Comentaba Luis Alberto Sánchez
que la persona que más se conmovió con el golpe del General Juan Velasco Alvarado el 3 de Octubre de 1968
fue el mismo Víctor Raúl Haya de la Torre. Sabía que de no mediar dicho golpe de
estado, él sería el próximo presidente de la República. Y así fue. El lamento
era justificado pues el Apra contribuyó con el estado de ánimo de la población,
favorable al golpe, por su despiadada oposición al gobierno de Fernando
Belaúnde. No era la primera vez, ya antes había pasado lo mismo con un
comportamiento parlamentario feroz contra los gobiernos constituidos con
similares resultados. El presidente Bustamante y Rivero sufrió de una
desconcertante oposición aprista que contribuyó a que el General Manuel A.
Odría justificara el golpe que dio en 1948, arranchando por lo menos 8 años de
democracia a las aspiraciones de Haya de la Torre.
El Apra pues fabricaba los
monstruos que luego devoraban sus justas aspiraciones presidenciales.
Fallecido Víctor Raúl Haya de la
Torre, quien se consolida como líder indiscutible del aprismo es Alan García
Pérez. Presidente del partido más no Jefe, como quisiera que lo llamaran, el
señor Alan García continúa cultivando la impaciencia acompañada de una
intemperancia que encontró en ciertos medios de comunicación y algunos
empresarios a cajas de resonancia y financistas de un juego de poder que le hace
mucho daño a la democracia.
Así fue como, en el año
2002, el señor Alan García fue el
responsable de que no pudiera discutirse con profundidad la Ley de Regionalización,
al sabotear, haciendo de infidente de una conversación al más alto nivel, la
postergación de su promulgación, lo que
condenó al país a sufrir de una regionalización que exige pronta modificación a
su ordenamiento legal. En ese entonces al Apra le interesaban las elecciones,
cuanto antes mejor, y no los intereses del país a través de un nuevo orden
territorial.
Posteriormente, y según grave
denuncia de Raúl Diez Canseco, el Apra le habría propuesto hacer un golpe de
Estado, buscando la vacancia fuera del orden constitucional del presidente
Alejandro Toledo. Por lo visto al Apra no le interesaba el drama que vivía el
país como consecuencia del desenmascaramiento del régimen fujimorista, corrupto
y asesino. Esta acusación es muy grave y
amerita una comisión de investigación en el Congreso pues de ser verdad
culminaría en una sanción constitucional y penal contra sus inspiradores tal y
como sucedió con Fujimori y los miembros de su gabinete golpista.
Sin embargo la historia no
culmina allí. Pocos meses después el aprismo siguió complotando contra el
gobierno de Alejandro Toledo arruinando la transición democrática. Hasta ahora
recuerdo el comportamiento del mismo Alan García en la protesta del 14 de Julio
del 2004 que buscaba –por supuesto que sí- el adelanto irresponsable de
elecciones.
Y llegamos a estos días en que el
señor Alan García, nuevamente, pone a la ciudad de Lima en jaque por su
impaciencia. Ha decidido que a su partido le conviene revocar a la alcaldesa de
Lima. No interesa lo que le conviene a la ciudad. Importan los pequeños
intereses, económicos o políticos. Nadie se corre del debate, que quede bien
claro, ni de lo que significa una política de choque, de complot o
conspiración, pues así es la política. Lo que ofende es que, a diferencia del
pasado, no se quiera reconocer el objetivo político y no se haya aprendido del
daño que se le hace a nuestras instituciones fundamentales. El aprismo (¿o el
alanismo?) sigue siendo impaciente lo que demuestra que a sus casi 90 años de existencia continental el
Apra no ha aprendido a medir las consecuencias de sus acciones.
Juan Sheput
* Artículo publicado en Diario 16
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