lunes, 6 de septiembre de 2010

Los "mini carteles": niños empujados al sicariato y delincuencia

Miles de niños admiran a los sicarios en México. La abundancia de imágenes del narcotráfico en los medios de comunicación, la creación de leyendas y rancheras basadas en la vida de delincuentes, ha generado un fenómeno en México: el delos minicarteles. Es espeluznante. Los niños, debidamente agrupados y entrenados, ganan en dóalres, cometen delitos, no están en el alcance de la Ley, es decir, tienen un rol cada vez más creciente e importante en la delincuencia organizada.
En un país con tantas similitudes con México, como es el Perú, en el cual la corrupción invade las esferas gubernamentales así como es creciente la pérdida de institucionalidad, los minicarteles puede convertirse en una realidad.
Los invito a leer el siguiente reportaje:

Hidalgo De Parral, Chih. (OEM-Informex).- En esta ciudad, una de las marcadas por el crimen organizado en el estado de Chihuahua, se comienza a gestar un fenómeno que podría expandirse a las demás entidades donde tiene presencia el hampa: "los minicárteles".

"Los minicárteles" -como los llaman- se han convertido en el arma perfecta. Son fáciles de convencer. Cobran barato, y sobre todo, si los detienen, con el Nuevo Sistema de Justicia Penal quedan en libertad en poco tiempo.

En esta ciudad hay cinco mil niños empujados a formar parte de estos "minicárteles" que utilizan como trampolín para después brincar a un grupo del crimen organizado sin que se pueda detener este fenómeno.

Ellos sueñan con ser sicarios... Han visto en los cárteles a sus nuevos ídolos y aspiran a ser como ellos... Con el fácil acceso a internet y con la destreza para manejar la computadora, los pequeños entran fácilmente a páginas donde conocen las estructuras del narcotráfico. Conocen en términos generales cómo se forman las células de robo, extorsión y homicidio. Son temas que a los niños a su corta edad les emociona.

La falta de oportunidades, la marginación social y el dinero fácil, son parte de los alicientes que motivan a los menores a ser partícipes del mundo criminal.

Una pistola escuadra semiautomática calibre 9 milímetros con 15 tiros. La mano que la sostiene es pequeña. Josué tiene apenas 13 años. Su primer robo fue un carrito de juguete. El último: un Tsuru 2002...

En esta ciudad, por robarse un vehículo pagan de 3 mil a 5 mil pesos. Los niños lo hacen por 500. "Los mini-cárteles" -como los llaman-, se han convertido en el arma perfecta. Son fáciles de convencer. Cobran barato, y sobre todo, si los detienen, con el Nuevo Sistema de Justicia Penal quedan en libertad en poco tiempo.

La tercera parte de la población de entre 7 y 15 años tienen alguna relación o forman parte de alguna pandilla; o bien, de la nueva amenaza: "los mini cárteles". ¿Pero qué hay detrás todo este problema social? ¿Cómo se inician en la delincuencia? ¿Cómo piensan? ¿Cómo operan? ¿Cómo planean sus delitos a su corta edad?

Para conocer las respuestas a todas estas interrogantes, El Sol de Parral llegó hasta el inframundo donde se desenvuelven estos pequeños, para meterse en sus mentes y conocer más de ellos.



w El inframundo de "los mini"...

En nuestra ciudad hay cinco mil niños empujados a formar parte de estos "mini cárteles" que utilizan como trampolín para después brincar a un grupo del crimen organizado sin que se pueda detener este fenómeno.

En promedio diariamente cuatro infantes empiezan a relacionarse con la delincuencia. De continuar así, para el año 2015 no habrá un solo menor que no tenga relación con bandas, pandillas o el crimen organizado.

Robar y extorsionar para ellos es fácil. No fallan. Pasan desapercibidos. Acceden a lugares donde un adulto no entra.

Ellos sueñan con ser sicarios... Han visto en los cárteles a sus nuevos ídolos y aspiran a ser como ellos... Están creciendo entre la disputa del territorio de grupos antagónicos. Entre el derramamiento de sangre en las calles. Acceden fácilmente -a través de internet-, a entrevistas de los capos más buscados y que son detenidos. A las ejecuciones a sangre fría.

La tercera parte de los niños -15 mil que hay en esta ciudad entre 7 y 15 años-, pertenecen o tienen relación con alguna pandilla callejera donde han encontrado lo que ellos llaman su "familia". Sus peores enemigos no son las bandas contrarias. Son sus papás y la policía.

