La gripe AH1N1 llegó a nuestro país y llegó de la mano de las contradicciones de la globalización. Así como la peste bubónica llegó a Europa en los carruajes con ratas que trajo Marco Polo desde Asia, así, salvando las distancias, el tiempo y los adelantos de las tecnologías, la gripe llegó al Perú también por un medio de transporte y de comunicación: el avión. Vino en el cuerpo de inocentes alumnos que viajaron a República Dominicana en viaje de diversión.
Este lamentable hecho nos permite hablar de las contradicciones de la globalización, de cómo se puede manifestar para bien o perjuicio de los pueblos. Los países ya no están aislados. La interconexión nos permite recibir los beneficios del intercambio económico, la distancia cero y la virtualidad, pero ello también facilita el viaje rápido de los virus que pueden conformar una pandemia para la Humanidad.
Es así que a diferencia de otras oportunidades, las enfermedades llegan al Perú de la mano de aquellos que tienen mayor poder económico. Los que viajaron a República Dominicana para gozar de un paseo de promoción son los portadores del virus. Eso, afortunadamente, les permitirá afrontar la enfermedad en buenas condiciones. Pero si se disemina el virus los paganos serán las personas de recursos limitados, y allí si puede haber graves y fatales consecuencias de no mediar la mano del Estado de manera eficaz.
Otra contradicción nos muestra la reacción ante lo global, la pandemia, y el desafecto por lo local. Cuando apareció la pandemia de inmediato se destinó 60 millones de soles para su combate y tratamiento efectivo de los pacientes. En tanto sólo en la última semana han muerto 60 personas en Cusco y Puno de neumonía, de los cuáles 42 son niños de entre 5 y 10 años. Para ellos, los humildes, hasta el día del cierre de esta nota no hay un sol. Es que ellos no hacen noticia a nivel global. Es parte de la rutina de las heladas que se repiten cada año en nuestro país. Son víctimas de la indiferencia de nuestras autoridades que no entienden que para ser global primero hay que ser un país que se preocupe de lo local.
Este lamentable hecho nos permite hablar de las contradicciones de la globalización, de cómo se puede manifestar para bien o perjuicio de los pueblos. Los países ya no están aislados. La interconexión nos permite recibir los beneficios del intercambio económico, la distancia cero y la virtualidad, pero ello también facilita el viaje rápido de los virus que pueden conformar una pandemia para la Humanidad.
Es así que a diferencia de otras oportunidades, las enfermedades llegan al Perú de la mano de aquellos que tienen mayor poder económico. Los que viajaron a República Dominicana para gozar de un paseo de promoción son los portadores del virus. Eso, afortunadamente, les permitirá afrontar la enfermedad en buenas condiciones. Pero si se disemina el virus los paganos serán las personas de recursos limitados, y allí si puede haber graves y fatales consecuencias de no mediar la mano del Estado de manera eficaz.
Otra contradicción nos muestra la reacción ante lo global, la pandemia, y el desafecto por lo local. Cuando apareció la pandemia de inmediato se destinó 60 millones de soles para su combate y tratamiento efectivo de los pacientes. En tanto sólo en la última semana han muerto 60 personas en Cusco y Puno de neumonía, de los cuáles 42 son niños de entre 5 y 10 años. Para ellos, los humildes, hasta el día del cierre de esta nota no hay un sol. Es que ellos no hacen noticia a nivel global. Es parte de la rutina de las heladas que se repiten cada año en nuestro país. Son víctimas de la indiferencia de nuestras autoridades que no entienden que para ser global primero hay que ser un país que se preocupe de lo local.
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