A propósito de los entendimientos que se vienen haciendo en el Congreso
de la república en relación a las designaciones de los miembros del Tribunal
Constitucional, Banco Central de Reserva y Defensoría del Pueblo se ha vuelto
al tema de la negociación política. Algunos, politólogos, señalan que esta
corresponde a un toma y daca que se da entre las fuerzas políticas lo cual
consideran como inaceptable. Otros, analistas,
indican que detrás de ello está un intercambio de favores con poco
sentido ético. Algunos, políticos con varios años como parlamentarios, dicen
incompresiblemente sentir vergüenza y pena de estos acomodos. Es decir hay
comentarios para todos los gustos y desde todas las canteras. Comprensible en un país donde la política,
siendo protagonista, no se desarrolla como un sistema y no tiene en la madurez
a uno de sus atributos.
La negociación es un ejercicio clave en el quehacer político. Al ser la
política importante, el rol que juegan las
fuerzas políticas que representan diversos intereses se dirime en el
campo de la negociación. La política exige que se converse, que se tomen
acuerdos. Y los partidos y políticos construyen su prestigio sobre la base del
respeto a estos acuerdos. Durante mi trayectoria política he tenido que
negociar y ponerme de acuerdo con representantes de partidos políticos que son
a la vez formidables adversarios y tengo que decir, en honor a la verdad, que
siempre hemos respetado lo acordado. Jamás he necesitado de un papel para
sellar un compromiso y ello lo debo también a la confianza que tenía en el
interlocutor que tenía al frente.
Los compromisos políticos son claves para el desempeño de la cosa
pública. Sería imposible marchar en algún sentido sin la existencia de ellos.
Es cierto que en determinadas ocasiones estos no se respetan, pero son la
excepción y como tal conforma un escenario de desprestigio para el actor
político o su partido. Repito que tan importante es la negociación como el
acuerdo que se sella con un compromiso.
Nuestro país no será jamás un país desarrollado si está dirigido por
una clase política que no entiende la importancia del acuerdo como expresión de
una negociación. Si no se sabe construir acuerdos habrá una crisis de confianza
que nos condenaría al imperio de lo reactivo, de la improvisación y a la
parálisis por crisis de confianza. El
Perú no puede llegar a un nivel de deterioro político de tal magnitud que ya ni
siquiera “el papelito manda”.
Juan Sheput
Artículo publicado hoy en Diario 16
No hay comentarios:
Publicar un comentario