20 años después aun sufrimos las
consecuencias
Mañana 5 de abril se cumplen 20
años desde que Alberto Fujimori cerrara
el Congreso. Dicha medida, aplaudida por la mayoría, fue consecuencia de una
campaña sucia dirigida desde el gobierno
con el objeto de desprestigiar al parlamento y justificar su tiránico
propósito. Fujimori contó para ello con la complicidad de un Tribunal
Constitucional, controlado por el Apra, dedicado a declarar inconstitucional
cuanta norma se promulgara. En tanto, el país se desangraba por culpa de un
terrorismo fortalecido como consecuencia del desgobierno y corrupción del
primer gobierno de Alan García, y reclamaba, a cualquier precio, orden.
Las consecuencias del 5 de abril
las padecemos hasta ahora. No sólo por el Estado cleptocrático que se instaló
ni por las violaciones de los derechos humanos sino también porque desde entonces vivimos un predominio de los poderes
fácticos por encima de los poderes constituidos. Desde el 5 de abril los mercantilistas, lobistas, la
política servil, algunos medios de comunicación, tomaron el control del país.
Los une la bandera económica, no
interesando su sostenibilidad ni la forma en que se hacen negocios menos aún la institucionalidad. La empresa
mercantilista aprendió a formar opinión a partir de redes mediáticas
entendiendo que para que ella funcione se requiere, en paralelo, de una
política débil incapaz de levantar, colectivamente, su voz. Fujimori le dio en
la yema del gusto a ese interés económico cortoplacista, el deterioro de la
política es permanente desde 1992 y no hay nada mejor para los poderes fácticos
que un gobierno débil o servil, un
parlamento sumiso y sin personalidad y
un poder judicial a la medida de la presión de turno.
Esa es la peor herencia del 5 de
abril. Un patrón de comportamiento, un sistema de usos y costumbres que sigue
vigente. Los medios de comunicación como medio de distracción que nos aleja de
la discusión de grandes temas. La farándula como protagonista de los mejores
horarios nocturnos. El Tanatos y el Eros, la sangre y el sexo, como elementos predominantes en carátulas y
noticieros. En nuestro país, a pesar de
los esfuerzos aislados, no es posible debatir políticas públicas que
contribuyan a la reflexión.
Veinte años después no hay un
proyecto serio que intente detener el deterioro de la política. No existe un
sistema de partidos porque simplemente no hay ni un solo partido que se
comporte como tal. La herencia del fujimorismo es también el fortalecimiento
del caudillismo y la consagración del
pragmatismo como sinónimo de traición a
las personas, promesas y compromisos políticos. La falta de talante político
convierte en difícil la tarea de modificar la Constitución en aquellos puntos
que una sociedad, que pretende ser desarrollada, necesita para
detener su involución.
Juan Sheput
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