Es la hora del cambio, vale, ¿pero cómo?
El futuro productivo de España debe apoyarse en la innovación, la educación y la calidad
Saldremos de ésta. Más tarde o más temprano, la economía española dejará atrás la recesión y retomará la senda del crecimiento, aunque tardará -si es que lo consigue alguna vez- en volver a los ritmos del 3%, 4% o 5% registrados a finales de los noventa y principios de la presente década, cuando nuestro país superó con creces la media europea y alcanzó un nivel de vida desconocido en su historia. Sea como sea, los economistas coinciden en que es imprescindible que de las cenizas de esta crisis nazca en España un nuevo modelo de crecimiento menos dependiente de la construcción, más competitivo y cimentado en la innovación, la calidad y la buena formación de sus trabajadores. En palabras de Antonio Torrero Mañas, catedrático de la Universidad de Alcalá de Henares, "la crisis financiera internacional ha sido el detonante que ha precipitado el ajuste de la economía española, que hubiera sido inevitable en cualquier caso".
El aumento de la productividad está en boca de todos los economistas
Hay demasiados españoles bien formados trabajando en el extranjero
¿Pero cómo debe ser este nuevo modelo? ¿Qué hace falta para que España siga acercándose a los países más prósperos de Europa? ¿Cómo podemos, como dijo José Luis Rodríguez Zapatero hace una semana en la plaza de Vista Alegre, salir de la crisis "con menos ladrillo y más ordenadores"? Todos los economistas consultados para la elaboración de este artículo coinciden en una cosa: o cambiamos ya o nos arriesgamos a un estancamiento de consecuencias funestas para el bienestar de los españoles. Como dijo el premio Nobel Paul Krugman en su reciente visita a España, la perspectiva para la economía española es "aterradora" si no se toman medidas de calado, entre las que llegó a recomendar una rebaja de salarios.
La construcción, que llegó a dar trabajo a más del 8% de la población activa española, fue el motor del crecimiento durante más de una década. Desoyendo las llamadas de atención de los economistas, los Gobiernos del PP y del PSOE se apuntaron a la fiesta del ladrillo mientras duró, encantados de ver cómo caía el desempleo trimestre a trimestre. Pero luego vino la resaca. El estallido de la burbuja inmobiliaria ha supuesto un baño de realidad para todos, y la necesidad de cambiar el modelo de crecimiento ha dejado de ser un asunto exclusivo de los expertos para entrar en el Congreso de los Diputados y en las tertulias radiofónicas.
Decididamente, el entorno es hostil. La globalización, los cambios tecnológicos y la obligación de salvar el medio ambiente han transformado radicalmente la economía mundial en los últimos años, por no hablar de los efectos de la profunda crisis en la que todavía estamos metidos. China, India, Brasil han surgido con fuerza y reclaman un papel central en la toma de decisiones. En busca de mano de obra más barata, las grandes multinacionales no dejan de cerrar fábricas en Europa y Estados Unidos para instalarse en esos y otros países. La nueva situación ha sorprendido a España con el pie cambiado, construyendo casas desenfrenadamente desde A Coruña hasta Almería y manteniendo una estructura productiva anticuada y poco flexible. Algunos sectores se salvan: los bancos y las empresas de energías renovables, obra civil y telecomunicaciones han salido al exterior, se han colocado en vanguardia y pueden ayudar a hacer el cambio.
Alfredo Pastor, profesor de Economía del IESE, afirma que el nuevo modelo español debe apoyarse en actividades más productivas que las actuales. Tabmién hay que trabajar más y mejor y reducir una tasa de absentismo insostenible en los tiempos que corren. "No sólo debe haber gente bien formada y capaz de innovar, sino empresas capaces de contratar a esos profesionales y de hacer fructificar esas innovaciones", sostiene Pastor, quien recuerda que hay demasiados españoles muy bien formados trabajando en otros países. También es esencial, en su opinión, que los políticos sean capaces de crear el clima propicio para la innovación.
"El nuevo modelo debe apoyarse en el crecimiento de la productividad, la educación y la formación para fomentar la competitividad exterior", dice Mauro Guillén, director del Lauder Institute de la Wharton School, perteneciente a la Universidad de Pensilvania. Guillén hace hincapié en que la productividad crecerá cuando se asignen más recursos a actividades de futuro que saquen el máximo rendimiento "al capital, a la mano de obra y al saber hacer".
