se precipitaron? ¿Por qué utilizaron a los generales en vez de usar a los juristas?
Los golpistas aducen que se vieron obligados a actuar como lo hicieron ya que Zelaya, apoyado por Hugo Chávez, estaba dispuesto a usar trampas electorales para perpetuarse en el poder. Pero quizá el factor que más les estimuló a actuar fue que por las porosas fronteras hondureñas comenzaron a entrar agentes venezolanos y cubanos con maletas llenas de dólares y camionetas cargadas de armas. Los dólares y las armas, dicen, están destinados a organizar violentas milicias de Hondureños con Zelaya. Aun suponiendo que esto sea cierto, el golpe militar es inexcusable. Además, si el presidente Zelaya está incurso en todos los delitos de los cuales se le acusa, ¿por qué en vez de detenerlo para ser juzgado, lo sacaron del país?
Ni más ni menos que Raúl Castro —¡Raúl Castro!— pide sanciones mundiales contra un pequeño país cuyos líderes tomaron el poder por la fuerza. Hugo Chávez, cuya carrera política comenzó cuando lideró un sangriento golpe militar contra un Gobierno democrático, truena contra los golpistas hondureños y amenaza con una invasión. Los presidentes de ese bastión de democracia que se llama la Alternativa Bolivariana de las Américas (Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua y Venezuela) exigen indignados que se aplique inmediatamente la carta democrática de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Con la firma de este documento en 2001, las naciones americanas acordaron que sólo los países democráticos pueden formar parte de la OEA. Según los presidentes del ALBA es lógico, por tanto, expulsar inmediatamente a Honduras. Esta lógica no se les apareció por ningún lado cuando hace poco abanderaron la iniciativa de incluir a Cuba en la OEA. El hecho de que ése no fuese un país democrático les parecía un detalle banal.
Para estos presidentes, que antes despreciaban a la OEA, ahora este organismo es el más importante de la región, y tratan a su secretario general, el chileno José Miguel Insulza, como el máximo garante de las democracias latinoamericanas. Hace no mucho, el presidente Chávez insultaba casi a diario a Insulza. Lo llamaba “insulso” y, con la elegancia intelectual que le caracteriza, lo calificó en televisión con el nombre que en Venezuela se usa para describir el vello anal. Es por tanto reconfortante ver que Honduras ha hecho recapacitar a Chávez y que ahora trabaja mancomunadamente con Insulza para proteger la democracia. Al menos, les debemos esto a los militares hondureños.
Y no podía faltar el imperio yanqui. El presidente de Bolivia, Evo Morales, denunció que esta crisis se ha fraguado en Washington. E insistió en que la intervención extranjera en los asuntos internos de los países es inaceptable. El hecho de que Obama haya denunciado firmemente la situación en Honduras y que no reconozca a las nuevas autoridades son detalles irrelevantes para el estadista boliviano. También ignora el hecho de que intervenir en la política interna de otros países es una de las actividades diarias de su mentor y financiero, el presidente venezolano.
Pero no todo en esta situación es torpeza e hipocresía. La crisis de Honduras les manda a los militares del continente una fuerte señal: los golpes militares ya no son lo que eran. No lo hagan. Y a los políticos de la región también les manda un claro mensaje: Hugo Chávez es tóxico. Manuel Zelaya le debe mucho a Chávez. Pero su cercanía con el teniente coronel le terminó costando mucho más de lo que le aportó.
1 comentario:
Señor Sheput:
1. Se puede coincidir o no con el comentario del señor Naim, pero sí llama la atención el papel que le da a Estados Unidos, no solo en este caso particular, sino en toda la historia del intervencionismo en América Latina.
2. Pareciera, según el comentarista, que cuando se habla de intervención uno se estuviera refiriendo a Cuba, como era durante los 60 y 70 del siglo pasado, o a Chávez y sus "amigos" como lo es ahora. Pero se ignora por completo a la gran potencia mundial, y a la única que tiene más de 200 bases militares en todo el planeta y la única que se da el lujo de invadir cualquier país de los cinco continentes: Estados Unidos.
3. Lo que uno se pregunta es: ¿y dónde está el "policía" (parodiando a la famosa película de humor)? Tanto en los "análisis" de Alan García como en muchos otros Estados Unidos simplemente no existe en la política interna de Latinoamérica. Los únicos que se entrometen son Chávez y compañía. ¿Estamos leyendo bien la historia?
4. Definitivamente el ocultar la huella del gigante ignorándolo no sirve de nada para entendernos y entender la política Latinoamericana. Quien pretende hacernos creer que Norteamérica jamás interviene, y que eso de la CIA son solo "teorías de la conspiración" es que le está haciendo el juego a la dominación. Nadie, ningún político o analista serio, va a creer que las cosas suceden sin la venia o participación de Estados Unidos, en ninguna parte del mundo.
5. De modo que, con el respeto que se merece el señor Naim, no está diciendo toda la verdad, y quien no dice toda la verdad y oculta lo más importante miente, aunque el resto sea cierto (porque no estamos negando que haya intervencionismo de parte de Chávez, pero es ridícula con respecto al gran imperio del norte). Soslayar eso, pretender insinuar la inexistencia de Estados Unidos en la política centroamericana es, por decir lo menos, escandalosamente inaceptable. Usted, como analista que es, estoy seguro que pensará de la misma manera.
Muchas gracias.
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