Pandemia sin control…político
“Cuando
algo es urgente es porque es demasiado tarde” reflexionaba Talleyrand y el
tiempo en más de una oportunidad le dio la razón. Actuar reactivamente no es
una proeza. Es la consecuencia de un descuido y es lo elemental que se debe
hacer cuando alguien enfrenta un problema que subestimó o no vio.
Durante la primera semana de
febrero, como consecuencia de lo que consideraba un triunfo electoral, el
presidente Martín Vizcarra dio una serie de entrevistas en la cual se abordó
diversidad de temas. El coronavirus ya era una realidad en Asia y en parte de
Europa y sin embargo Vizcarra no le dio ninguna importancia. No estaba en agenda.
No lo trató profundamente en las entrevistas. A tal punto es así que en un tuit
que lancé el 2 de febrero señalé que el presidente no tenía ni idea de lo que
era el coronavirus. Habrá alguien que dirá que no tenía por qué saberlo.
Entonces el presidente está rodeado, irresponsablemente, de mediocres que no le
hablan de la magnitud del problema y esa sí es su responsabilidad.
Durante el mismo mes de febrero
el presidente Vizcarra y sus ministros se reunieron con las bancadas del
congreso elegido y en ninguna de esas reuniones se abordó el tema del
coronavirus. Un problema de gran magnitud no estaba en el radar presidencial.
En esas reuniones se hablaba de la reforma judicial, la reforma política, la
salida de varios de sus ministros involucrados en actos de corrupción, la falta
de incubadoras y agua en hospitales, los decretos de urgencia, la migración, la
inseguridad, los feminicidios pero nada del coronavirus. Ni para el gobierno ni
para los congresistas electos el problema del virus existía.
Quienes tuvimos la oportunidad de
viajar al extranjero en esos días señalábamos con preocupación la total
ausencia de controles en el aeropuerto a diferencia de nuestros vecinos de
América Latina. Esa es otra responsabilidad del gobierno, un descuido de
carácter sideral pues el virus entró por el aeropuerto al venir de Europa en el
cuerpo de los que estuvieron por allá. Se pudo haber minimizado el efecto en
nuestra población y en la economía y haber ganado mucho tiempo si el gobierno
de Vizcarra hubiera actuado con mayor eficiencia y no con la indolencia que lo
ha llevado a tener, una vez más, una acción reactiva. Así que no es momento
para convertirlo en un semidios ni para aplausos adulones pues el gobierno es
responsable de la ausencia de controles, el desarrollo de la enfermedad y su grave secuela en nuestra economía.
También es un problema de control
político. Con muy pocas excepciones, situación similar a los años de Alberto
Fujimori, la mayoría de medios de comunicación sigue a pie juntillas la agenda
gubernamental, en este caso LavaJato y el énfasis en el pasado. Nula
investigación a hechos del actual gobierno. Esa situación se agrava con la
ausencia de control político. Si hubiera habido un Congreso en funciones estoy
seguro que ya en enero se habría citado a la ministra de salud para que rinda
cuentas sobre qué se venía haciendo en materia de salud para prevenir el ingreso
de la pandemia en el Perú. Y la ministra se habría visto obligada a acelerar o
diseñar o poner en marcha respuestas para enfrentar la amenaza del virus sobre
nuestro país ante la exigencia de los congresistas. Y al haberse planteado esas
preguntas en el Congreso se habría puesto el foco en esa noticia y habría
ingresado en agenda para el debate público. Pero no fue así. Esa es la importancia
del control político, que desde el 30 de setiembre del año pasado no existe en
nuestro país.
El gobierno de Vizcarra simplemente
está reaccionando ante la presencia del virus en nuestro país. Medidas
draconianas que en un principio no estuvieron acompañadas de las necesarias
medidas económicas que ayuden a los que menos tienen nos enfrentarán a un
futuro que requiere de un adecuado diseño de políticas de salud y reactivación.
Hasta ahora se viene haciendo lo elemental. Tenemos como ventaja el clima, un
verano que se prolonga y que favorece el estancamiento del virus, pero el
invierno está a la vuelta de la esquina. La idea es ganar tiempo para actuar con
eficacia, pensando en cómo minimizar los efectos de la pandemia y no en la
búsqueda de aplausos. Esa es la diferencia entre un hombre de Estado y un
simple jefe de gobierno.
Juan Sheput
Este artículo se ha publicado en El Montonero del 26 de marzo del 2020
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