Aquí las armas se escuchan resonar sin importar horarios y hay que alejarse de las balas. Las colonias donde más pandillas hay son Héroes de la Revolución, López Portillo y Emiliano Zapata. La primera es considerada la colonia más grande del estado en población. Y la más peligrosa seguida de las otras dos.

"Ya no son los cholitos de antes. Ahora son más peligrosos. Ellos se autodenominan con el seudónimo del "mini-cartel" más el nombre que siempre ha caracterizado a su pandilla", así lo afirma el agente encubierto que acompañó a El Sol de Parral para acercarse a estos jóvenes.

¿Por qué los llaman los mini-cárteles?

-La disputa de mercados domésticos de consumo de droga que comenzó a desarrollarse y que ha diversificado las acciones de los grupos criminales, está ocasionado que los cárteles sufran una metamorfosis hacia otras actividades por el control territorial. Vienen las extorsiones, los secuestros, los asaltos a vehículos blindados y los asaltos bancarios. Las organizaciones criminales tienen una gran estructura de pistoleros y lugartenientes para las zonas de control.

Con el fácil acceso a internet y con la destreza para manejar la computadora, los pequeños entran fácilmente a páginas donde conocen las estructuras del narcotráfico. Conocen en términos generales cómo se forman las células de robo, extorsión y homicidio. Son temas que a los niños a su corta edad les emociona.

Estas bandas ya operan igual. Tienen su estructura bien definida. El jefe y sus lugartenientes, aunque parezca cómico, extorsionan a los estudiantes. Les quitan dinero. Los amenazan con golpearlos o hacerles daño sino les pagan. Las drogas que usan son resistol, mariguana y heroína. Todavía pelean su territorio a base de riñas. Aunque algunos de ellos ya portan armas de fuego, lamenta el policía mientras nos acercamos a un grupo de pandilleros en La Héroes.

El primer contacto fue un fracaso. La cámara fotográfica los alertó. Se echaron a correr sin antes lanzar insultos y hacer ademanes con sus dedos. La situación se repitió varios días.

Por fin se logró acceder en un punto de la colonia. En unas tapias un grupo de jóvenes accede a hablar con la condición de que no se publiquen sus rostros. No se logra mucho. Es cuestión de prudencia. Existe un pacto de silencio. No se puede hablar de más. De lo contrario podría ser una condena a muerte.

Conversan poco. Tienen entre 12 y 15 años de edad. Aceptan que consumen mariguana y se drogan con resistol.

-Sí le ponemos al "chemo" y a la "mota". Pero somos tranquilos. Nosotros nos la pasamos "chido". Vamos a fiestas. Buscamos morritas...", narra uno de ellos que parece ser el líder.

¿Ves esos morritos ahí jugando a las canicas y a esos otros paseándose en la bicicleta? Son las "puntas". Nos avisan cuando viene la "tira" o cuando anda alguien que no es de aquí. Ya sabíamos de ustedes. Ahorita andaban allá arriba. Me imaginé que iban a bajar".

Otro de los jóvenes los interrumpe. Tiene 15 años. Viste ropa deportiva: "nosotros somos tranquilos. La gente nos tacha de mariguanos. No conseguimos trabajo. Yo sé jalar en la madera y éste también. Le ponemos a la obra. Pero nadie nos da jale. Eso está mal, yo pienso que deberían dar chance. Aquí sí hay "batos" que roban casas y carros, pero creo que es porque no nos dan jale y sí "encabrona" que te traten así".

Mete su mano a la bolsa y saca un teléfono celular: "yo canto rap. Mira, yo escribí y arreglé esta rola en la compu. Se llama "el rap es lo que rifa aquí en Parral..." A mí me gustaría ser cantante. Pero, tú crees..., no dan 'jale' en los aserraderos, menos van escuchar mi música. Por eso mejor me voy a ir la "sierrón" a ver qué sale".

De entre todos resalta uno por sus múltiples tatuajes. Apenas alcanza los 16 años. Está en Parral porque fue deportado de Estados Unidos. Es originario de Nayarit. Hace seis meses cruzó la frontera de manera ilegal junto con sus papás. Creció al este de Los Ángeles, California. Hace cuatro meses salió de la "pinta" donde permaneció dos años. En su camino luego de la deportación llegó a Parral. Está esperando que su papá le mande los mil 500 dólares que necesita para pagarle a un 'coyote' que lo pase a la frontera.

Habla poco español. Creció entre pandillas. Habla inglés. "Aquí las bandas ya son muy parecidas a las de Estados Unidos. Empiezas desde chiquito y vas ascendiendo hasta que tienes un grupo a tu cargo.

