¡Cuánta razón tiene Heduardo en su última genialidad! El país, y Lima especialmente, ha caído rendido en gran parte en manos de un sistema de usos y costumbres que favorece no sólo a la corrupción sino a una idiosincracia que premia al "vivazo", que alaba al corrupto, que admira al que la sabe hacer. Los demás son tontos, "pavos", gente que no vale la pena porque "no la sabe hacer".
Es así que nuestra problación ni se inmuta con los paseos de Crousillat, permite que Mantilla tome asiento en el espacio de embajadores en el Colegio de Abogados, le da un 30% de intención de voto a Alex Kouri y tiene a Keiko en primera línea al sillón presidencial. Castañeda se burla desde su 80% de popularidad del drama de los limeños por el transporte y no le importa el Congreso ni ninguna comisión de fiscalización. Se burla de la indagación por sobrecostos de sus "obras" desde el cómodo asiento del flamante BMW de su teniente alcalde.
"No importa que haga obra lo importante es que robe" nos dice Heduardo a través de un Heduardicidio inmortal. Lamentablemente tiene mucha razón.
Pero no olvidemos un detalle. Si el corrupto sobrevive, tiene permanencia es por el papel de algunos medios de comunicación y de malos empresarios. La corrupción necesita de los medios y del dinero sin eso no tiene oxígeno ni sangre para sobrevivir. No dejemos de lado ese detalle.
¿Y la juventud? Es necesario que despierte. Los corruptos apuestan a la desinformación juvenil o al desfase generacional. Si la juventud decide efectivamente decirle no a los que han hecho de la corrupción todo un sistema eficaz de medrar en el presupuesto público, los corruptos, por más abogados encumbrados que los defiendan, no tendrán futuro.
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