domingo, 24 de agosto de 2008

La Geoingeniería

La geoingeniería es una nueva disciplina que tiene por objetivo intervenir directamente en la naturaleza para generar una serie de reacciones y cambios que impidan, en algo, las terribles consecuencias que tendrá por ejemplo sobre la Tierra el calentamiento global.
La noticia la hemos tomado del ABC de España y es altamente recomendable:


El futuro del planeta puede estar en manos de la «geoingeniería», la nueva disciplina que plantea intervenciones directas en la naturaleza para corregir el calentamiento global, ante la lentitud en la ejecución de los compromisos intergubernamentales sobre la reducción de emisiones de carbono.
Poner en marcha una flota de barcos que rocíen con spray de agua de mar las nubes sobre los océanos para que éstas aumenten en tamaño y blancura y así repelan más las radiaciones solares, o arrojar al mar cantidades masivas de hierro con el fin de fomentar el crecimiento de las algas para la captación de dióxido de carbono son algunas de las ideas que acaba de poner a debate la Royal Society británica.
La postura de esta prestigiosa entidad es que aunque intervenciones a tan gran escala para modificar el comportamiento del planeta «pueden ser arriesgadas, puede llegar el momento en el que sean aceptadas como algo que supone menos riesgo que no hacer nada», según se indica en la presentación de una edición especial de la revista de la Royal Society.
«Existe la creciente sensación de que los Gobiernos están fallando en afrontar la urgencia de poner en marcha medidas que logren que nuestro planeta alcance un seguro equilibrio. Las cifras sobre la reducción de emisiones de carbono simplemente no tienen sentido y necesitamos estar mirando otras opciones, como la geoingeniería», indican en la revista de la sociedad Brian Launder y Michael Thompson, científicos de las Universidades de Manchester y Cambridge, respectivamente.
Entre las ideas puestas a debate está la de una flota de 1.500 barcos no tripulados, operativos mediante una propulsión no contaminante, que lancen spray de agua de mar a través de unos altos surtidores a los estratocúmulos o nubes bajas, con el fin de que ese vapor de agua compuesto de minúsculas gotas aumenten la superficie de las nubes y las hagan más blancas y así reboten mayor radiación solar hacia el espacio.
El resplandor de las nubes marinas podría enfriar el planeta en grado suficiente para compensar el doble del calentamiento debido a las emisiones de dióxido de carbono desde la revolución industrial, de acuerdo con las observaciones de Stephen Salter, de la Universidad de Edimburgo y autor de la propuesta. Una reducción de sólo 3,7 vatios por metro cuadrado (cifra que viene a suponer alrededor del 1 por ciento de los 340 vatios de calor por metro cuadrado aportado de promedio por el sol) mantendría estables las temperaturas globales al menos hasta 2050.
«Lo bueno del sistema es que funciona con viento y agua de mar», destaca Salter. Los barcos estarían impulsados por el viento utilizando un sistema de fuerza aerodinámica rotatoria que no se ha usado en navegación en los últimos 80 años. Se trata del «efecto Magnus», observado por primera vez por Isaac Newton al ver cómo los jugadores de tenis con sus golpes de raqueta hacían girar la bola para cambiar su trayectoria, como ha recordado «The Times» a la hora de hacerse eco de este proyecto.
Motor de rotación
Un barco con propulsión rotatoria diseñado por el ingeniero alemán Anton Flettner cruzó el océano Atlántico en 1926, pero esa tecnología se dejó pronto de lado. Modernos materiales y la carestía del combustible ha llevado en estos momentos a retomar la idea de Flettner, y la compañía energética alemana Enercon acaba de presentar un barco de carga que sigue esos principios de motor de rotación. Salter explica que la principal razón para usar estos rotores es que pueden ser comandados por ordenadores. «Los tradicionales veleros tienen que ser manejados por el hombre. En el sistema de Flettner todo lo que necesitas es dirigir y ajustar la velocidad del rotor. Haz girar en el sentido contrario y vas hacia atrás», dice.
El proyecto contempla que turbinas situadas debajo del barco sirvan como fuerza para el rotor que mueve los cilindros de velas giratorias, y para el generador del pulverizador del agua de mar que a través de cilindros, a modo de chimeneas, se expulsa hacia las nubes en forma de pequeñísimas gotas de agua.
Cada barco de la flota pesaría 300 toneladas y tendría un coste entre 1,3 y 2,5 millones de euros. También podrían ser usados como laboratorios científicos, puestos de recogida de datos meteorológicos y refugio para emergencias marítimas.
Además de estos barcos, la revista de la Royal Society británica sugiere otras iniciativas para rebajar el calentamiento global mediante una actuación masiva en la atmósfera. Una de ellas es que aviones esparzan en la estratosfera nubes de partículas, tales como dióxido sulfúrico. Un millón de toneladas de dióxido sulfúrico al año en 10 millones de kilómetros cuadrados de la atmósfera bastaría para rechazar suficientes rayos solares. Reflejar un 2% de la luz solar desde los correctos lugares de la Tierra, principalmente en el Ártico, podría contrarrestar el efecto invernadero de una cantidad de dióxido de carbono que sería el doble de la que en la actualidad hay en la atmósfera, de acuerdo con las estimaciones de Ken Caldeira, de la Carnegie Institution de Stanford.
Fertilizar los océanos
Si todo esto se refiere a la actuación sobre la atmósfera, otros planes de geoingeniería tienen que ver con los océanos. Uno de ellos promueve el crecimiento de algas marinas y otros tipos de fitoplancton, pues estos organismos acuáticos capturan importantes cantidades de dióxido de carbono presente en la atmósfera. Arrojando al mar nutrientes como hierro o nitratos se estimularía el crecimiento de plancton. Estos organismos incorporan CO2 atmosférico cuando crecen, y se lo llevan con ellos al fondo del mar cuando mueren. De todos modos, en la actualidad existe una moratoria sobre experimentos que impliquen incrementar los niveles de hierro en el mar.

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