miércoles, 22 de junio de 2011

¡ Soy Inocente !

¡Soy inocente! (*)
El grito de Alberto
Fujimori ¡soy inocente! se extinguiría si Alan García decide, como se especula, concederle el indulto. Como se sabe, para que haya un indulto, tiene que haber un delito y una sentencia firme, pues esta figura administrativa consiste en perdonar la parte de la pena que no ha sido cumplida. Indultar a una persona, significa reconocer que el beneficiado es un delincuente, que ha cometido un delito por el cual, en su momento, fue sentenciado.
Esta situación colisiona con la estrategia fujimorista de todos estos años, de tratar de reivindicar la figura de Alberto Fujimori sobre la base que era una persona inocente. Sin embargo se nota que, fracasada la posibilidad de presionar a los jueces o magistrados del Tribunal Constitucional desde la orilla de un gobierno nuevo, se tiene que construir una nueva estrategia, pues estamos en un nuevo escenario, impensado para muchos fujimoristas.
¿El indulto es un tema de importancia nacional?
Sí. No sólo porque se trata de un ex presidente del Perú, sino por la forma como la justicia se puede convertir en moneda de cambio para otro presidente, Alan García, a quien no le interesan las instituciones sino su cálculo personal. Ya antes García ha indultado por razones de enfermedad a Fernando Dianderas, Julio Espinoza y José Enrique Crousillat. En el caso de estos últimos la prensa aseguró que se trataba de personas que padecían enfermedades graves o terminales, afortunadamente no fue así, sin embargo se les privilegió con una medida de la cual no gozan miles de presos a nivel nacional que sí padecen de condiciones deplorables de salud. Un elemento que se debe tomar en cuenta es que todos los mencionados tienen un factor común en sus delitos: la corrupción. La predilección del doctor Alan García por indultar a personajes ligados a la corrupción es digna de analizarse.
El presidente electo Ollanta Humala considera que se puede indultar a Fujimori en caso de grave enfermedad. Estamos de acuerdo, pero no es el caso ahora. Lo que no se puede permitir es que el indulto se convierta en vulgar toma y daca para lograr impunidad ante una eventual investigación en el Congreso. Tampoco se puede adoptar una posición pro indulto sin tomar en cuenta el dolor de las víctimas, de los asesinados por las órdenes de Fujimori que ejecutó el grupo Colina. No existe posibilidad de reconciliación en el Perú sobre la base del desprecio al dolor de los familiares de las víctimas del terror de Estado. Si se ignora esa situación y se procede a un indulto por intercambio político, de nada vale el Museo de la Memoria ni el trabajo de la Comisión de la Verdad pues sus propósitos y recomendaciones serían letra muerta. Estaríamos pues, gracias a García, a fojas cero. Cualquier sujeto, desde el Estado, podrá robar y matar con la esperanza de que algún día, con un presidente como Alan García, pueda ser indultado.

