martes, 8 de abril de 2014

La falsa Guerra 1939-1940

Hubo un periodo en la Segunda Guerra Mundial, comprendido entre la invasión a Polonia en septiembre de 1939 y mayo de 1940, que se conoce como la Falsa Guerra. En ese periodo primaban las escaramuzas y los soldados alemanes, literalmente, se aburrían frente a la Linea Maginot. Se pensaba inclusive que recomponer la paz era posible, sin embargo por Rusia y al afán de conquista de territorios por parte de Adolf Hitler, esto no se pudo. De este interregno trata el siguiente reportaje que nos trae ABC y que recomiendo leer:

La Falsa Guerra

Durante unos meses, la guerra en la Europa occidental quedó estancada, pero la lucha continuó en otros escenarios

Segunda Guerra Mundial: La falsa guerra, los falsos amigos y los falsos enemigos
El periodo de tiempo transcurrido entre la ocupación de Polonia, en octubre de 1939, y la fulminante ofensiva desencadenada por la Wehrmacht en el Oeste, en mayo de 1940, es conocido como «la falsa guerra». En contraste con lo ocurrido en 1914, apenas había ahora escaramuzas entre los principales contendientes, aunque se luchara en otros frentes.
Durante ese medio año de práctica inactividad bélica en la Europa Occidental, hubo incluso quien creía posible recomponer la paz. Sin embargo, aquellos meses, a veces a pesar de sus protagonistas, servirían para delimitar los campos enfrentados.

Nacionalismo

Ideológicamente antagónicos, nazis y comunistas habían llegado a un acuerdo porque, más allá de las ideologías, primaron sus intereses nacionalistas: si Hitler quería recomponer los viejos imperios alemán y austriaco, desmembrados tras la derrota de 1914, Stalinaspiraba a engullir en la URSS todos los territorios que habían formado parte de la Rusia del Zar y que se perdieron en la precipitada paz de Brest-Litovsk.
Alemania, es cierto, fue la iniciadora de la terrible segunda fase de «La Larga Guerra del siglo XX», pero el banderazo de salida lo dieron los soviéticos cuando, a cambio de un acuerdo de no agresión militar con aquellos con los que habían venido agrediéndose verbalmente durante años, aceptaron quedarse con media Polonia. Y, como postre, la aquiescencia germana a la ocupación soviética del resto de los territorios que habían formado parte del imperio ruso.
Así, mientras en el Oeste los soldados se aburrían en sus cómodos alojamientos de la Línea Maginot o de la Sigfrido, ayudaban a los campesinos en la vendimia, se iban de baile con las lugareñas, o sus mandos competían en invitaciones gastronómicas, cada cual más exquisita, en el Este el Ejército Rojo ponía fin por fases a la independencia de Letonia, Estonia y Lituania, despojaba a Rumania de la Besarabia y la Bucovina y desataba una guerra con Finlandia (la Talvisota, la Guerra de Invierno) por territorios y concesiones que subordinarían ese país a la URSS.
El mundo vio entonces a Stalin como el gran aliado de Hitler. Mucho más que a Mussolini, reticente a cualquier acuerdo con los comunistas, irritado por la ocupación de un país católico como era Polonia y temeroso de arriesgarse en una guerra cuyo resultado, aún incierto, podía poner en peligro su régimen. Basta ojear las hemerotecas para darse cuenta de que la opinión pública europea (y también la americana) consideraba a la Unión Soviética en el mismo bando que al Reich. Sobre todo tras la invasión de Finlandia.

Invasión

Pero no era sólo cuestión de opinión pública, reflejada en editoriales, artículos o caricaturas. La inesperada y heroica resistencia finlandesa, llevó a los Estados Mayores francés e inglés a planear la intervención en Finlandia frente al Ejército Rojo, aún a costa de invadir para ello la neutral Noruega.
La derrota finlandesa frustró esta operación para la que, incluso, se estaban concentrando ya las tropas. Así, tan sólo por semanas se evitó un enfrentamiento directo entre los aliados y los soviéticos, que hubiera llevado a éstos de manera inexorable y definitiva al bando alemán, con unas consecuencias que, para no jugar al futurible, podríamos calificar de insospechadas.

Aliado... por horas

Pero los planes de franceses e ingleses ni se olvidaron ni se abandonaron. Si Finlandia no pudo, de hecho, pasar a formar parte de los aliados (y uniría sus fuerzas a las del Eje en 1941, para terminar enfrentándose a él dos años más tarde), aún quedaba Noruega.
Su papel esencial en el abastecimiento de hierro y su larga fachada atlántica eran una tentación difícil de resistir, teniendo en cuenta además que su ocupación por los aliados supondría un radical cambio estratégico, al amenazar a Alemania desde el sur y desde el norte de forma simultánea.
En Berlín, sin embargo, la OKW (Oberkommando der Wehrmacht, el alto mando de las fuerzas armadas) había llegado a las mismas conclusiones, elaborando sus propios planes de invasión. Unos y otros fueron puestos en práctica de forma simu-tánea en cuanto, con la primavera, el tiempo hizo factible operar en el gélido Norte.
Los germanos llegaron primero, por horas… Y así, Noruega quedó integrada en los aliados, que teóricamente desembarcaron para repeler la agresión perpetrada por los ejércitos nazis. Si hubieran llegado sólo unas horas antes, franceses e ingleses habrían sido los agresores y las tropas de Hitler habrían acudido entonces a Noruega para impedir su ocupación.
La propia guerra, su desarrollo, fue inexorablemente agregando contendientes a uno y otro campo en función de estrategias militares y políticas, la mayor parte de las veces ajenas a quienes se vieron involucrados.
Ni el Eje, ni los aliados, tal como hoy distinguimos a unos y a otros, estaban definidos en aquellos meses de «la falsa guerra». Ni siquiera los que serían a la larga únicos vencedores de esta segunda parte de «La Larga Guerra del siglo XX» habían entrado en la contienda: la URSS, para su propia sorpresa, tuvo inopinadamente que dejar de ser el respaldo de la aventura militar del Reich, para convertirse en su más encarnizado enemigo. Y los japoneses lograron en Pearl Harbor que los Estados Unidos tuvieran causa y razón para no mantener su aislacionismo ni la neutralidad aprobada por ley… Amigos y enemigos aún estaban entonces por decidir.

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