Nos parece bien que los empresarios peruanos se reúnan cada año a realizar una y otra vez el mismo diagnóstico, total, cada cual es dueño de su tiempo. En ese sentido las conferencias anuales de ejecutivos, las populares CADE, no han servido sino para desconectar a los directivos de sus escritorios para pasar, digamos, un buen fin de semana.
En síntesis, las CADE son absolutamente improductivas. De conclusiones y declaraciones está saturado nuestro real y comprobable subdesarrollo.
Pero al margen de ello algo que me parece emblemático respecto a lo que sucede con nuestro empresariado local, son las declaraciones del presidente de CONFIEP Jaime Cáceres Sayán y el artículo en un medio local del ex presidente del mismo gremio Julio Favre. A ambos les parece un escandalete el carnaval de audios que demuestran una notoria corrupción en los más altos niveles del gobierno. El caso de Jaime Cáceres Sayán es penoso. En declaraciones a diversas radios el día de hoy, pide la intervención de la justicia y todo el rigor para los pobladores de Tacna y -como es de suponer- no le dedica ni una invocación a la Justicia para que haga sentir todo su peso sobre los corruptos del ámbito privado y los delincuentes que fungen de servidores públicos. Es decir, para el señor Jaime Cáceres, la corrupción simplemente no importa.
Si así se expresan algunos de los máximos capitostes del empresariado nacional nos preguntamos ¿De qué sirve esta CADE? palabras, palabras y más palabras, nada más.
Recuerdo algo. Hace unos años, uno de los invitados fue el presidente de Colombia Alvaro Uribe. En su discurso indicó que la corrupción era un enemigo del desarrollo de los pueblos y dijo, directamente, que para que exista corrupción se necesita a un funcionario público y a un empresario corruptor. Si a eso le agregamos el blindaje de corruptos por parte de sectores mediáticos, tenemos la realidad de una parte de nuestro Perú.
Nuestro país no necesita de diagnósticos ni de CADES que son lobbies maquillados. Necesita de una clase política fuerte que piense primero en el país y de empresarios que estén dispuestos a conformar una burguesía nacional de fuste y que no se contenten con ser accionistas minoritarios de inversionistas del exterior.
En síntesis, las CADE son absolutamente improductivas. De conclusiones y declaraciones está saturado nuestro real y comprobable subdesarrollo.
Pero al margen de ello algo que me parece emblemático respecto a lo que sucede con nuestro empresariado local, son las declaraciones del presidente de CONFIEP Jaime Cáceres Sayán y el artículo en un medio local del ex presidente del mismo gremio Julio Favre. A ambos les parece un escandalete el carnaval de audios que demuestran una notoria corrupción en los más altos niveles del gobierno. El caso de Jaime Cáceres Sayán es penoso. En declaraciones a diversas radios el día de hoy, pide la intervención de la justicia y todo el rigor para los pobladores de Tacna y -como es de suponer- no le dedica ni una invocación a la Justicia para que haga sentir todo su peso sobre los corruptos del ámbito privado y los delincuentes que fungen de servidores públicos. Es decir, para el señor Jaime Cáceres, la corrupción simplemente no importa.
Si así se expresan algunos de los máximos capitostes del empresariado nacional nos preguntamos ¿De qué sirve esta CADE? palabras, palabras y más palabras, nada más.
Recuerdo algo. Hace unos años, uno de los invitados fue el presidente de Colombia Alvaro Uribe. En su discurso indicó que la corrupción era un enemigo del desarrollo de los pueblos y dijo, directamente, que para que exista corrupción se necesita a un funcionario público y a un empresario corruptor. Si a eso le agregamos el blindaje de corruptos por parte de sectores mediáticos, tenemos la realidad de una parte de nuestro Perú.
Nuestro país no necesita de diagnósticos ni de CADES que son lobbies maquillados. Necesita de una clase política fuerte que piense primero en el país y de empresarios que estén dispuestos a conformar una burguesía nacional de fuste y que no se contenten con ser accionistas minoritarios de inversionistas del exterior.
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