El riesgo puede aparecer cuando las probabilidades de éxito son menores al cien por ciento. A los ingenieros corresponde identificar esta probabilidad de ocurrencia y minimizar tanto su aparición como sus probables efectos.
La reciente desgracia sísmica que asoló Haití tiene cierto nivel de explicación. Desde hace más de doscientos años no había habido un sismo en dicha isla. Por otra parte el ser un país desintegrado, paupérrimo, de bajo nivel educativo y con una pésima conducción política ha generado que no exista la suficiente acumulación de datos como para que, en diversos aspectos, se tomen las previsiones del caso. Las humildes viviendas y las edificaciones más modernas estaban preparadas para resistir la lluvia, la tormenta o el huracán más no un movimiento telúrico, de allí el alto grado de destrucción y mortandad.
En nuestro país podríamos hacer un símil con la situación de Haití. Para un poblador de México, Bogotá, Buenos Aires o el mismo Haití suena inverosímil que una lluvia pequeña, que no llega ni a la centésima parte de lo que llueve en una tarde en cualquiera de estos lugares haga colapsar Lima y genere derrumbes y desgracias. Como saben, estimados lectores, en Lima no llueve mucho y las casas han sido construidas bajo la premisa de que no llueve en abundancia. Lo mismo sucede con la localización de las viviendas y edificios. Bajo el paraguas de confianza de que Lima está en medio de un desierto ni los inmuebles ni la infraestructura urbana están preparados para resistir un pequeño chubasco. Al no haber datos históricos respecto a lluvias en la capital (salvo la del 15 de enero de 1970), la probabilidad de ocurrencia es mínima, de allí lo vulnerable de Lima cuando una simple y humilde garúa pasa de humedecer a mojar nuestra ciudad tal y como sucedi{o hace un mes.
Hasta allí podría haber cierta explicación y disculpa en el colapso limeño y de nuestros hermanos de Haití. Pero en lo que no hay disculpa en nuestro país es en que sabiendo que somos un país altamente sísmico se permita construir edificios de vivienda múltiple en los acantilados de la Costa Verde, en los barrancos que dan frente al mar. Un acantilado que todos los días arroja piedras a las vías paralelas y que cada vez que ha habido un fuerte movimiento telúrico ha sufrido de grandes desprendimientos de rocas que hasta han causado la pérdida de vidas humanas.
Esta es una grave irresponsabilidad de la Municipalidad de Lima que, sabemos, es la responsable de estas autorizaciones de construcción ilegales. Lamentablemente se ignora esta realidad y preferimos ir en contra de lo que recomienda la ingeniería. Sabemos que hay sismos, sabemos que los acantilados son peligrosos y se construye sobre ellos. Cuando vuelva a haber un terremoto en nuestra ciudad ante la alta probabilidad de que haya víctimas en la Costa Verde y en todos los edificios sin supervisión, construidos bajo el amparo de la Ley 29090, no estaremos hablando de Riesgo e Ingeniería sino de una falta grave y de un delito penal.
La reciente desgracia sísmica que asoló Haití tiene cierto nivel de explicación. Desde hace más de doscientos años no había habido un sismo en dicha isla. Por otra parte el ser un país desintegrado, paupérrimo, de bajo nivel educativo y con una pésima conducción política ha generado que no exista la suficiente acumulación de datos como para que, en diversos aspectos, se tomen las previsiones del caso. Las humildes viviendas y las edificaciones más modernas estaban preparadas para resistir la lluvia, la tormenta o el huracán más no un movimiento telúrico, de allí el alto grado de destrucción y mortandad.
En nuestro país podríamos hacer un símil con la situación de Haití. Para un poblador de México, Bogotá, Buenos Aires o el mismo Haití suena inverosímil que una lluvia pequeña, que no llega ni a la centésima parte de lo que llueve en una tarde en cualquiera de estos lugares haga colapsar Lima y genere derrumbes y desgracias. Como saben, estimados lectores, en Lima no llueve mucho y las casas han sido construidas bajo la premisa de que no llueve en abundancia. Lo mismo sucede con la localización de las viviendas y edificios. Bajo el paraguas de confianza de que Lima está en medio de un desierto ni los inmuebles ni la infraestructura urbana están preparados para resistir un pequeño chubasco. Al no haber datos históricos respecto a lluvias en la capital (salvo la del 15 de enero de 1970), la probabilidad de ocurrencia es mínima, de allí lo vulnerable de Lima cuando una simple y humilde garúa pasa de humedecer a mojar nuestra ciudad tal y como sucedi{o hace un mes.
Hasta allí podría haber cierta explicación y disculpa en el colapso limeño y de nuestros hermanos de Haití. Pero en lo que no hay disculpa en nuestro país es en que sabiendo que somos un país altamente sísmico se permita construir edificios de vivienda múltiple en los acantilados de la Costa Verde, en los barrancos que dan frente al mar. Un acantilado que todos los días arroja piedras a las vías paralelas y que cada vez que ha habido un fuerte movimiento telúrico ha sufrido de grandes desprendimientos de rocas que hasta han causado la pérdida de vidas humanas.
Esta es una grave irresponsabilidad de la Municipalidad de Lima que, sabemos, es la responsable de estas autorizaciones de construcción ilegales. Lamentablemente se ignora esta realidad y preferimos ir en contra de lo que recomienda la ingeniería. Sabemos que hay sismos, sabemos que los acantilados son peligrosos y se construye sobre ellos. Cuando vuelva a haber un terremoto en nuestra ciudad ante la alta probabilidad de que haya víctimas en la Costa Verde y en todos los edificios sin supervisión, construidos bajo el amparo de la Ley 29090, no estaremos hablando de Riesgo e Ingeniería sino de una falta grave y de un delito penal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario