No hay peor ciego…
El último fin de semana los
gobiernos de Perú y Venezuela han firmado una serie de convenios de mutua
colaboración. Acuerdos educativos, de salud,
hasta energéticos. Se sellaba así una alianza estratégica entre los dos
países según lo dicho por Hugo Chávez sin que aquí nadie se asombre por ello.
De allí que sorprenda la ligereza con que el tema ha sido tratado por la prensa
local y líderes de opinión. Un elefante se pasea por el Jirón de la Unión y no
le prestamos atención.
Los convenios han generado comentarios favorables y cuando no,
silencios. Sin embargo ni los
comentarios ni los silencios constituyen un análisis, que dé sentido a una
defensa o crítica de unos acuerdos que deberían, por lo menos, llamar a un
debate interno. A diferencia del comentario amistoso, el análisis revisa
hechos, identifica tendencias, busca y señala patrones de comportamiento. Y eso
se requiere en una circunstancia como esta.
Hugo Chávez, financista de varias
campañas en América Latina, ha hecho de este tipo de convenios el pretexto para
entrometerse en la política de aquellos países que dice beneficiar. El
petróleo, la agenda comercial y la ayuda
social, han sido máscaras idóneas para que desembarquen en los países
“beneficiados” asesores, médicos, especialistas y con ellos los manipuladores
de esperanzas que luego conseguirán los millones de votos que requiere la gran transformación bolivariana.
Así ha sucedido en Ecuador,
Bolivia, Argentina y Nicaragua, en donde los convenios energéticos no han
servido para construir refinerías ni nada por el estilo sino para enviar dinero
y petróleo que luego convierte a estos países en dependientes del capricho venezolano.
En esto no hay secretos. Argentina ha recibido 9,000 millones de dólares en 10
años. Nicaragua, donde Ortega acaba de ser reelecto, recibe de Chávez 500 millones de dólares al año.
En los cuatro países nombrados se
practica un populismo autoritario. Los recursos económicos abundantes, que
vienen del exterior, financian programas sociales permitiendo a estos gobiernos obtener el
respaldo popular que se requiere para ganar y ganar elecciones y modificar
constituciones. En todos estos países los presidentes han sido reelectos, han
modificado reglas de juego, han sido acusados de recibir financiamiento de
Venezuela y han “gozado” de congresos complacientes y temerosos de hacer
oposición.
El tema de discusión no es la
alianza entre PETROPERÚ y la ineficiente empresa repleta de deudas llamada
PDVSA, Petróleos de Venezuela, conocida también como la caja chica del chavismo.
Allá los funcionarios locales que aceptan acuerdos de cuyo contenido se enteran
después de la firma. El tema es fijar la atención en las consecuencias
políticas de estos convenios, haciéndole un seguimiento muy cercano y, por
supuesto revisándolos. Está clarísimo que se repite un patrón de comportamiento
que puede ser peligroso e irreversible
para el Perú.
Para hacer la diferencia con lo
sucedido en otros países hay que aprender de los errores que hoy lamentan otras sociedades. No ejercer la
oposición, minimizar los atropellos, justificar el autoritarismo y canjear
institucionalidad por la coyuntura de una hoja de ruta, son parte de una lista
de errores que no debemos seguir cometiendo.
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