jueves, 26 de marzo de 2020

De respuestas tardías y otros. Pandemia sin control...político.


Pandemia sin control…político
 Cuando algo es urgente es porque es demasiado tarde” reflexionaba Talleyrand y el tiempo en más de una oportunidad le dio la razón. Actuar reactivamente no es una proeza. Es la consecuencia de un descuido y es lo elemental que se debe hacer cuando alguien enfrenta un problema que subestimó o no vio.
Durante la primera semana de febrero, como consecuencia de lo que consideraba un triunfo electoral, el presidente Martín Vizcarra dio una serie de entrevistas en la cual se abordó diversidad de temas. El coronavirus ya era una realidad en Asia y en parte de Europa y sin embargo Vizcarra no le dio ninguna importancia. No estaba en agenda. No lo trató profundamente en las entrevistas. A tal punto es así que en un tuit que lancé el 2 de febrero señalé que el presidente no tenía ni idea de lo que era el coronavirus. Habrá alguien que dirá que no tenía por qué saberlo. Entonces el presidente está rodeado, irresponsablemente, de mediocres que no le hablan de la magnitud del problema y esa sí es su responsabilidad.
Durante el mismo mes de febrero el presidente Vizcarra y sus ministros se reunieron con las bancadas del congreso elegido y en ninguna de esas reuniones se abordó el tema del coronavirus. Un problema de gran magnitud no estaba en el radar presidencial. En esas reuniones se hablaba de la reforma judicial, la reforma política, la salida de varios de sus ministros involucrados en actos de corrupción, la falta de incubadoras y agua en hospitales, los decretos de urgencia, la migración, la inseguridad, los feminicidios pero nada del coronavirus. Ni para el gobierno ni para los congresistas electos el problema del virus existía.
Quienes tuvimos la oportunidad de viajar al extranjero en esos días señalábamos con preocupación la total ausencia de controles en el aeropuerto a diferencia de nuestros vecinos de América Latina. Esa es otra responsabilidad del gobierno, un descuido de carácter sideral pues el virus entró por el aeropuerto al venir de Europa en el cuerpo de los que estuvieron por allá. Se pudo haber minimizado el efecto en nuestra población y en la economía y haber ganado mucho tiempo si el gobierno de Vizcarra hubiera actuado con mayor eficiencia y no con la indolencia que lo ha llevado a tener, una vez más, una acción reactiva. Así que no es momento para convertirlo en un semidios ni para aplausos adulones pues el gobierno es responsable de la ausencia de controles, el desarrollo de la enfermedad y su  grave secuela en nuestra economía.
También es un problema de control político. Con muy pocas excepciones, situación similar a los años de Alberto Fujimori, la mayoría de medios de comunicación sigue a pie juntillas la agenda gubernamental, en este caso LavaJato y el énfasis en el pasado. Nula investigación a hechos del actual gobierno. Esa situación se agrava con la ausencia de control político. Si hubiera habido un Congreso en funciones estoy seguro que ya en enero se habría citado a la ministra de salud para que rinda cuentas sobre qué se venía haciendo en materia de salud para prevenir el ingreso de la pandemia en el Perú. Y la ministra se habría visto obligada a acelerar o diseñar o poner en marcha respuestas para enfrentar la amenaza del virus sobre nuestro país ante la exigencia de los congresistas. Y al haberse planteado esas preguntas en el Congreso se habría puesto el foco en esa noticia y habría ingresado en agenda para el debate público. Pero no fue así. Esa es la importancia del control político, que desde el 30 de setiembre del año pasado no existe en nuestro país.
El gobierno de Vizcarra simplemente está reaccionando ante la presencia del virus en nuestro país. Medidas draconianas que en un principio no estuvieron acompañadas de las necesarias medidas económicas que ayuden a los que menos tienen nos enfrentarán a un futuro que requiere de un adecuado diseño de políticas de salud y reactivación. Hasta ahora se viene haciendo lo elemental. Tenemos como ventaja el clima, un verano que se prolonga y que favorece el estancamiento del virus, pero el invierno está a la vuelta de la esquina. La idea es ganar tiempo para actuar con eficacia, pensando en cómo minimizar los efectos de la pandemia y no en la búsqueda de aplausos. Esa es la diferencia entre un hombre de Estado y un simple jefe de gobierno.

Juan Sheput

Este artículo se ha publicado en El Montonero del 26 de marzo del 2020

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