Accede a que fotografiemos sus tatuajes y continúa su charla. "La mayoría me los hice en la 'pinta'. Ahí aprendes a manejarte bien. A no cometer errores. Conoces historias de todas. Escuchas cómo los agarraron y 'pos'..., aprendes. Sales y ya. Te cuidas más para que no te agarren otra vez".

El lugar se pone tenso. Empiezan a hacerse señas entre ellos y su coraza de indiferencia es mayor. Mientras llegan más integrantes de la banda. El líder da indicaciones de que se tomen "la foto del recuerdo". Sólo unos cuantos. Pero con la cabeza agachada sin que salgan sus rostros. Es la hora de retirarnos. Se despiden bien. "La chocan" a su manera... Uno a uno. Sus manos son muy pequeñas. -Son unos niños-. Unas fotos a las tapias, al resistol que consumen. Un poco de hierba en el suelo y es todo.

En lo que nos retiramos uno de ellos, con sarcasmo dice: "hey, mi güen, puede venir cuando quiera a platicar un rato. Pero la próxima vez no venga con un tira". -El policía quedó al descubierto y sólo reconoce: "es muy difícil engañarlos". Ya afuera de la colonia dice: "algunos están fichados. Ya los hemos detenido. Otros no. En la corporación tenemos fichados a los que caen, pero no tenemos de los que no caen". No sabemos cuántos habrá en la ciudad, aparte de que existen otros que no son pandilleros, pero son amigos en la escuela. Ya saben delinquir. Se inician robando una pluma o el lápiz. Le quitan dinero al compañero. Siguen y siguen. Tienen sus pandillas, aunque en menor escala de delincuencia, pero ya son una alerta.

La fuerte coraza de indiferencia que mostraron nunca alertó que lo más difícil estaba por venir. Resulta muy triste ver a un niño que deja a un lado los libros por enfilarse en la delincuencia. Pero es más triste verlos presos.

* La cárcel: otra realidad

No hay peor escenario que ver un niño tras las rejas. Un día normal, como cualquiera otro. Un espacio reservado, imponente, frío, gris e impávido cuya arquitectura asemeja a un cubo sin vida resguardado por murallas y enfrente barrotes. Tan sólidos que imposibilitan imaginar lo que cobija en su interior.

Se trata de una celda. Un lugar que el simple hecho de pisarlo da esa sensación atemorizante que bien podría asemejarse a ese espacio dantesco que fue descrito en La Divina Comedia. (Dante Alighieri, 1304...1314). Es como si se pisara otro mundo. Un mundo que al estar enfrente se sintiera que se están tocando las campanas para entrar a un purgatorio... Estar fuera de sus muros es pensar en la antesala del infierno.

Decoradas las paredes con pintas de todo tipo. Ahí adentro los niños no recuerdan más lo que era la belleza de la naturaleza. El sano convivio entre las personas. Las oportunidades para crecer. La libertad. ¡Sí! Su libertad ha sido el tema que les fue retirado.

Condicionados ahora, hasta la voluntad más fuerte se ve quebrantada. Miradas extraviadas que ya no guardan sentido que recuerda aquella ilusión que les ha sido arrebatada. En muchos de los casos por los actos cometidos intencionalmente, premeditados, con conciencia y posiblemente hasta con alevosía.

Otros tantos delitos cometidos seguramente por motivos externos fuera del alcance de su control, en donde las circunstancias así los envolvieron y otros muchos más por causas ajenas, en donde por ignorancia, por no saberse defender, por ser abandonados o por ser acusados para "pagar un crimen que no cometieron", se ven involucrados.

Las lágrimas de un pequeño detrás de las rejas contrastan con la valentía que muestran los que están afuera. Gerardo tiene 14 años. Es la primera vez que pisa la cárcel. Se estaba robando un estéreo cuando fue detenido. No deja de llorar y solicita que le hablen a su mamá para que lo saque.

Dejó la escuela hace unos meses. Estaba en segundo de secundaria y de pronto ya no fue. Su madre está divorciada. Tiene cuatro hermanos. "Mi jefecita tiene que trabajar muy duro para mantenernos, mi jefe la abandonó y yo, pos no sé, tengo que ayudarla. Ya no quiero estar aquí. Quiero que le hablen para que me saque".

Jaime, también de 14 años, tiene su historia. Es diferente. Es pandillero desde los 12. Ha sido remitido ya en 27 ocasiones y en la mayoría por drogarse en la vía pública y por robo. Sus padres están separados. Tiene dos hermanos, él es el mayor. Su padre se fue a vivir con otra mujer a unas cuadras de donde vivía con ellos...