¡Soy inocente!
El grito de Alberto Fujimori ¡soy inocente! se extinguiría si Alan García decide, como se especula, concederle el indulto. Como se sabe, para que haya un indulto, tiene que haber un delito y una sentencia firme, pues esta figura administrativa consiste en perdonar la parte de la pena que no ha sido cumplida. Indultar a una persona, significa reconocer que el beneficiado es un delincuente, que ha cometido un delito por el cual, en su momento, fue sentenciado.
Esta situación colisiona con la estrategia fujimorista de todos estos años, de tratar de reivindicar la figura de Alberto Fujimori sobre la base que era una persona inocente. Sin embargo se nota que, fracasada la posibilidad de presionar a los jueces o magistrados del Tribunal Constitucional desde la orilla de un gobierno nuevo, se tiene que construir una nueva estrategia, pues estamos en un nuevo escenario, impensado para muchos fujimoristas.
¿El indulto es un tema de importancia nacional?
Sí. No sólo porque se trata de un ex presidente del Perú, sino por la forma como la justicia se puede convertir en moneda de cambio para otro presidente, Alan García, a quien no le interesan las instituciones sino su cálculo personal. Ya antes García ha indultado por razones de enfermedad a Fernando Dianderas, Julio Espinoza y José Enrique Crousillat. En el caso de estos últimos la prensa aseguró que se trataba de personas que padecían enfermedades graves o terminales, afortunadamente no fue así, sin embargo se les privilegió con una medida de la cual no gozan miles de presos a nivel nacional que sí padecen de condiciones deplorables de salud. Un elemento que se debe tomar en cuenta es que todos los mencionados tienen un factor común en sus delitos: la corrupción. La predilección del doctor Alan García por indultar a personajes ligados a la corrupción es digna de analizarse.
El presidente electo Ollanta Humala considera que se puede indultar a Fujimori en caso de grave enfermedad. Estamos de acuerdo, pero no es el caso ahora. Lo que no se puede permitir es que el indulto se convierta en vulgar toma y daca para lograr impunidad ante una eventual investigación en el Congreso. Tampoco se puede adoptar una posición pro indulto sin tomar en cuenta el dolor de las víctimas, de los asesinados por las órdenes de Fujimori que ejecutó el grupo Colina. No existe posibilidad de reconciliación en el Perú sobre la base del desprecio al dolor de los familiares de las víctimas del terror de Estado. Si se ignora esa situación y se procede a un indulto por intercambio político, de nada vale el Museo de la Memoria ni el trabajo de la Comisión de la Verdad pues sus propósitos y recomendaciones serían letra muerta. Estaríamos pues, gracias a García, a fojas cero. Cualquier sujeto, desde el Estado, podrá robar y matar con la esperanza de que algún día, con un presidente como Alan García, pueda ser indultado.

¡Soy inocente!
El grito de Alberto Fujimori ¡soy inocente! se extinguiría si Alan García decide, como se especula, concederle el indulto. Como se sabe, para que haya un indulto, tiene que haber un delito y una sentencia firme, pues esta figura administrativa consiste en perdonar la parte de la pena que no ha sido cumplida. Indultar a una persona, significa reconocer que el beneficiado es un delincuente, que ha cometido un delito por el cual, en su momento, fue sentenciado.
Esta situación colisiona con la estrategia fujimorista de todos estos años, de tratar de reivindicar la figura de Alberto Fujimori sobre la base que era una persona inocente. Sin embargo se nota que, fracasada la posibilidad de presionar a los jueces o magistrados del Tribunal Constitucional desde la orilla de un gobierno nuevo, se tiene que construir una nueva estrategia, pues estamos en un nuevo escenario, impensado para muchos fujimoristas.
¿El indulto es un tema de importancia nacional?
Sí. No sólo porque se trata de un ex presidente del Perú, sino por la forma como la justicia se puede convertir en moneda de cambio para otro presidente, Alan García, a quien no le interesan las instituciones sino su cálculo personal. Ya antes García ha indultado por razones de enfermedad a Fernando Dianderas, Julio Espinoza y José Enrique Crousillat. En el caso de estos últimos la prensa aseguró que se trataba de personas que padecían enfermedades graves o terminales, afortunadamente no fue así, sin embargo se les privilegió con una medida de la cual no gozan miles de presos a nivel nacional que sí padecen de condiciones deplorables de salud. Un elemento que se debe tomar en cuenta es que todos los mencionados tienen un factor común en sus delitos: la corrupción. La predilección del doctor Alan García por indultar a personajes ligados a la corrupción es digna de analizarse.
El presidente electo Ollanta Humala considera que se puede indultar a Fujimori en caso de grave enfermedad. Estamos de acuerdo, pero no es el caso ahora. Lo que no se puede permitir es que el indulto se convierta en vulgar toma y daca para lograr impunidad ante una eventual investigación en el Congreso. Tampoco se puede adoptar una posición pro indulto sin tomar en cuenta el dolor de las víctimas, de los asesinados por las órdenes de Fujimori que ejecutó el grupo Colina. No existe posibilidad de reconciliación en el Perú sobre la base del desprecio al dolor de los familiares de las víctimas del terror de Estado. Si se ignora esa situación y se procede a un indulto por intercambio político, de nada vale el Museo de la Memoria ni el trabajo de la Comisión de la Verdad pues sus propósitos y recomendaciones serían letra muerta. Estaríamos pues, gracias a García, a fojas cero. Cualquier sujeto, desde el Estado, podrá robar y matar con la esperanza de que algún día, con un presidente como Alan García, pueda ser indultado.

(*) Artículo de Juan Sheput publicado en Diario 16


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