domingo, 17 de agosto de 2008

El extraordinario Michael Phelps

La siguiente es una extraordinaria crónica sobre el mejor deportista de todos los tiempos: Michael Phelps.
Superman
Algunos creen que Michael Phelps no es un ser humano normal. Su disciplina, su concentración, su técnica y su físico evocan al hombre nuclear. Por Adolfo Zableh
Fecha: 08/16/2008 -1372
Adiós Paavo Nurmi, adiós Carl Lewis, adiós Larysa Latynina. Las nueve medallas doradas del finés, el norteamericano y la rusa suenan a poca cosa comparadas con las que tiene Michael Phelps. Pero, sobre todo, adiós Mark Spitz, dueño también de nueve oros y espejo en el que se reflejó Phelps desde cuando empezó a nadar, cuando era apenas un hiperactivo niño de 10 años que tomaba Ritalín para calmarse. El Olimpo nunca olvida a sus héroes, pero tiene una justa escala de valores llamada podio, donde Phelps está por encima de todos.

Sobran comparaciones para dimensionar lo que el deportista de 23 años ha hecho hasta ahora, pero la más contundente puede ser aquella verdad que dice que India, el segundo país más poblado del mundo, ha ganado nueve medallas de oro en toda su historia, cuatro menos que él. Phelps, más fuerte que 1.100 millones de simples mortales; Phelps, el superhéroe reinventado y mejorado.

Su entrenador, Bob Bowman, lo descubrió a los 11 años en su natal Baltimore, y el día que fue a hablar con su familia para que le permitieran hacerse cargo del pequeño Michael, prometió una carrera llena de triunfos, fama y fortuna, con un pico máximo de rendimiento en los Juegos Olímpicos de 2012, cuando tenga 28 años.

Con sólo 23 años Michael Phelps tiene la posibilidad de buscar más medallas de oro en los Olímpicos de Londres de 2012 Phelps ha tomado propiedad del casi irreal Cubo de agua de Beijing, como si la colosal obra hubiera sido construida especialmente para él. Phelps casi se queda sin oro en los 4X100. Pero gracias a su compañero Jason Lazek, pudo celebrar. Aquí aparece Phelps con Garret Weber-GATE
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Si Bowman tiene razón, y Phelps repite en Londres las faenas de las dos últimas Olimpíadas, se podría decir que se trata del mejor deportista de todos los tiempos. Pero si ocurre lo peor, y fracasa en el intento, se lesiona, o sencillamente decide retirarse, Michael Phelps seguirá siendo lo más grande que les ha pasado a los Juegos Olímpicos.

Pero es más que un deportista. En un mundo donde la gente vive y muere por los símbolos, Phelps es el estandarte más alto del deporte de Estados Unidos, quizá junto a Tigre Woods, con diferencia a favor del nadador gracias a que sus logros más sonados se dan como los años bisiestos, cada cuatro años, en el evento global más importante del planeta.

Si se plantea la situación en frías estadísticas, su relevancia es tal, que sus oros representan casi la mitad de los primeros lugares que hasta ahora ha obtenido su país en Beijing 2008. Mientras China emerge como un gran bloque homogéneo, y se toma por asalto el primer lugar de los Olímpicos -propiedad de Estados Unidos desde Atlanta 96-, los norteamericanos se aferran a su tradicional idea de superhombre, ese gran líder que guía a la masa, se lleva todo el crédito, todos los reflectores y, en este caso, todo el oro también.

Pero ¿qué es lo que ha hecho Phelps en China para que los fanáticos le estén poniendo más atención a la natación que al fútbol, el tenis, el básquet y el atletismo? Básicamente pagar una deuda pendiente con él mismo. Su ambición siempre fue superar los siete oros logrados por el también nadador Mark Spitz en Munich 1972. En sus primeros Olímpicos, Melbourne 2000, sus 15 años apenas le permitieron un quinto lugar en los 200 metros mariposa, esfuerzo que fue reconocido con una mención de honor y un diploma. Cuatro años después, en Atenas, nadó en ocho pruebas con la idea de ganarlas todas y así superar a su ídolo y embolsillarse el millón de dólares prometidos por Speedo, la marca que lo viste, si lograba su objetivo.

