Cuando leí la última encuesta de
Apoyo, publicada el último domingo, en la cual el presidente Humala seguía en tendencia
decreciente, acumulando 15 puntos porcentuales de caída en los últimos cuatro
meses, en lo primero que pensé fue que dicha encuesta se convertiría en
combustible para el populismo y el cortoplacismo. Y lamentablemente, por los
hechos subsiguientes, parecería estar en la razón.
El presidente Humala inició la
semana con una seguidilla de acciones microscópicas, desde anunciar más Cuna+
hasta demoler él mismo las casetas de peaje del Callao, símbolo de la
corrupción que aqueja estructuralmente a dicha región desde hace años.
Inauguración de veredas, anuncios microeconómicos, todo vale en esta carrera
hacia la recuperación de la popularidad. Es válido, no digo que no. Pero así
como asumimos con realismo la validez
del reciente desempeño presidencial también tenemos que reconocer que el tiempo
para las reformas se estaría acabando. Una vez más teniendo todo a favor, hasta
la prensa más complaciente del mundo, padecemos un gobierno rehén de la
coyuntura e incapaz de emprender por lo menos una reforma de fondo. Si no se ha
hecho con alta y sostenida popularidad menos se hará en momentos en que esta se
debate a la baja. Estamos condenados a un crecimiento económico mediocre,
vulnerable, que tarde o temprano, si no hacemos nada, nos llevará a colapsar.
África se parece a nosotros. También crece, por el petróleo, el diamante, los
minerales, pero también tiene conflictos y adolece de críticas, política e
institucionalidad.
En el terreno del cortoplacismo el
presidente ha dado muestras que no se ha quedado atrás. El anuncio que dos conocidos
presidentes regionales, César Villanueva de la región San Martín o Martín
Vizcarra de la región Moquegua, han sido preguntados sobre la posibilidad de
aceptar el cargo de Presidente del Consejo de Ministros es una confirmación que
el gobierno apuesta por la próxima
encuesta y no está pensando en las necesidades del país. Los atributos para el
nuevo Premier, que abarcaban desde la necesidad de construir consensos hasta
las capacidades políticas pasando obviamente por el diseño de una agenda más
allá de la ya anecdótica “hoja de ruta”
han quedado de lado siendo desplazados por una sola exigencia:
experiencia demostrada en resolución de conflictos. Pareciera que la elección
de Villanueva o Vizcarra tiene que ver con el llamado de atención del primero a
Santos y con la negociación con Quellaveco por parte del segundo.
De ser así quedaría demostrado que
el círculo íntimo de reflexión política del presidente no tiene idea de lo que se
requiere. Ser eficaz en Quellaveco no garantiza el éxito en Conga por una
sencilla razón: cada crisis es un mundo aparte.
No sé que sentido tiene decir que
una salida de Oscar Valdés sería un triunfo para los opositores cajamarquinos
si el nombramiento como premier de Villanueva o Vizcarra también estaría en
función de enfrentar a Marco Arana y Gregorio Santos. El gobierno no ha tenido
la habilidad de “descajamarquizar” la agenda, más bien insiste en que sus
acciones sigan girando en torno a ella.
Juan Sheput
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