Un certero editorial de Augusto Álvarez Rodrich inspira este comentario. Un viejo dicho de la política tradicional dice que un político es aquella persona que hace reir a un niño mientras le quita el caramelo. Encandila para engañar. Muestra sus encantos para manipular.
Así actúan los políticos de viejo cuño, esos que no tienen cabida en sociedades desarrolladas o que son duramente criticados en aquellas que siéndolas tienen que soportarlos como es el caso de Berlusconi en Italia.
Alan García y su cúpula no quieren fiscalización. Tienen pánico de una fiscalización mínima pues saben que están metidos en más de un sucio arreglo que algún día saldrá a la luz. Y en ese sentido saben que el imaginario popular ya tomó nota pues la gente cree que la corrupción es el principal de los problemas en la actualidad.
Estamos pues viendo lo que significa tener como gobernantes a personas que son serviles con el poder económico como herramienta para lograr uno que otro beneficio personal.
Lo peor de la política.
Por otro lado...tambien viene... el tren eléctrico.
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