Del uso electoral de los programas sociales
Es importante mirarnos en el
espejo venezolano por más de una razón. La principal es que existe un peligro
evidente de que el próximo proceso electoral, en nuestro país, esté contaminado
de afrentas, descalificaciones, audios manipulados y otros productos que tenga
a bien sacar una administración que, en lugar de aceptar el fin de su mandato
como uno de democrática competencia, está involucrada en temas como corrupción,
reglajes, uso de los servicios de inteligencia y populismo desenfrenado que,
por asuntos importantes como el espionaje, han logrado pasar a un segundo plano.
Inclusive el temor por enfrentar nuevas acusaciones ha obligado al gobierno a emitir
normatividad cuestionada y, desde mi punto de vista, inconstitucional, como la
prohibición al acceso a información pública como los viajes al exterior de
personajes vinculados al poder.
Pero hay un hecho más importante
que ha sido tapado por el escándalo del reciente espionaje por parte de marinos
peruanos para el vecino del sur. Se trata de la actitud del presidente Humala
en relación al uso de los recursos del Estado en los programas sociales. Es una
actitud cuestionable que exige de la vigilancia de los partidos democráticos.
Analicemos por qué.
Hay una vieja fórmula usada por
los tiranos latinoamericanos. Tiene que ver con la creación de dependencia en
base a las dádivas que se da a las personas de menores recursos. La fórmula es
simple. Se identifica un sector necesitado de algún programa social, luego se
le brinda la ayuda, en algunos casos desmedida, lo cual genera dependencia y
luego se le imparte temor ¿qué tipo de temor? Pues que le quiten los beneficios,
lo cual hace que el dependiente fije su mirada en el benefactor. En los
recientes procesos de re-reelección latinoamericanos ha sido común la ayuda,
luego la dependencia y finalmente la amenaza en el sentido de que si se cambia
de presidente le quitarán el programa social. Así se aseguran los votos, con
esta mezcla de clientelismo y temor.
Hace menos de una semana el
presidente Humala, en Huánuco ha aplicado esta fórmula. Ha dicho que como nunca
antes, se está ayudando a los más pobres. Ha señalado que los programas
sociales son prioritarios para su gobierno y que es la principal preocupación
de él y su esposa y, siguiendo el manual al pie de la letra, a continuación ha
acusado a los políticos tradicionales de estar “hablando ya de eliminar los
programas sociales”, de eliminar Qali Warma y Pensión 65 si llegan al poder.
Esta actitud, que contamina el tema electoral, no obtuvo respuesta de la oposición: el
espionaje, por su importancia, sirvió para dejar el tema, momentáneamente de
lado.
Por otro lado con dicha actitud, el presidente ha demostrado que el diálogo con
las fuerzas políticas era tan sólo una maniobra para ganar tiempo. El cambio de
ministros era indispensable no solo por los cuestionamientos sino por la
reconocida mediocridad de los salientes. Pero el plan A sigue vigente, golpeado
por determinadas circunstancias, pero vigente. Allí está.
Juan Sheput
Artículo publicado en la revista Velaverde del 23 de febrero del 2015
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