Por cuestiones geográficas, de población y de peso económico, la construcción seguirá siendo un sector importante en España, aunque jamás recupere el peso que ha tenido en los últimos años. No en vano, de la construcción dependen actividades como la fabricación de cemento, ladrillos, sanitarios y puertas, que dan trabajo a comarcas enteras en varias comunidades autónomas. Para Alfredo Pastor, que fue secretario de Estado de Economía en el último Gobierno de Felipe González, no se trata tanto de crear sectores nuevos como de modernizar los ya existentes. El profesor del IESE pone como ejemplo el turismo, que supone algo más del 10% del PIB español y que hace frente una competencia cada vez mayor de países como Turquía, Marruecos, Túnez o Croacia. El gasto medio por turista lleva años cayendo y a España parece costarle mucho elevar el nivel de sus visitantes.
¿Qué sector puede tomar el relevo de la construcción? Lo más probable es que no sea uno, sino varios. El Consejo General de Colegios de Economistas de España, que publicó en marzo pasado un amplio informe sobre la cuestión, considera esencial potenciar la biotecnología, la aeronáutica, los servicios avanzados, la salud y las energías renovables, sin perder de vista actividades con fuerte implantación en España como el metal, la agroalimentación o la química. El presidente del Consejo, Valentí Pich, explica que el nuevo modelo productivo español debe girar en torno a cuatro ejes: la innovación -tecnológica y no tecnológica-, el conocimiento -con un capital humano cada vez mejor preparado-, la internacionalización de las empresas -sean grandes, medianas, pequeñas o microempresas- y la sostenibilidad, esencial para garantizar la eficiencia en el uso de las materias primas. Pich opina que la industria, que aporta actualmente el 17,5% del PIB español, debería aportar como mínimo el 20,3% en 2015, en línea con la media de la zona euro. "Sin una armonización industrial, la convergencia de la renta per cápita española con los países más avanzados de Europa será difícil de alcanzar. Nuestras referencias deben ser Suecia, Alemania, Francia o Dinamarca", afirma Pich.
Fernando Eguidazu, presidente del comité de política económica del Círculo de Empresarios, advierte del peligro que supone que el Gobierno elija uno o varios sectores para volcar sobre ellos montañas de subvenciones con la esperanza de que se conviertan en el motor de la recuperación. El Gobierno de Finlandia, señala Eguidazu, no podía imaginar en los años ochenta que el país iba a convertirse en líder de la telefonía móvil, como Estados Unidos no pensaba en los sesenta que un día Syllicon Valley sería el centro de la industria mundial del microchip. "Los sectores de futuro no se descubren por ley", afirma Eguidazu, "sino que los descubren las empresas". En su opinión, lo que debe hacer el Gobierno es crear las condiciones idóneas y que sean los empresarios los que, como han hecho siempre, "se busquen la vida". Para el Círculo de Empresarios, la iniciativa privada necesita una economía más abierta, con más competencia y menos rigideces; energía abundante y barata -incluida la energía nuclear- y un marco regulatorio más sencillo que sustituya el "caos" en que 17 comunidades autónomas van cada una por su lado.
Un problema: ni el Estado, ni las empresas, ni las familias españolas pueden soportar un nivel de endeudamiento como el actual. Se impone una cura de adelgazamiento, y eso no es una opción: o la hace la economía española o se la harán los mercados financieros. Aunque España se niegue a hacer la cirugía, la cirugía se hará de todos modos, con o sin anestesia. Torrero, de la Universidad de Alcalá de Henares, dice que el mayor peligro es una huida hacia adelante: más deuda del sector público podría degenerar en una corrección violenta en los mercados.
¿Será posible que España vuelva algún día a crecer el 3% o el 4%? Alfredo Pastor piensa que no hace ninguna falta, que España ha alcanzado ya un nivel de vida que hace innecesarios ritmos tan altos. Además, los analistas calculan que el potencial de crecimiento de la economía española puede haberse reducido a la mitad, por lo que lo más probable será movernos en el futuro más cerca del 2%. "No pasaría nada si tuviéramos un crecimiento más lento pero más equilibrado", dice Pastor. "Si queremos hacerlo bien, invirtiendo para el futuro, el PIB no debe ser la brújula para medir el éxito de la economía española".
