¿Los derechos humanos tienen precio?
La columna de opinión se
desplaza, por lo general, en el mundo de la coyuntura. Tiene en la reflexión de
lo local su insumo y alimento. Sin embargo a veces es necesario distanciarse un
poco de lo cotidiano para ver con detalle asuntos grávidos. Y uno de ellos es
el financiamiento de campaña, que atañe a los partidos políticos y, por
extensión, a los gobiernos cuando uno de aquellos triunfa en la lid electoral.
En los últimos días estamos
viendo el drama que acontece en Venezuela. La situación de abuso contra los
opositores ha llegado a niveles que no nos pueden ser indiferentes. Asesinatos,
secuestros, separación de familias, hostigamiento laboral, cárcel en condiciones infrahumanas, son parte
de un día a día venezolano que pronto superará lo descrito por Mario Vargas
Llosa en la mejor novela de este siglo,
La Fiesta del Chivo.
Sin embargo el drama torna en
doble porque hay silencio de los que deben hablar. Hay una complicidad en la
mayoría de presidentes de América Latina que han optado por permanecer callados
cuando juntos deberían dar un grito llamando la atención. La historia de
nuestro continente está llena de abusos que se pensaron superados como para
admitir su renacimiento. Y Venezuela es hoy el estandarte del desprecio por los
derechos humanos, con el agregado vergonzante de la complicidad silente de los
mandamases latinoamericanos.
¿Debemos aventurar el porqué de
este silencio? Pues sí, las circunstancias lo exigen. Las últimas campañas en
América del Sur fueron sazonadas por dinero proveniente de los altos precios
del petróleo de los que gozaba Venezuela. Acusaciones diversas de
financiamiento extranjero de campaña se dieron en todos los países aliados de
Hugo Chávez. Desde Correa en Ecuador hasta Humala en Perú, pasando por los
presidentes actuales de Argentina, Brasil y Bolivia, todos fueron acusados por
la prensa de haber sido financiados con dinero venezolano. Y por esas cosas de
la casualidad, son estos mandamases los que hoy callan ante los abusos que comete
Nicolás Maduro contra su propio pueblo.
En ese sentido no debemos olvidar
la forma como Nicolás Maduro, de manera atrevida, le pidió al presidente Humala
que cambiara a nuestro Canciller Rafael Roncagliolo. Lo hizo porque este último
pidió tolerancia y diálogo para con la oposición venezolana. De manera poco
digna, en esa oportunidad, el presidente Humala se quedó callado.
¿11 millones de soles es el
precio de los derechos humanos? No quiero ni pensarlo. Sería penoso que así
fuera. Lo que sí creo es que nuestro país es heredero de una tradición de
defensa de los derechos humanos que con su actitud el gobierno del presidente
Humala no está honrando.
Juan Sheput
Columna publicada hoy en Exitosa Noticias
Columna publicada hoy en Exitosa Noticias
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