Se quedó corto, porque, aunque en una actuación memorable, obtuvo seis medallas de oro. Para pasar el mal trago se entrenó como ninguno, nadó un promedio de 90 kilómetros semanales, perfeccionó la técnica de salida llamada "patada de delfín" y se quedó con cinco oros en los mundiales de natación de Québec en 2005, y siete más en Melbourne 2007, donde rompió cinco récord mundiales.

Phelps se ha convertido en una máquina de triturar rivales y marcas -sus propias marcas en realidad- y no en vano es conocido como el 'tiburón' y la 'bala de Baltimore'. Ya quisieran un tiburón y una bala ser tan letales como él.

Anatomía de un campeón

Con 1,93 metros de altura, 88 kilos de peso, pies talla 48,5 y una envergadura de brazos de 2,05 metros, cada vez que atraviesa una piscina de un intenso azul que no se sabe si es verde, tiñe el agua de dorado, al mejor estilo de los milagros bíblicos.

Phelps es una máquina tan torpe fuera del agua como hábil dentro de ella. En una ocasión corrió tres finales y una semifinal en el lapso de una hora, y se convirtió en el primer nadador en la historia que se clasificaba en seis especialidades olímpicas. Se convirtió en 2001, con 15 años y nueve meses de edad, en el nadador más joven en romper un récord mundial, y con 18 recién cumplidos batió siete marcas en un lapso de seis semanas.

Ahora ha tomado propiedad del casi irreal Cubo de agua de Beijing 2008, como si la colosal obra de 200 millones de dólares, tres piscinas y aforo para 17.000 personas hubiera sido construida especialmente para él. Cuando se acabe la natación de estos Juegos, el de Baltimore habrá nadado más de 70 kilómetros y habrá disputado 17 carreras, ocho de ellas finales, durante nueve días consecutivos. Y si todo sale según el plan, Phelps cobrará la recompensa de un millón de dólares que está sobre la mesa desde hace cuatro años.

Ni falta que le hicieran, porque es el deportista que más marcas patrocinan en el mundo. Speedo, Visa, PowerBar, Omega, AT&T, el programa de aprendizaje de idiomas Rosetta Stone, la cadena Hilton y Kelloggs le pagan más de cinco millones de dólares al año. El Comité Olímpico Estadounidense le da 25.000 dólares por cada medalla, y la Federación Internacional de Natación le da la misma cantidad por cada récord. La cadena NBC, que transmite los Olímpicos, le pagó una cifra no revelada por ser la imagen de los juegos, junto a Herrmann, su bulldog.

No se lo digan a nadie

Todos creen saber el secreto del éxito del norteamericano, pero son varias las claves, no es ninguna y son todas. Obsesivo en sus entrenamientos, se cronometra una y otra vez, como si su juego fuera sacarse los récord mundiales de un bolsillo para metérselos en el otro. Entre 2004 y hoy ha descansado menos de un mes. Su capacidad pulmonar es excepcional y la llamada patada de delfín ha sido determinante. La técnica consiste en saber exactamente el número de patadas que debe dar para cubrir los metros necesarios antes de salir a la superficie a dar la primera brazada. La ecuación es perfecta y hasta el momento no ha fallado.

Phelps es alto y delgado, lo que no es excepcional; no así su torso, considerablemente más largo que las piernas, lo que le da una enorme ventaja sobre el resto. Las extremidades inferiores impulsan, pero también hunden y retrasan el resto del cuerpo.

El trabajo hipóxico también ha hecho lo suyo. Entrenar sin provisión de oxígeno es uno de los factores que hacen al norteamericano más eficaz en los virajes. Este método es muy duro porque se realiza bajo el agua, pero lo ha preparado para la ya mentada patada de delfín por debajo de la superficie, donde el agua ofrece menos resistencia y además le da reserva física para rematar los últimos metros de las carreras gracias a la mayor tolerancia al lactato.

¿Lactato? Ácido láctico, una sustancia que segrega el cuerpo cuando se esfuerza y ataca directamente los músculos. Mientras un deportista de alta competencia produce de 10 a 15 milimoles por litro de sangre, Phelps segrega sólo cinco milimoles. Suena complicado, pero no es un factor menor si se quiere entender su condición de extraterrestre.

