Un problema de percepción
Hace unos meses, cuando el tema
de la violencia criminal arreciaba en el país, el entonces Premier Juan Jiménez
señalaba que se trataba de un problema de percepción. Demostraba así su total
incapacidad para poder entender lo que realmente acontecía. Para la población
era evidente que el tema de la seguridad no tenía nada de perceptivo y sí más
bien mucho de realidad. La desconexión de lo que sucedía fue uno de los
atributos del entonces Premier, a tal punto que fue uno de los causales que justificó su cambio.
Sin embargo pareciera que el
oficialismo no ha aprendido nada de sus errores. Luego de haber obtenido el
voto de confianza por parte del Congreso, ministros y congresistas han salido
ante los medios a decir que la intromisión de la esposa del presidente en los
asuntos de gobierno es un “problema de percepción”. Es decir a menos de veinticuatro horas de haber presentado
un comunicado en que la Presidencia del
Consejo de Ministros señala que no permitirá ningún tipo de intromisión los
mismos miembros de la PCM señalan que se trata de un “problema de percepción”. Si de una percepción se
tratara entonces ¿para qué un comunicado
que ponga por escrito la voluntad de no
permitir violaciones a la Ley y a la
Constitución? En clara alusión a lo que
venía haciendo la señora Nadine Heredia.
La percepción se encuentra en el
mundo de las sensaciones. Para ello se requiere de un estímulo material. El
estímulo material es la intromisión permanente y evidente que ha tenido la
señora Nadine Heredia y que ha generado la reciente crisis ministerial.
Circunscribir todo al ámbito de las percepciones es tener una visión
superficial del tema, no tocar los temas de fondo y nos condena a repetir el
error. Es por ello que no tengo la menor duda que nada ha cambiado. El
comunicado de la PCM sirve para calmar la sensación de intromisión de la
Primera Dama (la percepción) pero el hecho material, la intromisión en sí
misma, continuará pero detrás de cámaras. El poder real, y no paralelo, está
allí y continuará y no se ha ido.
Ante ello podemos decir que el
oficialismo no está solo en esta visión superficial de las cosas. Lo acompaña
la CONFIEP y el distinguido y celebérrimo escritor peruano Mario Vargas Llosa.
Dos poderes fácticos, el intelectual y el empresariado, se hacen presentes para
señalar que es un atrevimiento de la
clase política ponerle cotos a un poder
real, que nadie ha elegido, que ha dañado seriamente a la institucionalidad
del país y por extensión al régimen
democrático.
¿Qué tienen en común la CONFIEP y
el señor Mario Vargas Llosa? Una visión economicista de las cosas. Mientras el
mundo de los negocios vaya bien y las inversiones no se alejen estaremos en el
mejor de los mundos. Seguramente es lo que le decían a Vladimiro Montesinos cuando
lo visitaban, en busca de atajos
burocráticos o judiciales, algunos empresarios. No importaba la
institucionalidad en tanto se llenaban con soltura los bolsillos de dinero.
Pero un país que se pretende ser
desarrollado no puede marchar así. Va rumbo, en línea recta, al despeñadero. Las reglas de juego
permanentes en el tiempo (la institucionalidad), el orden legal y el respeto a
la división de poderes son necesarios
para garantizar no sólo la gobernabilidad sino el sendero del desarrollo.
Cuando no es así el crecimiento económico es episódico y tanto es cierto esto
que la situación económica del Perú se ha ralentizado sin necesidad de una
crisis política. Los indicadores señalan un crecimiento menor de nuestra
economía y la muestran como vulnerable ante los estímulos externos. Todo ello
desde hace ya por lo menos seis meses, sin necesidad que se le quite la
confianza a ningún gabinete.
Por ello es importante que los
partidos políticos cumplan su rol de fiscalización y control político. En un
país desarrollado, de esos en los que vive nuestro célebre escritor o admiran
los directivos de la CONFIEP, sería inadmisible tolerar un conjunto de
ministros cuestionados por conflictos de
intereses como es el caso del gabinete
actual que preside uno de los ministros cuestionados René Cornejo. De ello, como es obvio, no hablarán los
poderes fácticos. Ellos estarán contentos en tanto el empresariado esté
debidamente representado en el gabinete (y vaya que ahora lo está como nunca en
la historia reciente del Perú) y puedan
hacer dinero.
Juan Sheput
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