Mauro Guillén cree que hay una perniciosa obsesión por converger por Europa. "Lo importante es recabar ideas y establecer colaboraciones con países de todo el mundo para poder posicionar a la economía en un nicho competitivo sostenible", defiende el profesor radicado en Estados Unidos. "Aprender de Europa está bien, pero el mundo ha evolucionado en otras dimensiones".
El Consejo General de Colegios de Economistas de España advierte que España adolece de una serie de debilidades que lastran su futuro. Entre ellos menciona el bajo esfuerzo en investigación y desarrollo, la escasa relación entre la universidad y la empresa, la excesiva dependencia del capital extranjero, el reducido número de multinacionales autóctonas y el predominio de un tejido de pequeña y mediana empresa. Un dato revelador: la cifra de negocio media de la empresa industrial española es de 2,6 millones de euros, frente al 10,1 en Alemania, el 7,4 en Holanda y Bélgica, el 5,8 en el Reino Unido y el 4,2 en Francia. Ese menor tamaño supone una desventaja a la hora de adoptar decisiones sobre innovación o expansión internacional. La productividad se resiente, lo que supone un freno a la competitividad.
No hay duda: la educación es otro factor clave para mejorar la competitividad de la economía española. Mauro Guillén considera inadmisible que uno de cada tres escolares haya fracasado antes de cumplir los 15 años. "Tampoco podemos permitirnos que la mitad de los universitarios no acaben la carrera", señala. Introducir elementos de competencia entre escuelas para que éstas funcionen con criterios de eficacia es una idea que defiende el Círculo de Empresarios.
Cuando se pregunta a los economistas cuál es la reforma estructural más urgente, la respuesta más habitual es el mercado laboral, que ha creado grandes diferencias entre trabajadores fijos y temporales y a cuyas rigideces se atribuye, al menos en parte, el hecho de que España tenga siempre una tasa de paro significativamente más alta que la de sus socios europeos. Un informe difundido el mes pasado por cien economistas de España, Reino Unido y EE UU -incluido el nuevo secrestario de Estado de Economía, José Manuel Campa- llama la atención sobre la necesidad urgente de reformar el mercado laboral ante el rápido aumento de la tasa de desempleo en España. Los firmantes, cuya propuesta no ha sido bien recibida por los sindicatos y de manera desigual en el entorno del Gobierno, recomiendan eliminar los contratos temporales y crear un único contrato indefinido con indemnizaciones por despido que crezcan según los años trabajados.
Mauro Guillén cree necesario cambiar los mecanismos de negociación colectiva de tal manera que los aumentos salariales queden vinculados a la productividad. También partidario del contrato único, Eguidazu, del Círculo de Empresarios, critica la excesiva temporalidad porque ésta, sostiene, hace que el trabajador no adquiera formación y no se implique en la actividad de la empresa, con el consiguiente perjuicio para la productividad.
¿Y la movilidad laboral? Los españoles han sido tradicionalmente reticentes a cambiar de ciudad por su tradicional arraigo a la patria chica. La movilidad ha aumentado en los últimos tiempos dentro de España, y también entre España y otros países, pero la distribución de la población y de la actividad económica es aún desigual, con áreas extensas del interior peninsular que siguen despoblándose. "Las nuevas infraestructuras de transporte paliarán en parte este problema", dice Guillén. "Quizás se pueda promover más el establecimiento de empresas en el interior peninsular".
Cambiar de modelo supondrá también cambiar de hábitos. Alfredo Pastor subraya la importancia de que arraigue en España una cultura de la calidad. "Los niños deben aprender en casa lo importante que es hacer las cosas bien. En eso fallamos, como se ve en el mal trato que damos a los espacios públicos", dice Pastor, quien también menciona la mala calidad que suelen tener las reparaciones domésticas. "Cuesta lo mismo hacerlo bien", afirma. El Consejo General de Colegios de Economistas habla de lo importante que es fomentar una "cultura industrial" en la sociedad española, algo que ayudaría a despertar un mayor interés de los jóvenes y aumentaría la capacidad emprendedora.
