El presidente electo de los Estados Unidos ha apostado a lo grande por la ciencia y la tecnología. Es consciente que la gran crisis que afecta a los Estados Unidos sería mucho peor si es que no fuera por la investigación, desarrollo e innovación que convierten a la nación en altamente productiva. Mientras en América Latina no hay ni un sólo país que llegue a niveles de excelencia académica y científica, en Estados Unidos se quiere, se desea, seguir teniendo una posición de ventraja por ello se convoca a científicos del más alto nivel para trabajar en ese sentido.
Gracias a El Mundo de españa nos enteramos de la siguiente noticia:
Barack Obama ha decidido cerrar la baraja de su equipo de gobierno con un póquer de científicos de alto rango y un órdago a la grande en la cuestión del cambio climático: «Prometo escuchar lo que me digan los científicos, incluso cuando lo que me digan resulte incómodo, especialmente si resulta incómodo».
«Es el momento de volver a poner la ciencia en lo más alto de nuestra agenda y restaurar el liderazgo de América», dijo Obama en el mensaje con el que puso el colofón a su futuro gabinete. «Hoy más que nunca, la ciencia tiene la llave para la supervivencia del planeta y para la seguridad y la prosperidad de nuestra nación».
A su flanco, como asesor de la Casa Blanca y director de la Oficina de Ciencia y Tecnología, estará el físico de Harvard John Holdren, especializado en causas y efectos del cambio climático. La bióloga Jane Lubchenco -especialmente crítica contra el yugo científico que impuso George Bush- dirigirá la Administración Nacional de los Océanos y la Atmósfera.
Como doble apuesta final, y anticipando el impulso a la investigación con células madre, Obama ha decidido poner a dos expertos en investigación genética -el premio Nobel Harold Varmus y el experto en la secuencia del genoma humano Eric Lander como co-presidentes de su consejo de asesores científicos.
El quinto jinete de la ciencia, ya lo anunció, será el premio Nobel Steven Chu al frente de la Secretaría de Energía. Chu fue pionero en la investigación de técnicas de mitigación del cambio climático y prometió poner a Estados Unidos a la cabeza de la «revolución energética» en el momento de aceptar la nominación.
«El progreso científico se apoya en la evidencia, y los hechos no deben ser nunca retorcidos por razones políticas e ideológicas», dijo Obama en su mensaje semanal, con referencias muy explícitas a la animosidad de la Administración Bush contra la ciencia y a la pasividad en temas como el cambio climático o la investigación genética.
«Desde el aterrizaje en la Luna a la secuencia del genoma humano, pasando por la invención de internet, América ha sido la primera en atravesar la nueva frontera», recalcó el presidente electo, recordando las palabras de John F. Kennedy. «Hemos sido tradicionalmente los líderes no sólo por invertir en nuestros científicos, sino por ganarnos al mismo tiempo el respeto internacional».
Una nueva era
Obama prometió que usará el báculo de su equipo de científicos -integrado por 40 expertos en multitud de campos- «como un vigoroso consejo asesor» en todos los temas que pretende impulsar su Administración, con especial hincapié en la política energética.
El presidente electo se refirió al físico John Holdren, su científico de cabecera, como «una de las voces más apasionadas y persistentes de nuestro tiempo en el tema del cambio climático». Holdren, 64 años, profesor en Harvard, lideró el grupo de la Conferencia de Pugwash sobre Ciencias y Asuntos Internacionales, galardonado con el Nobel en 1995. En 1981 ya recibió la máxima distinción de la Fundación McArthur por su investigación sobre los peligros del armamento nuclear.
El propio Holdren, que llegó a ser presidente de la Asociación Americana por el Avance de la Ciencia, recibió su nombramiento con una breve proclama: «Ninguno de los grandes retos de nuestro tiempo -la economía, la energía, el medio ambiente, la salud o la seguridad- puede resolverse hoy en día sin los avances y las aportaciones de las ciencias físicas, la biología o la ingeniería».
Hace apenas un año, durante una conferencia en Harvard, Holdren propuso desterrar el término calentamiento global «porque parece implicar algo gradual, uniforme y hasta cierto punto benigno, cuando la realidad es que está ocurriendo muy rápido, que los daños se están extendiendo ya por el planeta y los efectos los van a sufrir muy directamente nuestros hijos y nietos».
Otra experta en cambio climático, la bióloga de la Universidad de Oregón Jane Lubchenco, velará por el estado de los mares y de la atmósfera. Lubchenco es también una experta en los efectos la pesca y de la acidificación en los océanos. Hace unos meses acusó a la Administración Bush de rebajar a la clase científica y expresó su confianza en la llegada de un nuevo presidente «que sepa respetar la ciencia y valore las investigaciones con la seriedad que se merecen».
