Acabo de ver la repetición del programa de Andrés Oppenheimer, en el cual se detallaba sobre cómo los recursos naturales abundantes y con una administración pública ineficiente, pueden ser una maldición en lugar de un beneficio para las economías en desarrollo.
En la misma línea, otros destacados intelectuales, como Francis Fukuyama han señalado que no hay que confiarse en el crecimiento basado en commodities. Que puede revertirse en cualquier momento y la bonanza transformarse en crisis.
En el Perú gobernado por Alan García, el gobierno no ha hecho ni una reforma de fondo, se han dilapidado recursos económicos, hemos pasado del puesto 65 en el 2005 al 78 en el Ranking de Competitividad, no hemos ejecutado una política contracíclica y sin embargo se vive un triunfalismo infantil.
En el artículo que mostramos de El País, Joel Mokyr, plantea lo mismo. Habla de la necesidad de innovar e investigar, y luchar por un sistema universitario de excelencia. Nada de eso se está hablando en el Perú. Se vive del triunfo de coyuntura que busca el record estadístico y se olvida de las futuras generaciones.
Un crecimiento basado en construcción y precios de materias primas es ficticio, no es sostenible. Y si le añadimos una pobreza institucional, pues estamos siguiendo el camino de México antes que el de los tigres asiáticos o, en el ámbito local, el que están siguiendo Colombia, Chile o Costa Rica.
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