Su físico, su contextura y su nivel de entrenamiento le permiten comer como si no hubiera un mañana. A veces desayuna dos sándwiches de huevo y queso, una tortilla, cereales y un cerro de pancakes; en otras ocasiones se inclina por ocho huevos fritos con tostadas; además, muere por las hamburguesas, la lasaña y la pizza. Siempre que puede va a Fortunato's, el restaurante de la esquina de la casa de su madre, Debbie, maestra de escuela, que, según Phelps es "la mejor pizza de Baltimore". Pese a todo, su cuerpo es apenas 7 por ciento de grasa, cuando lo normal para un deportista de elite es del 15 por ciento.

No todo lo ha dado natura. La tecnología le ha metido la mano a sus excepcionales condiciones. El LZR Racer de Speedo es la piel sobre su piel. Diseñado por la Nasa, está fabricado con nylon del grosor de una hoja de papel, y en lugar de costuras lo une soldadura de ultrasonido. Tiene además paneles de poliuretano que reducen la vibración, estabilizan la zona media del cuerpo y lo comprimen como si fuera un corsé. Un nadador necesita de al menos 20 minutos y dos asistentes para ponérselo. ¿Valor del juguete? 550 dólares. Phelps tiene de su lado a los mismos tipos que supieron llegar a la Luna.

Más de 50 registros mundiales han mejorado desde febrero los nadadores que usan este traje, lo que es considerado por muchos como un "dopaje tecnológico". Otros más suspicaces han insinuado que detrás de la fachada del LZR está el dopaje tradicional, la verdadera razón del éxito. No en vano marcas mundiales son batidas una y otra vez con un margen de tiempo amplio. Es una escena repetida ver salir a Michael Phelps con su traje hasta la cintura, con su gorro, sus anteojos, una toalla al cuello y rap a todo volumen en el iPod; tranquilo, absorto, como si tuviera una cita con una mujer y no con la historia.

El médico ruso Alexei Koudinov, experto en bioquímica, biología molecular, neurociencia, sociología y medicina deportiva, se ha fijado en este detalle y afirma que hay estudios que demuestran la relación entre escuchar música y la saturación de oxihemoglobina en la sangre, lo que mejora significativamente el rendimiento del atleta. Su teoría ha sido avalada por Stefan Koelsch, del Instituto Max Planck en Leipzig, Alemania, al confirmar que la música tiene efecto en la respiración, la relajación muscular y la producción de oxígeno en la sangre. Así, el mejor deportista de los Juegos Olímpicos podría ser algo más que un simple fanático del rap.

Pero Phelps jura, con la mano en el corazón, que está limpio. "Cualquiera puede decir lo que quiera. Yo sé que estoy limpio. Participé en Project Believe con la Agencia Antidopaje de Estados Unidos, donde me sometí voluntariamente a más controles de los regulares para probarlo".

Sea lo que sea, Phelps es un campeón olímpico sin par. Con más reservas de oro que el Banco de la República y la firme intención de, literalmente, no bajar los brazos, ha inscrito su nombre con el fuego sagrado del que tanto hablaban los griegos antiguos. Y mientras China invirtió 2.500 millones de dólares y se presentó con 639 deportistas para ganar sus Olímpicos -lo cual muy seguramente logrará-, Phelps se erige como el símbolo de Estados Unidos, el legítimo portador del mensaje de que el nuevo orden mundial, del que tanto se habla, aún no ha llegado.


Tomado de la revista Semana de Colombia

Algunos vídeos de Micahel Phelps


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Extraordinario vídeo de Michael Phelps desde diversos ángulos

Vídeo Michael Phelps Mariposa

1 comentario:

gonz780213 dijo...

Hola, Phelps acaba de pasar a la historia. Pero aún no ha superado a Carl Lewis. Ni se le acerca, en natación los records se superan más fácilmente a mi entender, al igual que se puede ganar más medallas. Pero Lewis, que es de otro tiempo no tan lejano y de otra disciplina deportiva también harto exigente, marcó una época. Ahora la marca Phelps y estoy seguro vendrán otros super hombres y super mejores mejor aún. Saludos :)