La banalización del diálogo
La palabra diálogo proviene del
latín dialogus, que significa
discurso racional o ciencia del discurso. El primero en utilizarla en una de
sus vertientes, la dialéctica, fue Platón, quien en filosofía la definía como
el intercambio de ideas para a través de ello “llegar a la verdad”. Es este
último concepto el que recoge el diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española cuando define al diálogo como la
“plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus
ideas o afectos”. Al leer las líneas precedentes es obvio, estimado lector, que
lo acontecido ayer en Palacio de Gobierno no es un diálogo.
Cuando el gobierno se desgastaba
en medio de una crisis política motivada por el destape de los reglajes, los
negocios privilegiados del amigo de la pareja presidencial Martín Belaúnde
Lossio y el agravio permanente de un par de ministros a personajes encumbrados
de la oposición, surgió el salvavidas lanzado por un grupo de partidos que,
movidos por el apresuramiento, llamaban a conversaciones con las más altas
instancias del gobierno. Este llamado público, que considero un error político
de la oposición, sirvió para que el oficialismo tomara la propuesta y convocara
a un amplio intercambio de opiniones cuyo objetivo sería construir una agenda
que mejore el rumbo de las acciones gubernamentales de cara a la transferencia
de poder que debe haber el próximo año. Sin embargo una vez más la falta de
pericia política transformó el regalo de la oposición en un bumerang. La
presidenta del consejo de ministros Ana Jara, entusiasmada con el ambiente
siempre cordial del Acuerdo Nacional, luego de una reunión de esta, hizo un
llamado al diálogo a todas las fuerzas
vivas, ampliando la convocatoria y destruyendo así lo que podría haber sido un
esfuerzo focalizado de entendimiento y respeto para con las principales fuerzas
políticas del país.
Al ver dicho comportamiento es
obvio que el gobierno jamás entendió lo que es un diálogo. A lo largo de estos
43 meses ha pulverizado todos los escenarios en que se pudo desarrollar
conversaciones. Ayer mismo la PCM Ana Jara hizo gala de la falta de equidad al
lanzar un monólogo de 30 minutos en presencia de la prensa luego de la cual la
invitó a salir dejando así a la oposición condenada a la nula difusión de sus
planteamientos lo cual, por decir lo menos, es una falta de cortesía que
hubiera causado el retiro de Palacio a otro tipo de oposición. Pero no fue así.
Los dialogantes se contentaron con tuitear, con lo cual demostraron que su indignación
es aún más estrecha que el campo que puede cobijar ciento cuarenta caracteres.
Lo que hemos visto es la banalización del diálogo, su
completa trivialidad. No servirá para nada y será un digno ejemplo de lo que es
parto de los montes, ese que luego de un terremoto abre las entrañas de las
montañas para parir un par de ratones.
La oposición, si realmente quiere hacerse respetar, tiene que entender que es fundamental para el
régimen democrático, y ello pasa por no seguirle el juego a un gobierno que
simplemente la quiere utilizar.
Juan Sheput
Columna publicada hoy en El Montonero
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