Hace siete meses se advirtió de las consecuencias que podrían tener el sacar de mala manera a un conjunto de oficiales correctos de la Policía Nacional. Bajo el maquillaje de una reforma (que jamás existió) se pasó al retiro a oficiales honestos y capaces, así como también a algunos que no lo son. Los resultados son el desorden que vivimos en materia de seguridad ciudadana.
Apelando a las estadísticas algunos estudiosos señalan que no hay un rebrote de los asesinatos por encargo. Ignoran en su análisis que el contexto es distinto, que hay figuras nuevas como la extorsión (causada en parte por el crecimiento económico) y que el ajuste de cuentas a diferencia del ajuste de pandillas en el pasado, hoy sirve para eliminar a rivales sindicalistas, políticos o simplemente delincuenciales.
Ya no es el terrorismo el que mata como dicen los desubicados analistas. Son sicarios, elementos que han sido contratados por sujetos que buscan eliminar a sus rivales. En menos de una semana han sido así asesinados la dueña de un colegio, un ex-alcalde, un gobernador, una señorita de 16 años, un mecánico y un ciudadano por error de los sicarios.
Ante ello el Ministro del Interior, Daniel Lozada, no sabe qué hacer. Colocado allí como incondicional del ministro Oscar Valdés, el señor Lozada no tiene en claro qué estrategia seguir, qué tácticas tomar, quiénes deben ser los oficiales encargados de ponerlas en marcha.
Es lamentable que el Congreso no tome cartas en el asunto ante un gobierno que a la fecha demuestra no tener rumbo en diversos sectores.
A este ritmo se podría decir que el presidente Humala va a cumplir con su promesa de la gran transformación por la "mexicanización" en cuanto el símil con la ola delincuencial estamos padeciendo.
A este ritmo se podría decir que el presidente Humala va a cumplir con su promesa de la gran transformación por la "mexicanización" en cuanto el símil con la ola delincuencial estamos padeciendo.
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