Sentido común y transparencia es lo que pide Valentí Pich. "Hay que decirle a la gente la verdad: el cambio de modelo no se hace en dos días. Hemos llegado muy lejos y hemos hecho muchas cosas. Todos nos hemos beneficiado del boom y ahora hay que pensar en el largo plazo".
El aumento de la productividad está en boca de todos los economistas
Hay demasiados españoles bien formados trabajando en el extranjero
¿Pero cómo debe ser este nuevo modelo? ¿Qué hace falta para que España siga acercándose a los países más prósperos de Europa? ¿Cómo podemos, como dijo José Luis Rodríguez Zapatero hace una semana en la plaza de Vista Alegre, salir de la crisis "con menos ladrillo y más ordenadores"? Todos los economistas consultados para la elaboración de este artículo coinciden en una cosa: o cambiamos ya o nos arriesgamos a un estancamiento de consecuencias funestas para el bienestar de los españoles. Como dijo el premio Nobel Paul Krugman en su reciente visita a España, la perspectiva para la economía española es "aterradora" si no se toman medidas de calado, entre las que llegó a recomendar una rebaja de salarios.
La construcción, que llegó a dar trabajo a más del 8% de la población activa española, fue el motor del crecimiento durante más de una década. Desoyendo las llamadas de atención de los economistas, los Gobiernos del PP y del PSOE se apuntaron a la fiesta del ladrillo mientras duró, encantados de ver cómo caía el desempleo trimestre a trimestre. Pero luego vino la resaca. El estallido de la burbuja inmobiliaria ha supuesto un baño de realidad para todos, y la necesidad de cambiar el modelo de crecimiento ha dejado de ser un asunto exclusivo de los expertos para entrar en el Congreso de los Diputados y en las tertulias radiofónicas.
Decididamente, el entorno es hostil. La globalización, los cambios tecnológicos y la obligación de salvar el medio ambiente han transformado radicalmente la economía mundial en los últimos años, por no hablar de los efectos de la profunda crisis en la que todavía estamos metidos. China, India, Brasil han surgido con fuerza y reclaman un papel central en la toma de decisiones. En busca de mano de obra más barata, las grandes multinacionales no dejan de cerrar fábricas en Europa y Estados Unidos para instalarse en esos y otros países. La nueva situación ha sorprendido a España con el pie cambiado, construyendo casas desenfrenadamente desde A Coruña hasta Almería y manteniendo una estructura productiva anticuada y poco flexible. Algunos sectores se salvan: los bancos y las empresas de energías renovables, obra civil y telecomunicaciones han salido al exterior, se han colocado en vanguardia y pueden ayudar a hacer el cambio.
Alfredo Pastor, profesor de Economía del IESE, afirma que el nuevo modelo español debe apoyarse en actividades más productivas que las actuales. Tabmién hay que trabajar más y mejor y reducir una tasa de absentismo insostenible en los tiempos que corren. "No sólo debe haber gente bien formada y capaz de innovar, sino empresas capaces de contratar a esos profesionales y de hacer fructificar esas innovaciones", sostiene Pastor, quien recuerda que hay demasiados españoles muy bien formados trabajando en otros países. También es esencial, en su opinión, que los políticos sean capaces de crear el clima propicio para la innovación.
"El nuevo modelo debe apoyarse en el crecimiento de la productividad, la educación y la formación para fomentar la competitividad exterior", dice Mauro Guillén, director del Lauder Institute de la Wharton School, perteneciente a la Universidad de Pensilvania. Guillén hace hincapié en que la productividad crecerá cuando se asignen más recursos a actividades de futuro que saquen el máximo rendimiento "al capital, a la mano de obra y al saber hacer".
