El Gabinete Jiménez no da más
Con el objeto de minimizar los
efectos políticos negativos que se han generado con el nuevo audio que
compromete a autoridades del Poder Judicial y del Ejecutivo, el oficialismo no
ha dudado en esgrimir la hipótesis que la reunión se hizo de buena voluntad,
tratando de coordinar acciones a fin que los resultados finales del juicio no
perjudicara al Estado peruano. No se dan cuenta que con esta hipótesis el
oficialismo reconoce su incapacidad política para anticipar la consecuencia
de sus actos, análisis básico de la práctica política, que por lo visto está
ausente en el ejercicio cotidiano del poder del gobierno del presidente Ollanta
Humala.
Podríamos actualizar el viejo
dicho parafraseándolo: de buenas voluntades está empedrado el camino del
escándalo político. Y tomando en cuenta los continuos escándalos en que incurre
el gobierno en los últimos meses, el
escándalo que afecta al oficialismo es ya parte de la rutina que agobia a
Palacio de Gobierno.
Los ministros no encuentran como respuesta otra actitud que
la justificación permanente, con lo cual
afectan otra variable importante de cualquier esquema de gobierno: la
credibilidad. Y así se siguen hundiendo en un hoyo en que, no lo dudo, podrían
terminar en una grave crisis de gobernabilidad.
A los problemas gubernamentales
hay que agregarles los parlamentarios. La bancada oficialista no encuentra la
fórmula para enfrentar los ímpetus de la oposición aprofujimorista. Esta última actúa de manera coordinada y se aprovecha de la falta de consistencia de los parlamentarios
gobiernistas que ya están sufriendo las consecuencias de la dualidad y notoria
falta de experiencia en el mando, lo cual confunde, debilita y quita capacidad de reacción.
Se tiene así entonces a un gobierno
en el cual el presidente no tiene
gabinete ni bancada sólida en
cuanto a capacidad de reacción. Así, son
presa fácil de una
oposición que se enseñorea con el mismo orgullo con que un tuerto se
pasea en un mundo de ciegos y los
poderes fácticos, es decir sindicatos, prensa, empresariado, sociedad civil y
hasta la delincuencia organizada, también
ponen su cuota al jaquear a una
administración en la cual la inexperiencia y la falta de talante político
conforman un coctel autodestructivo.
La situación exige cuanto antes
un cambio de gabinete. El premier Jiménez ha perdido dos atributos necesarios
para fungir de presidente del Consejo de Ministros: autoridad y credibilidad. En esas condiciones él y
varios de los ministros ya no dan para más. De no proceder al relevo el
gobierno va a continuar en espiral descendente y, como decía líneas arriba,
puede ingresar en una crisis de gobernabilidad.
Se dice que el gobierno no cambia
al premier Jiménez pues no quiere enfrentarse al voto de confianza en el Congreso.
Pero de eso se trata señor presidente, de convocar a una personalidad para el
premierato capaz de ganarse el beneplácito del Parlamento. El problema para el “establishment” es que alguien así no se someterá a los caprichos de una “pareja
presidencial” sino al mandato único que nace de la institucionalidad
constitucional.
Juan Sheput
Artículo publicado en Diario 16 el 7 de agosto del 2013
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