miércoles, 16 de diciembre de 2020

El Sectarismo Político

Si bien es cierto la llamada crispación empezó con el enfrentamiento permanente entre Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuzcynski, es con Martín Vizcarra que la situación política adquiere niveles de turbulencia que afectaban cualquier tipo de acercamiento.

Martín Vizcarra buscó un enemigo y lo encontró. Primero lo llamó "fujimorismo", luego "aprofujimorismo" y luego, ambos términos, los asoció con el Congreso de la República al que terminó disolviendo (desde mi punto de vista ilegalmente). La necesidad de tener un enemigo visible que le permita antagonizar y ponerlo contra la sociedad, siempre ha sido un objetivo de aquello que llama Fernando Rospigliosi, la "coalición vizcarrista".

Todo ello ha traído como consecuencia que en estos días el país atraviese por un escenario de violencia y polarización social como nunca antes se ha visto. La descalificación del adversario, la mentira permanente, el papel de los medios de comunicación totalmente parcializados, son parte de este esquema.

Es lo que un grupo de intelectuales norteamericanos, quince prominentes miembros de la academia, ha venido en llamar "sectarismo político". Elemento corrosivo que ha llevado a que el acuerdo político sea poco menos que imposible.

¿Cómo ha sido definido este llamado sectarismo?

Según los intelectuales tiene tres elementos capitales:

- La aversión hacia quien piensa distinto. 

- La "otredad", una especie de "los otros contra nosotros".

-La moralización, sentirse dueños de señalar que es lo moral y qué no es moral.

Como podemos observar este fenomeno, el del sectarismo, empleado para definir el comportamiento de Donald Trump calza perfectamente en el ámbito local. Es lo que practican Martín Vizcarra y sus allegados, o quienes ven en el otro, no a un adversario político con el cual se puede llegar a concesiones, cesiones mutuas o acuerdos, sino al enemigo a quien hay que eliminar. Esto ha traído como consecuencia una violencia verbal y física que va a convertir en imposible cualquier posibilidad de sacar adelante reformas, leyes específicas, o cualquier tipo de acuerdo político. 

Para llegar a este nivel de deterioro no se puede ocultar ni soslayar dos fenómenos adicionales. Por una parte el papel que juegan las redes sociales, y en ellas las empresas encargadas de construir "bots" y troles para descalificar al adversario, y por otra los medios de comunicación, en los cuales los periodistas han devenido en activistas, promotores o azuzadores,  es decir, no se limitan a informar sino que toman partido por una de las causas, abierta y desvergonzadamente.

Punto aparte es el abuso descarado de la mentira que se acepta y difunde de manera natural. Una que está en boga es la que llama "golpistas" a los parlamentarios que votaron por la vacancia de Martín Vizcarra por corrupción y receptor de coimas. Un proceso constitucional legítimo, que inclusive culminó con la presidencia de Francisco Sagasti luego del breve periodo de Manuel Merino, es deformado llamándolo "golpe de Estado" y a sus protagonistas "golpistas". Es la necesidad lógica de construir un enemigo.

El Perú atraviesa por un pésimo momento. Pero recordemos. Esta situación no solo es responsabilidad de los políticos sino tambien de un amplio margen del tejido social: academia, medios de comunicación, empresarios, entre otros. 

Ingresamos así a una recta final electoral en la cual el peligro no solo proviene de la pandemia del coronavirus Covid19 sino de algo peor: la incapacidad de entendernos como sociedad.

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