Por cuestiones geográficas, de población y de peso económico, la construcción seguirá siendo un sector importante en España, aunque jamás recupere el peso que ha tenido en los últimos años. No en vano, de la construcción dependen actividades como la fabricación de cemento, ladrillos, sanitarios y puertas, que dan trabajo a comarcas enteras en varias comunidades autónomas. Para Alfredo Pastor, que fue secretario de Estado de Economía en el último Gobierno de Felipe González, no se trata tanto de crear sectores nuevos como de modernizar los ya existentes. El profesor del IESE pone como ejemplo el turismo, que supone algo más del 10% del PIB español y que hace frente una competencia cada vez mayor de países como Turquía, Marruecos, Túnez o Croacia. El gasto medio por turista lleva años cayendo y a España parece costarle mucho elevar el nivel de sus visitantes.
¿Qué sector puede tomar el relevo de la construcción? Lo más probable es que no sea uno, sino varios. El Consejo General de Colegios de Economistas de España, que publicó en marzo pasado un amplio informe sobre la cuestión, considera esencial potenciar la biotecnología, la aeronáutica, los servicios avanzados, la salud y las energías renovables, sin perder de vista actividades con fuerte implantación en España como el metal, la agroalimentación o la química. El presidente del Consejo, Valentí Pich, explica que el nuevo modelo productivo español debe girar en torno a cuatro ejes: la innovación -tecnológica y no tecnológica-, el conocimiento -con un capital humano cada vez mejor preparado-, la internacionalización de las empresas -sean grandes, medianas, pequeñas o microempresas- y la sostenibilidad, esencial para garantizar la eficiencia en el uso de las materias primas. Pich opina que la industria, que aporta actualmente el 17,5% del PIB español, debería aportar como mínimo el 20,3% en 2015, en línea con la media de la zona euro. "Sin una armonización industrial, la convergencia de la renta per cápita española con los países más avanzados de Europa será difícil de alcanzar. Nuestras referencias deben ser Suecia, Alemania, Francia o Dinamarca", afirma Pich.
Fernando Eguidazu, presidente del comité de política económica del Círculo de Empresarios, advierte del peligro que supone que el Gobierno elija uno o varios sectores para volcar sobre ellos montañas de subvenciones con la esperanza de que se conviertan en el motor de la recuperación. El Gobierno de Finlandia, señala Eguidazu, no podía imaginar en los años ochenta que el país iba a convertirse en líder de la telefonía móvil, como Estados Unidos no pensaba en los sesenta que un día Syllicon Valley sería el centro de la industria mundial del microchip. "Los sectores de futuro no se descubren por ley", afirma Eguidazu, "sino que los descubren las empresas". En su opinión, lo que debe hacer el Gobierno es crear las condiciones idóneas y que sean los empresarios los que, como han hecho siempre, "se busquen la vida". Para el Círculo de Empresarios, la iniciativa privada necesita una economía más abierta, con más competencia y menos rigideces; energía abundante y barata -incluida la energía nuclear- y un marco regulatorio más sencillo que sustituya el "caos" en que 17 comunidades autónomas van cada una por su lado.
Un problema: ni el Estado, ni las empresas, ni las familias españolas pueden soportar un nivel de endeudamiento como el actual. Se impone una cura de adelgazamiento, y eso no es una opción: o la hace la economía española o se la harán los mercados financieros. Aunque España se niegue a hacer la cirugía, la cirugía se hará de todos modos, con o sin anestesia. Torrero, de la Universidad de Alcalá de Henares, dice que el mayor peligro es una huida hacia adelante: más deuda del sector público podría degenerar en una corrección violenta en los mercados.
¿Será posible que España vuelva algún día a crecer el 3% o el 4%? Alfredo Pastor piensa que no hace ninguna falta, que España ha alcanzado ya un nivel de vida que hace innecesarios ritmos tan altos. Además, los analistas calculan que el potencial de crecimiento de la economía española puede haberse reducido a la mitad, por lo que lo más probable será movernos en el futuro más cerca del 2%. "No pasaría nada si tuviéramos un crecimiento más lento pero más equilibrado", dice Pastor. "Si queremos hacerlo bien, invirtiendo para el futuro, el PIB no debe ser la brújula para medir el éxito de la economía española".
Mauro Guillén cree que hay una perniciosa obsesión por converger por Europa. "Lo importante es recabar ideas y establecer colaboraciones con países de todo el mundo para poder posicionar a la economía en un nicho competitivo sostenible", defiende el profesor radicado en Estados Unidos. "Aprender de Europa está bien, pero el mundo ha evolucionado en otras dimensiones".