Harold Varmus, el penúltimo en incorporarse al equipo, compartió el premio Nobel en 1989 por sus estudios sobre las causas genéticas del cáncer y ejerce actualmente como presidente del Centro Memorial Sloan-Kettering de Nueva York. Eric Lander, por último, fue fundador del Broad Center, que desempeñó un papel vital en el Proyecto del Genoma Humano en el 2003.
«Es el momento de volver a poner la ciencia en lo más alto de nuestra agenda y restaurar el liderazgo de América», dijo Obama en el mensaje con el que puso el colofón a su futuro gabinete. «Hoy más que nunca, la ciencia tiene la llave para la supervivencia del planeta y para la seguridad y la prosperidad de nuestra nación».
A su flanco, como asesor de la Casa Blanca y director de la Oficina de Ciencia y Tecnología, estará el físico de Harvard John Holdren, especializado en causas y efectos del cambio climático. La bióloga Jane Lubchenco -especialmente crítica contra el yugo científico que impuso George Bush- dirigirá la Administración Nacional de los Océanos y la Atmósfera.
Como doble apuesta final, y anticipando el impulso a la investigación con células madre, Obama ha decidido poner a dos expertos en investigación genética -el premio Nobel Harold Varmus y el experto en la secuencia del genoma humano Eric Lander como co-presidentes de su consejo de asesores científicos.
El quinto jinete de la ciencia, ya lo anunció, será el premio Nobel Steven Chu al frente de la Secretaría de Energía. Chu fue pionero en la investigación de técnicas de mitigación del cambio climático y prometió poner a Estados Unidos a la cabeza de la «revolución energética» en el momento de aceptar la nominación.
«El progreso científico se apoya en la evidencia, y los hechos no deben ser nunca retorcidos por razones políticas e ideológicas», dijo Obama en su mensaje semanal, con referencias muy explícitas a la animosidad de la Administración Bush contra la ciencia y a la pasividad en temas como el cambio climático o la investigación genética.
«Desde el aterrizaje en la Luna a la secuencia del genoma humano, pasando por la invención de internet, América ha sido la primera en atravesar la nueva frontera», recalcó el presidente electo, recordando las palabras de John F. Kennedy. «Hemos sido tradicionalmente los líderes no sólo por invertir en nuestros científicos, sino por ganarnos al mismo tiempo el respeto internacional».
Una nueva era
Obama prometió que usará el báculo de su equipo de científicos -integrado por 40 expertos en multitud de campos- «como un vigoroso consejo asesor» en todos los temas que pretende impulsar su Administración, con especial hincapié en la política energética.
El presidente electo se refirió al físico John Holdren, su científico de cabecera, como «una de las voces más apasionadas y persistentes de nuestro tiempo en el tema del cambio climático». Holdren, 64 años, profesor en Harvard, lideró el grupo de la Conferencia de Pugwash sobre Ciencias y Asuntos Internacionales, galardonado con el Nobel en 1995. En 1981 ya recibió la máxima distinción de la Fundación McArthur por su investigación sobre los peligros del armamento nuclear.
El propio Holdren, que llegó a ser presidente de la Asociación Americana por el Avance de la Ciencia, recibió su nombramiento con una breve proclama: «Ninguno de los grandes retos de nuestro tiempo -la economía, la energía, el medio ambiente, la salud o la seguridad- puede resolverse hoy en día sin los avances y las aportaciones de las ciencias físicas, la biología o la ingeniería».
Hace apenas un año, durante una conferencia en Harvard, Holdren propuso desterrar el término calentamiento global «porque parece implicar algo gradual, uniforme y hasta cierto punto benigno, cuando la realidad es que está ocurriendo muy rápido, que los daños se están extendiendo ya por el planeta y los efectos los van a sufrir muy directamente nuestros hijos y nietos».
Otra experta en cambio climático, la bióloga de la Universidad de Oregón Jane Lubchenco, velará por el estado de los mares y de la atmósfera. Lubchenco es también una experta en los efectos la pesca y de la acidificación en los océanos. Hace unos meses acusó a la Administración Bush de rebajar a la clase científica y expresó su confianza en la llegada de un nuevo presidente «que sepa respetar la ciencia y valore las investigaciones con la seriedad que se merecen».
Harold Varmus, el penúltimo en incorporarse al equipo, compartió el premio Nobel en 1989 por sus estudios sobre las causas genéticas del cáncer y ejerce actualmente como presidente del Centro Memorial Sloan-Kettering de Nueva York. Eric Lander, por último, fue fundador del Broad Center, que desempeñó un papel vital en el Proyecto del Genoma Humano en el 2003.
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