Ingeniería Política
En pocas semanas el presidente Ollanta
Humala, según mandato constitucional, hará la convocatoria a elecciones. En ese
momento el proceso electoral se pondrá en marcha y las reglas de juego no
podrán modificarse. Es decir, de no plantearse el inicio del debate político correspondiente,
estaremos inmersos en un nuevo calendario electoral con idéntico formato al
vigente.
Charles Maurice de Talleyrand
decía que cuando algo es urgente es porque ya era demasiado tarde. Si nos
acogemos al realismo y somos conscientes de las limitaciones del momento
podríamos decir que la frase del diplomático francés aplica a nuestras
circunstancias. Sin embargo, vale la pena hacer el esfuerzo. El Perú no tiene
posibilidades de ser un país desarrollado si no mejoramos la calidad de la política.
Tenemos un marco legal y constitucional que no es el adecuado para el tiempo
que vivimos. A pesar de ello, debemos construir una respuesta acorde a nuestra
realidad aunque desafortunadamente a veces se crea que importando soluciones la
mejora cae por añadidura. Un ejemplo de ello lo mencionó hace poco Jorge Nieto,
cuando indicó que los planteamientos de mejora en nuestros proyectos de reforma
electoral ya los tiene México que, como sabemos, sufre las consecuencias de una
clase política sumamente cuestionada.
¿Ello nos debe inmovilizar? No.
Durante años se ha puesto el esfuerzo en evitar cualquier tipo de reforma
constitucional o legal. Y la negativa ha venido, mayoritariamente, de líderes
de opinión ajenos a la política o de poderes fácticos que se sienten cómodos
con un elenco parlamentario mediocre, inundado de sujetos cuestionados y por
tanto altamente manipulable. Si existe en estos momentos una mala percepción de
la política es porque la opinión pública habla por lo que ve, y lo que ve es
consecuencia de elecciones amañadas internas, caudillismos irredimibles,
invitados que son recomendados por lobistas, candidatos que buscan en la
inmunidad parlamentaria al seguro que los libre de la cárcel y financiamiento
privado de campañas. Hacer una reforma electoral que impida que esto siga
ocurriendo es algo que minimizará el problema pero, debe quedar en claro, no lo
acabará.
Estoy de acuerdo con el inicio de
un debate político en el Congreso, sin embargo, no se debe apelar al hecho de
la sensibilidad parlamentaria ante la presión pública. Esto es infantil. En el Congreso
también hay políticos con trayectoria, que actúan con responsabilidad y entienden que una agenda bien puede ser
propuesta desde la sociedad.
El debate político nos permitirá
separar la realidad del romanticismo, este último también dañino. Insistir en
cuotas de género o para jóvenes no creo que sea sustantivo en estos momentos.
No hay cifras ni hechos concretos que demuestren que las cuotas para sectores
específicos mejoren la política. Distraería y nos alejaría de la línea mínima
que proponen los organismos electorales.
Este debe ser el primer paso para
una reforma política integral, diseñada con mecanismos propios de la ingeniería
política, es decir, buscando la coherencia entre las partes que forman el
sistema: Constitución, leyes y estatutos partidarios. Si seguimos con
soluciones aisladas la fuerza de la realidad hará que retroceda cualquier
esfuerzo de modificación del sistema, pues será equivalente a aplicar más energía al
caos.
Juan Sheput
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