Yo me juntaba con los chavos del barrio desde chiquito. Ellos ya crecieron y ya casi no los veo. Andan en otros rollos. A algunos ya los mataron. Yo sí he robado muchas veces, para qué me la quiebro..."

¿Y por qué robas?

"Pa´ comprar droga, resistol o mota".

Muestra sinceridad en sus respuestas no se cohíbe y pide ayuda. Llora: "Ya no quiero drogarme. Estuve seis meses en Chihuahua. Me rehabilité. Al siguiente día me volví a drogar. No puedo dejarla. No puedo. A mí sí me gustaría que me ayudaran. A lo mejor estoy mal de la cabeza. Eso lo que me han dicho". Hace una pausa y narra las detenciones que ha tenido y cómo ha ido evolucionando en la delincuencia. "Por lo regular, lo que más robo es cobre. Me doy una vuelta por las colonias y veo cuáles están solas y después regreso. Así nomás, arranco los tubos de cobre y voy y los vendo. Al principio yo era "punta". Yo cuidaba mientras los otros se metían a una casa. Después yo me metía a la casa. La primera vez que me agarraron por robo me fijé que me sacaron por las huellas digitales, ya estaba fichado. La siguiente vez me puse guantes". Se ríe...

"Después me metí a las casas y me agarraron adentro sacando una tele. Ahora, pues, ya no se me duerme... Te auxilias de la "puntas" para que te cuiden y las vacías. Vas aprendiendo. Caes, pero sales y ahora está más fácil. Ya vez que ahora todos salen del bote re fácil..."

Haciel tiene 15 años. No quiere estar en la cárcel porque sabe que en esa misma celda se ahorcó un señor. Fue detenido por drogarse. Su madre le habló a la policía para que fuera por él y lo tuviera 36 horas. Ya no lo aguantó en casa.

En otra celda donde están los más peligrosos, Josué es de los que baja la mirada y apenas sonríe. Tiene 13 años. Fue detenido con una pistola escuadra calibre 9 milímetros y es señalado por haberse robado un Tsuru 2002. "La primera pistola que tuve fue una 22 y después una 38. La 9 milímetros la cargo porque trae más tiros, en caso "de algo" es más segura. Son más balas. Es fácil usar".

Narra que el Tsuru se lo robó con una llave a la que ellos llaman "Nissan". "Esa abre todos los Tsuru. Es cuestión de conseguirla. Lo abres y lo echas a jalar y ya... Me pagan 500 pesos por carro. A veces cuando me piden me han llegado a dar 1000, pero pocas veces.

Cuando salga voy a cobrar tres mil pesos como los grandes o cinco mil pesos por las camionetas. Es fácil. Sólo tienes que ponerte trucha. En Youtube nomás tecleas cómo robarse un carro y sale. Hay buenas ideas. Otras, pues, tú te las ingenias, con la "Nissan" es más fácil".

-"Yo estudié hasta la "secun", le sé mover a la compu, yo veo en el Internet las páginas de los que agarran, sólo entras y ya..."

Así de simple Jaime se mantiene informado de todo lo que acontece y recibe ideas de cómo ir perfeccionando su manera de operar.

-"Dejé la escuela porque me aburría. No pasa nada. Yo necesitaba ganar dinero. Al principio me robaba los carritos de los supermercados. Después, me junté con mis 'compas' y empezamos a "trabajar". Buscábamos carros solos. Aprendí a quitar estéreos. Hay que saberle y traer herramienta. Si nomás los jalas te los compran bien 'bara' porque trae los cables "trozados". Le quitamos las baterías y la pistola... pues es que ya está más difícil. Ya tienes que estar armado. Los contrarios te pueden buscar... y pos ya los homicidios son otro rollo..."

Concluye: "las calles son la vida real. Ahí aprendes a vivir. Ves lo que realmente es la vida. En mi casa eran puras broncas. Mi jefe se mantenía pegándole a mi jefa, yo mejor me salí... "Me cae que a veces me daban ganas de darle una chin..., a mi jefe cuando llegaba borracho... También nos pegaba a nosotros. Está 'gacho'. No creo que yo le pegue un tiro. Pero cuando me pongo locote quién sabe... Por eso mejor no voy. Cuando agarro lana le mando a mi jefita para que aliviane a mis carnales. De niño así me tocó vivir. Yo no nací con lujos ni teniéndolo todo, como esos riquillos que les compran todo. Así me tocó y hay que seguirla. Ni modo. En la vida tienes que rifártela si no vales mad...".

Tomado de El Sol de México

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