La agroexportación se ha
convertido en una actividad que, al margen de otros sectores que se encuentran
limitados en su crecimiento, está en plena expansión. Las necesidades
alimentarias del mundo son amplias y van desde cultivos industriales hasta
orgánicos. Las características de nuestro territorio permiten que nos
convirtamos en lo que Gastón Acurio llama “país boutique” en cuanto oferta
alimentaria y para ello se requiere mejorar semillas, presentación y adecuar al
clima las especies nativas o foráneas cuando sea necesario. Es lo que viene aconteciendo
con la quinua la que, gracias a investigaciones de la Universidad Agraria La
Molina, ha desarrollado semillas que permiten su cultivo en la costa peruana,
algo impensable hasta hace unos años. La quinua, como se sabe, cada vez tiene
mayor demanda en el mundo, y es en este momento uno de nuestros productos
estrella. La actividad agrícola es pues estratégica para el desarrollo del país
(así está calificada en Chile por ejemplo) y requiere de apoyo para su
consolidación.
Es por eso que llama la atención
el sabotaje que se pretende hacer contra la investigación agrícola por parte de
las mismas autoridades de la Universidad
Agraria de La Molina al pretender “concesionar” por 100 años un terreno donde
se practica la investigación y desarrollo de especies agrícolas y forestales a
una empresa de capitales chilenos para que se construya un centro comercial que
compita con el cercano Jockey Plaza. La noticia pasa desapercibida por el poder
de los anunciantes pero es un atentado directo contra la consolidación de un
sector estratégico como el agrícola. Y es doblemente lamentable porque el
rectorado de esta universidad, en lugar de convertirse en un férreo defensor de
la investigación y desarrollo, con el
pretexto de captar recursos pretende comercializar un terreno liquidando así
las prácticas e investigaciones que hacen alumnos y profesores en la UNALM.
Los comerciantes de siempre dicen
que así la universidad captará recursos para comprar otro terreno, en Chincha
por ejemplo. Falso. ¿Saben cuánto cuesta ahora una hectárea en esa zona en
pleno boom agrícola? Por otro lado lo mismo se dijo cuándo se vendió el
aeródromo de Collique, han pasado 8 años y hasta ahora no hay un terreno
sustituto, destruyendo otra actividad estratégica como la de aviador civil.
Las universidades no venden ni
concesionan sus terrenos dedicados a la investigación. No lo hacen en los
amplios terrenos de Stanford en Palo Alto, California ni en los de Bogotá, en
donde la Universidad Nacional de Colombia tiene amplísimos terrenos dedicados a
la investigación de flores, entre otros, en una ciudad donde el metro cuadrado
es mucho más caro que en Lima.
Estas son las mismas autoridades
que no quieren cambios en la Ley Universitaria. Ahora se comprende: siguen con
el mismo espíritu fenicio, comercial, muy lejano al espíritu científico que debe
primar en la universidad.
Juan Sheput
Artículo publicado en Diario Exitosa Noticias el día 18 de Junio del 2014
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