Por lo visto el presidente Alan García quisiera que a sus gobiernos se les recuerde ya no sólo por la inflación y la corrupción sino también por la desorganización. De lo contrario no nos podemos explicar el porqué, con una sistematización digna de mejores causas, el gobierno permanentemente va de error en error.
El último y sonado caso ha sido el del fallido aumento de sueldos a los miembros del gabinete. Diversos sectores saludaron la medida, pues se entendía que el aumento a los ministros era el primer paso para que, luego del establecimiento del marco legal correspondiente, se procediera a aumentar a una burocracia altamente calificada que es necesaria para monitorear o ejecutar la lista de proyectos con que el gobierno pretende paliar la cada vez más peligrosa crisis financiera internacional. Pero ante la andanada de críticas por lo inoportuno del aumento, pues se hace en el contexto de un anuncio presidencial de lucha contra la pobreza y unidad ante la crisis económica internacional, el gobierno decidió dar marcha atrás. De nada valió la defensa del aumento que hizo el Premier Yehude Simons. Tampoco los medios oficiosos y oficialistas. El gobierno cedió ante la presión pública y solicitó se anulara el Decreto de Urgencia que facultaba al gobierno a elevar los sueldos de los ministros hasta la suma de 23,200 Nuevos Soles.
¿Estamos de nuevo ante la presencia de una prueba de ensayo y error? ¿Se trata acaso de una maniobra maquiavélica ideada por el más alto nivel del Ejecutivo para perjudicar al Premier Yehude Simons?
Si bien es cierto en un inicio me incliné por la segunda posibilidad, ahora la descarto, pues los niveles de torpeza de este gobierno son tan mayúsculos que me revelan de cualquier comentario adicional sobre el particular. No hay talento, diría, para la práctica maquiavélica exquisita. Es simple torpeza. Los resultados saltan a la vista.
Lo que sucede en realidad es que este gobierno no tiene planes, objetivos y metas, salvo el responder a la coyuntura con medidas precipitadas o con inspiraciones presidenciales. Se va así de tumbo en tumbo, sin una guía que ordene la gestión administrativa del gobierno del presidente Alan García.
En eso hay una gran diferencia con el gobierno anterior. El presidente Alejandro Toledo tenía un Acuerdo Nacional con 31 políticas de Estado, una Hoja de Ruta que convertía en medibles los logros y avances de los objetivos de Estado y trabajaba con el Congreso una Agenda Legislativa que le permitía dar marco y soporte legal a los proyectos que el Ejecutivo requiera para cumplir con sus objetivos. Nada de eso hay ahora. Se tiene un Acuerdo Nacional sin personalidad y adormecido, no hay Hoja de Ruta y ninguna de las directivas del Congreso ha manejado una Agenda Legislativa.
Lo que sí parece que hubiera es una voluntad para cambiar de rumbo al son del viento que sople la opinión pública, es decir como la veleta, que cambia de dirección al ritmo de los vientos, sean brisa o ciclón.
El último y sonado caso ha sido el del fallido aumento de sueldos a los miembros del gabinete. Diversos sectores saludaron la medida, pues se entendía que el aumento a los ministros era el primer paso para que, luego del establecimiento del marco legal correspondiente, se procediera a aumentar a una burocracia altamente calificada que es necesaria para monitorear o ejecutar la lista de proyectos con que el gobierno pretende paliar la cada vez más peligrosa crisis financiera internacional. Pero ante la andanada de críticas por lo inoportuno del aumento, pues se hace en el contexto de un anuncio presidencial de lucha contra la pobreza y unidad ante la crisis económica internacional, el gobierno decidió dar marcha atrás. De nada valió la defensa del aumento que hizo el Premier Yehude Simons. Tampoco los medios oficiosos y oficialistas. El gobierno cedió ante la presión pública y solicitó se anulara el Decreto de Urgencia que facultaba al gobierno a elevar los sueldos de los ministros hasta la suma de 23,200 Nuevos Soles.
¿Estamos de nuevo ante la presencia de una prueba de ensayo y error? ¿Se trata acaso de una maniobra maquiavélica ideada por el más alto nivel del Ejecutivo para perjudicar al Premier Yehude Simons?
Si bien es cierto en un inicio me incliné por la segunda posibilidad, ahora la descarto, pues los niveles de torpeza de este gobierno son tan mayúsculos que me revelan de cualquier comentario adicional sobre el particular. No hay talento, diría, para la práctica maquiavélica exquisita. Es simple torpeza. Los resultados saltan a la vista.
Lo que sucede en realidad es que este gobierno no tiene planes, objetivos y metas, salvo el responder a la coyuntura con medidas precipitadas o con inspiraciones presidenciales. Se va así de tumbo en tumbo, sin una guía que ordene la gestión administrativa del gobierno del presidente Alan García.
En eso hay una gran diferencia con el gobierno anterior. El presidente Alejandro Toledo tenía un Acuerdo Nacional con 31 políticas de Estado, una Hoja de Ruta que convertía en medibles los logros y avances de los objetivos de Estado y trabajaba con el Congreso una Agenda Legislativa que le permitía dar marco y soporte legal a los proyectos que el Ejecutivo requiera para cumplir con sus objetivos. Nada de eso hay ahora. Se tiene un Acuerdo Nacional sin personalidad y adormecido, no hay Hoja de Ruta y ninguna de las directivas del Congreso ha manejado una Agenda Legislativa.
Lo que sí parece que hubiera es una voluntad para cambiar de rumbo al son del viento que sople la opinión pública, es decir como la veleta, que cambia de dirección al ritmo de los vientos, sean brisa o ciclón.
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