La noticia de un secuestro siempre nos debe llevar a un escenario penoso. Más aún cuando se trata de un estudiante, hijo de un empresario coreano. El drama familiar es inmenso, tanto como la angustia que debe estar pasando el joven, que venía del colegio.
El objetivo de este post es llamar la atención sobre el terrible deterioro de la seguridad ciudadana en el país. El secuestro de un niño ya es palabra mayor en materia delincuencial, pues demostraría que los delincuentes cada vez más están incrementando su nivel de inescrupulosidad y desafío a la sociedad.
En países como México y Colombia, donde los secuestros son una pesadilla para la comunidad, se suele hacer presión mediática, una suerte de solidaridad con los secuestrados para que de esa manera los miserables sepan que la víctima no está sola. La familia, en coordinación con la policía, suele llevar el drama de la negociación con perfil bajo: no es juego, la vida de un ser querido está en el medio.
Lo peor que puede pasar ante un evento como este es la indiferencia de la sociedad, por motivos que no vale la pena tratar aquí. Debemos ver esta pesadilla como el incremento imparable de una ola delincuencial sin parangón, ante la cual el Ministro del Interior, persona que no es policía ni investigador, tiene que responder. Es cierto que en nuestro país ha habido lamentables casos de "autosecuestros" que han insensibilizado a la opinión pública. Sin embargo eso no nos debe llevar a ser indiferentes ni generalizar. En casos como estos es necesario actuar pronto y sancionar con todo el peso de la Ley pues el mal ejemplo cunde, y muy rápido, en materia delincuencial. Y ninguna familia merece sufrir la angustia de tener a un ser querido secuestrado.
La República: secuestran a hijo de empleado coreano y piden 5 millones
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