El Consejo General de Colegios de Economistas de España advierte que España adolece de una serie de debilidades que lastran su futuro. Entre ellos menciona el bajo esfuerzo en investigación y desarrollo, la escasa relación entre la universidad y la empresa, la excesiva dependencia del capital extranjero, el reducido número de multinacionales autóctonas y el predominio de un tejido de pequeña y mediana empresa. Un dato revelador: la cifra de negocio media de la empresa industrial española es de 2,6 millones de euros, frente al 10,1 en Alemania, el 7,4 en Holanda y Bélgica, el 5,8 en el Reino Unido y el 4,2 en Francia. Ese menor tamaño supone una desventaja a la hora de adoptar decisiones sobre innovación o expansión internacional. La productividad se resiente, lo que supone un freno a la competitividad.
No hay duda: la educación es otro factor clave para mejorar la competitividad de la economía española. Mauro Guillén considera inadmisible que uno de cada tres escolares haya fracasado antes de cumplir los 15 años. "Tampoco podemos permitirnos que la mitad de los universitarios no acaben la carrera", señala. Introducir elementos de competencia entre escuelas para que éstas funcionen con criterios de eficacia es una idea que defiende el Círculo de Empresarios.
Cuando se pregunta a los economistas cuál es la reforma estructural más urgente, la respuesta más habitual es el mercado laboral, que ha creado grandes diferencias entre trabajadores fijos y temporales y a cuyas rigideces se atribuye, al menos en parte, el hecho de que España tenga siempre una tasa de paro significativamente más alta que la de sus socios europeos. Un informe difundido el mes pasado por cien economistas de España, Reino Unido y EE UU -incluido el nuevo secrestario de Estado de Economía, José Manuel Campa- llama la atención sobre la necesidad urgente de reformar el mercado laboral ante el rápido aumento de la tasa de desempleo en España. Los firmantes, cuya propuesta no ha sido bien recibida por los sindicatos y de manera desigual en el entorno del Gobierno, recomiendan eliminar los contratos temporales y crear un único contrato indefinido con indemnizaciones por despido que crezcan según los años trabajados.
Mauro Guillén cree necesario cambiar los mecanismos de negociación colectiva de tal manera que los aumentos salariales queden vinculados a la productividad. También partidario del contrato único, Eguidazu, del Círculo de Empresarios, critica la excesiva temporalidad porque ésta, sostiene, hace que el trabajador no adquiera formación y no se implique en la actividad de la empresa, con el consiguiente perjuicio para la productividad.
¿Y la movilidad laboral? Los españoles han sido tradicionalmente reticentes a cambiar de ciudad por su tradicional arraigo a la patria chica. La movilidad ha aumentado en los últimos tiempos dentro de España, y también entre España y otros países, pero la distribución de la población y de la actividad económica es aún desigual, con áreas extensas del interior peninsular que siguen despoblándose. "Las nuevas infraestructuras de transporte paliarán en parte este problema", dice Guillén. "Quizás se pueda promover más el establecimiento de empresas en el interior peninsular".
Cambiar de modelo supondrá también cambiar de hábitos. Alfredo Pastor subraya la importancia de que arraigue en España una cultura de la calidad. "Los niños deben aprender en casa lo importante que es hacer las cosas bien. En eso fallamos, como se ve en el mal trato que damos a los espacios públicos", dice Pastor, quien también menciona la mala calidad que suelen tener las reparaciones domésticas. "Cuesta lo mismo hacerlo bien", afirma. El Consejo General de Colegios de Economistas habla de lo importante que es fomentar una "cultura industrial" en la sociedad española, algo que ayudaría a despertar un mayor interés de los jóvenes y aumentaría la capacidad emprendedora.
Sentido común y transparencia es lo que pide Valentí Pich. "Hay que decirle a la gente la verdad: el cambio de modelo no se hace en dos días. Hemos llegado muy lejos y hemos hecho muchas cosas. Todos nos hemos beneficiado del boom y ahora hay que pensar en el largo plazo".
1 comentario:
Estimado Juan Sheput,
En el caso de Peru seria en lugar de ladrillos y computadoras, mas libros sean impresos o digitales.
Saludos,
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