Cual si fueran dos caras de una
misma moneda, el día de ayer tuvimos la oportunidad de ver la presentación de
la Canciller de Alemania Angela Merkel
ante su Parlamento y del presidente Vizcarra ante un grupo de
periodistas. Ello nos permitió hacer un ejercicio comparativo, totalmente
válido, en lo que se refiere a los estilos de gobierno que protagonizan en dos
países distintos, en la lucha contra la pandemia del COVID19.
Es así que en tanto la señora
Merkel señalaba que respetaba al máximo la libertad de prensa y que las
críticas, de donde vinieren, eran bienvenidas, el presidente Vizcarra
seleccionaba por su parte las preguntas que iba a contestar y, ante una
inquisición sobre este estilo nada democrático, contestaba con displicencia
“que pregunten mañana”. Desafortunada respuesta en un contexto en que los
especialistas indican que el gobierno peruano viene desinformando respecto a
las cifras que sobre el avance del COVID19 se presentan.
Por otro lado en tanto la
Canciller de Alemania decía que no estaba de acuerdo con utilizar un lenguaje
bélico para retratar esta lucha contra la pandemia (y vaya que Alemania sabe de
guerras), el presidente del Perú insistía en utilizar un injustificado lenguaje
bélico, que hasta la fecha no se ha interiorizado en la inmensa mayoría de
peruanos. “Estamos en guerra” parece ser el mantra que repiten funcionarios y
allegados al oficialismo.
Pero lo más resaltante entre
estos contrastes es el que tiene que ver con el nivel de respeto a la
Constitución y al tejido institucional. En tanto la Canciller de Alemania se
presenta ante el Bundestag (el Parlamento Alemán) para rendir cuentas, señalar
el estado de la Nación e iniciar la discusión de sus propuestas, en el Perú, el
presidente Vizcarra anuncia que una vez más pedirá delegación de facultades al
Congreso y peor aún, anuncia una rueda de conversaciones no con las bancadas
parlamentarias ni con los partidos políticos, sino con un grupo de
representantes de universidades, periodismo, “trabajadores” y empresarios para
evaluar la propuesta que se ha preparado en el Consejo de Ministros. Es decir
el presidente de la república ningunea al Congreso de la República y en su
lugar convoca a una cumbre de poderes fácticos. En ese sentido cabe preguntarse
respecto al papel del representante de los medios de comunicación. Siendo la
esencia del periodismo fiscalizar al poder ¿Cómo va a hacerlo si es parte de la
discusión? Realmente es insólito lo que viene pasando en el país respecto al
periodismo.
Es una situación insólita. La
democracia representativa es la base de nuestro contrato social expresado en la
Constitución. Dejar de lado al Congreso, en aras de una supuesta eficiencia, es
parte de una democracia directa que es la favorita de los autoritarismos o
prospectos de dictadores. Lo más lamentable es que al momento de escribir este
texto no se había pronunciado ningún miembro del actual Parlamento, es decir no
se pronuncian sobre la delegación de facultades ni tampoco sobre la marginación
de la anunciada ronda de conversación.
A manera de conclusión. Hay
sobrada evidencia que los países más exitosos en la lucha contra la pandemia
son aquellos que respetan su orden constitucional y su tejido institucional.
Juan Sheput
Este artículo ha sido publicado en El Reportero del 24 de abril del 2020
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